El SARS-CoV-2 ha provocado la peor crisis de salud pública a la que el mundo ha tenido que hacer frente desde la pandemia de influenza de 1918. En los meses más duros, donde el desconocimiento sobre el virus era dominante y los sistemas sanitarios se vieron colapsados, los gobiernos establecieron férreas medidas para detener su propagación como los confinamientos, que se vieron acompañados de una serie de intervenciones no farmacológicas que, aunque de forma muy concreta, continúan hoy entre nosotros.
Desde el momento en el que la Covid-19 comenzó a expandirse fuera de las fronteras de China a finales de 2019, el principal objetivo de los gobiernos y autoridades de salud pública ha sido frenar su avance y romper las cadenas de transmisión. El éxito de estas medidas reside en el conocimiento que se tenga sobre los mecanismos de propagación del SARS-CoV-2. Un proceso que se influenciado por múltiples factores que ahora han sido analizados con un estudio realizado con hámsteres sirios dorados.
La elección de esta especie en concreto responde a su alta susceptibilidad a la infección por SARS-CoV-2, a que muestran signos claros de la enfermedad, eliminan el virus en títulos elevados del tracto respiratorio superior y transmiten el virus a sus contactos directos vía aérea.
Los resultados, publicados por PLOS Pathogens, exponen el grado de influencia que aspectos como el tiempo de exposición al virus o la temperatura y humedad ambiental modulan la eficacia del coronavirus para transmitirse por el aire.
Mediante el uso de un modelo en el que los animales comparten espacio aéreo, pero no mantienen contacto directo, los autores de este trabajo han hallado que la transmisión del SARS-CoV-2 es altamente eficiente. Hecho que se traduce en la infección de la práctica totalidad de los sujetos expuestos con periodos de exposición tan reducidos como una hora y bajo una amplia gama de condiciones de humedad y temperatura.
La transmisión máxima se observó entre las 16 y 48 horas posteriores a la inoculación de los hámsteres infectados, lo que ha revelado una ventana de oportunidad temprana y estrecha para la transmisión del virus. En este punto cabe recordar la ingente evidencia en materia de transmisión presintomática del SARS-CoV-2 entre humanos. Esto sugiere que el periodo infeccioso se inicia de forma temprana una vez se ha producido la infección. El problema se produce a la hora de determinar tanto el momento de la infección como cualquier transmisión posterior en entornos naturales.
Los datos obtenidos “indican que la transmisión posterior del SARS-CoV-2 ocurre fácilmente después de tan solo un breve periodo de incubación menor de 16 horas”
Retomando el estudio y en alusión a lo expuesto anteriormente, los responsables de este señalan que los datos obtenidos “indican que la transmisión posterior del SARS-CoV-2 ocurre fácilmente después de tan solo un breve periodo de incubación menor de 16 horas”. Un dato sobre el que es importante señalar que el curso de la replicación viral observado en los hámsteres inoculados fue abreviado en relación a los seres humanos.
Los datos clínicos sugieren que las cargas virales máximas se producen entre tres y cuatro días después de la infección. “Es poco probable que el periodo de contagio identificado en los hámsteres se traduzca directamente a los humanos. Sin embargo, es probable que la observación de que el periodo de contagio corresponde a momentos de alta carga viral se extienda a los humanos”.
Motivo por el que se argumenta que los cambios temporales en el potencial de transmisión se deban, probablemente, a los cambios que se producen en la carga viral.
En relación a la transmisión del virus en función del grado de humedad y temperatura son muchos los estudios que se han desarrollado en estos dos últimos años. Las similitudes entre los coronavirus y los virus de la influenza en términos de transmisión, estructura de las partículas y estacionalidad, sugieren que la probabilidad de que respondan de formas similares en su transmisión en función de las condiciones ambientales en las que esta se produzca.
Atendiendo a la evidencia disponible en este sentido sobre el comportamiento estacional de los virus de la influenza en función de las temperaturas y el grado de humedad ambiental, los autores del estudio partieron de la hipótesis de que la transmisión del SARS-CoV-2 se vería suprimida en condiciones de altas temperaturas y una elevada humedad ambiental. “Nuestros datos no avalan esta hipótesis y, en cambio, revelan una transmisión eficiente entre hámsteres alojados tanto en ambientes húmedos o cálidos”.
Cierto es que la circulación de los coronavirus endémicos muestra un patrón estacional claro. En el caso del SARS-CoV-2 la falta de patrones estacionales en una etapa temprana de su circulación puede reflejar una baja inmunidad entre la población, el predominio de otros factores epidemiológicos (como los comportamientos poblacionales y las acciones gubernamentales) o la falta de sensibilidad a los impulsores estacionales que dan forma a la dinámica de los coronavirus epidémicos y a los virus de la influenza estacional.
“Si bien nuestros datos sugieren una falta de sensibilidad a la alta humedad y temperatura, advertimos contra la interpretación excesiva de estos datos dadas las limitaciones inherentes a nuestro sistema experimental”, detallan los autores.