El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, aseguraba el pasado 14 de septiembre que “jamás se ha estado en una mejor posición” para acabar con la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. Estas optimistas declaraciones se realizaban en un marco epidemiológico que reportaba el menor número de fallecidos por Covid-19 a nivel global desde marzo de 2020. En cuestión de semanas la situación epidemiológica se ha complicado debido a la rápida expansión de las nuevas subvariantes de Ómicron (B.1.1.129).
“La pandemia aún no ha terminado. Instamos a los ciudadanos a que se vacunen ahora, o se revacunen, especialmente si su situación de salud los pone en mayor riesgo de contraer Covid-19 grave”, alertaba el responsable de la estrategia vacunal de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), Marco Cavalieri.
En los más de dos años y medio en los que la humanidad se encuentra haciendo frente a la pandemia, los escenarios epidemiológicos han ido variando con el paso del tiempo debido a factores como el surgimiento de nuevas variantes o el aumento de las coberturas vacunales. En la actualidad, la filosofía que impera es la de convivir con el virus como demuestra la eliminación de la práctica totalidad de las medidas y restricciones destinadas a controlar la propagación del virus.
En este sentido el Acelerador de Acceso a Herramientas COVID-19 (ACT-A, por sus siglas en inglés) ha presentado su plan para que en los próximos seis meses, a través del trabajo conjunto de las agencias de salud global, los gobiernos nacionales y la sociedad civil, el mundo avance hacia el control a largo plazo de la Covid-19. Este plan establece una serie de prioridades clave y formas de trabajo que los países deben ir implementando a medida que evolucionan hacia la gestión del virus como un problema de salud pública a largo plazo.
Plenamente consciente de la naturaleza evolutiva del virus y de la propia pandemia, el plan describe una serie de cambios en la configuración y las formas en las que trabaja el ACT-A, con el objetivo de garantizar que los países continúen contando con acceso a las herramientas fundamentales para hacer frente a la Covid-19 a largo plazo, al tiempo que se mantiene el compromiso de coalición y preparación para abordar futuras olas de la pandemia.
“A medida que el mundo avanza hacia la gestión de la Covid-19 a largo plazo, ACT-A seguirá apoyando a los países brindándoles acceso a vacunas, pruebas y tratamientos”
La siguiente fase de trabajo de los socios del ACT-A se focalizará en tres pilares fundamentales:
- Investigación y desarrollo, así como actividades de configuración del mercado, para garantizar una cartera de herramientas contra la Covid-19 nuevas y mejoradas.
- Asegurar arreglos institucionales para el acceso sostenido de todos los países a las vacunas, pruebas y tratamientos contra la Covid-19, incluido el oxígeno clínico.
- Centrar los esfuerzos en la introducción de nuevos productos (como por ejemplo, antivirales orales para las personas que se encuentran en mayor riesgo) y la protección de las poblaciones prioritarias.
“A medida que el mundo avanza hacia la gestión de la Covid-19 a largo plazo, ACT-A seguirá apoyando a los países brindándoles acceso a vacunas, pruebas y tratamientos”, declaraba el director general de la OMS. “Todavía tenemos mucho trabajo por hacer para lograr el acceso equitativo a estas herramientas que salvan vidas, con los trabajadores de la salud y las poblaciones en riesgo como nuestra principal prioridad”.
ACT-A es la única solución integral del mundo para acelerar el desarrollo y el acceso equitativo a las vacunas, pruebas y tratamientos contra la Covid-19. Esta asociación ha desempeñado un papel clave a la hora de facilitar el acceso a herramientas para los países de medios y bajos ingresos durante la pandemia. Gracias a este mecanismo se han suministrado más de 1.800 millones de dosis de las vacunas a 146 países y territorios, incluido el 75% de las vacunas desplegadas en los países de bajos ingresos y la mayoría de las dosis suministradas a África a través de COVAX.
También ha permitido la entrega de más de 161 millones de pruebas, reduciendo el coste de las pruebas a menos de un dólar por unidad. Ha suministrado además alrededor del 80% de las pruebas diagnósticas que se han utilizaron en el continente africano durante el primer año de pandemia y ha ofertado más de 40 millones de cursos sobre tratamiento de la Covid-19. Entre sus logros destaca también la inversión sin precedentes de 1.000 millones de dólares para expandir el acceso sostenible al oxígeno clínico en los países de medios y bajos ingresos.