The Lancet publicaba hace unos días los resultados de un ensayo relativo a la vacuna contra la Covid-19 Sputnik V. Desarrollada por el Instituto Gamaleya de Moscú (Rusia) los resultados del ensayo revelan una eficacia del 92%. Hecho que ha cambiado la percepción que se tiene sobre la vacuna rusa cuyo desarrollo ha estado caracterizado por el hermetismo de las autoridades rusas que han hecho desconfiar a la comunidad científica internacional. Los datos del Fondo Ruso de Inversión indican que su comercialización está autorizada en 16 países y Europa ha abierto la puerta a la posibilidad de su aprobación siempre y cuando soliciten la autorización a la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) y consiga superar los criterios de seguridad y eficacia requeridos, tal y como ha sucedido con las tres vacunas anteriores ya autorizadas. Pero, ¿cómo funciona esta vacuna?
El pasado mes de diciembre el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, parte del Ministerio de Salud de Rusia, anunciaba que su vacuna Sputnik V (también conocida como Gam-Covid-Vac) ofrecía una eficacia del 91,4%. Rusia se erigió como uno de los primeros países en asegurar que su candidato a vacuna era efectivo y que, una vez concluidos los ensayos clínicos, procedería al inicio de una campaña de vacunación masiva. La vacuna no solo está siendo administrada en Rusia sino en 16 países entre los que se encuentran Hungría, Bielorrusia, Perú o Argentina.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que el coronavirus SAR-CoV-2 está cubierto de una serie de proteínas que utiliza para penetrar en las células humanas. Estas reciben el nombre de espigas y son un blanco muy tentador para las vacunas y el desarrollo de futuros tratamientos. La Sputnik V se basa en instrucciones genéticas del virus para armar la proteína de espiga. Sin embargo, a diferencia de las vacunas desarrolladas por Pfizer/BioNTech y Moderna que almacenan las instrucciones en ARN mensajero (monocatenario o de una sola cadena), la vacuna rusa utiliza ADN bicatenario.
Los investigadores responsables de su creación han desarrollado la vacuna partiendo de distintos tipos de adenovirus, un grupo de virus que pueden infectar las membranas de las vías respiratorias, ojos, intestinos, vías urinarias o el sistema nervioso. En este caso se han utilizado los adenovirus que provocan el resfriado común. Agregaron el gen de la proteína de espiga del SARS-CoV-2 a dos tipos de adenovirus: el Ad26 y el Ad5. Estos han sido modificados para que cuenten con capacidad para invadir las células humanas, pero no pueden replicarse.
Agregaron el gen de la proteína de espiga del SARS-CoV-2 a dos tipos de adenovirus: el Ad26 y el Ad5. Estos han sido modificados para que cuenten con capacidad para invadir las células humanas, pero no pueden replicarse
Tal y como señalan en The New York Times la Sputnik V es el resultado de décadas de investigación centrada en el desarrollo de vacunas basadas en adenovirus. La primera de estas fue aprobada el pasado año para el ébola y fue desarrollada por Johnson & Johnson. Otras vacunas desarrolladas frente a la Covid-19 también emplean los adenovirus como son los casos de Johnson & Johnson (Ad26) o la creada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford que utiliza adenovirus de chimpancés.
Una vez la vacuna rusa ha sido inyectada en el brazo del sujeto, los adenovirus “chocan” contra las células y se adhieren a las proteínas que hay en su superficie. La célula envuelve al virus en una “burbuja” y lo absorbe. Una vez dentro el adenovirus se libera y viaja hasta el núcleo donde se encuentra el ADN de la célula. El adenovirus se inserta en el núcleo y, en este punto, es necesario recordar que ha sido modificado genéticamente para que no pueda generar copias de sí mismo y replicarse, pero la célula sí puede leer el gen de la proteína de espiga del SARS-CoV-2 y copiarlo en una molécula conocida como ARN mensajero.
Este ARN mensajero sale del núcleo y las moléculas de la célula leen su secuencia y empiezan a ensamblar proteínas de espiga. Algunas de las proteínas de espiga que produce la célula forman espigas que migran a su superficie y extienden sus puntas. Las células vacunadas separan algunas de las proteínas en fragmentos que se presentan en su superficie. En este momento el sistema inmunitario puede reconocer estas espigas y los fragmentos de proteínas de espigas.
Las vacunas desarrolladas con adenovirus son más resistentes que las basadas en tecnología de ARN mensajero. El ADN no es tan frágil como el ARN y la resistente cobertura de proteína de adenovirus ayuda a proteger el material genético que contiene
El adenovirus hace que el sistema inmunitario active el sistema de alarma de la célula, y esta envía señales de advertencia para que se inicie la activación de las células inmunitarias más cercanas. De esta forma el sistema inmunitario reacciona con más potencia a las proteínas de espiga. Cuando la célula vacunada muere, sus restos contienen proteínas de espiga y fragmentos de proteínas que después pueden captar un tipo de células inmunitarias. Cuando los linfocitos T detectan estos fragmentos pueden activar la alarma y ayudar a la producción de más células inmunitarias para combatir la infección.
Otras células inmunitarias llamadas linfocitos B podrían chocar contra las espigas del coronavirus en la superficie de las células vacunadas o con fragmentos de proteínas de espiga que están flotando. Unos cuantos linfocitos B quizá logren adherirse a las proteínas de espiga. Después, los linfocitos T activan estos linfocitos B, comenzarán a proliferar y secretar anticuerpos que atacarán a la proteína de espiga. Los anticuerpos pueden adherirse a las espigas del coronavirus y señalar al virus para que sea destruido y se paralice la infección al impedir que las espigas se adhieran a otras células.
Tal y como señalan en The New York Times en base a la documentación relativa a la vacuna, las células de antígenos también pueden activar otro tipo de células inmunitarias denominadas linfocitos T citotóxicos para que rastreen y destruyan cualquier célula infectada por SARS-CoV-2 que presente fragmentos de proteína de espiga en su superficie.
En base a toda esta información algunos investigadores han mostrado sus temores ante el hecho de que, recibir una vacuna de adenovirus, puede hacer que nuestro sistema inmunitario genere anticuerpos para combatirla por lo que una segunda dosis carecería de efecto. Para evitar esto los investigadores rusos han empleado dos tipos de adenovirus diferentes: el Ad26 en la primera dosis y el Ad5 en la segunda.
Las vacunas desarrolladas con adenovirus son más resistentes que las basadas en tecnología de ARN mensajero. El ADN no es tan frágil como el ARN y la resistente cobertura de proteína de adenovirus ayuda a proteger el material genético que contiene. Esto quiere decir que la vacuna rusa puede refrigerarse, pero no requiere temperaturas muy bajas para su mantenimiento.