Al igual que el SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, convivirá con la sociedad durante meses, las mascarillas faciales también harán lo propio. En este sentido, el hecho de no ver la totalidad de las caras de las personas influye en cómo se interactúa.
Si bien es cierto que para la mayoría de la población este hecho tan solo supone una molestia, existen colectivos de personas como los que tienen problemas de audición que precisan de ver el movimiento de los labios. Si no tienen esa posibilidad, pierden información importante que utilizan para comunicarse con los demás.
Los componentes de filtración permanecen a los lados de la boca, sin ocultar la cara como es habitual en la gran mayoría de mascarillas
En este contexto, un equipo de diseñadores franceses ha creado una solución llamada Civility. Esta mascarilla mantiene visible la zona inferior de la cara, incluida la nariz y la boca. Asimismo, los componentes de filtración permanecen a los lados de la boca, sin ocultar la cara como es habitual en la gran mayoría de mascarillas.
Este diseño de 'sonrisa', como lo han bautizado los desarrolladores, permite a las personas comunicarse de forma más fluida. Los filtros de la máscara tienen certificación FFP2 en la Unión Europea (mínimo 94% de filtración de partículas que pasan y máximo 8% de fuga de aire) y se pueden quitar y reemplazar por otros nuevos.
Los filtros de la máscara tienen certificación FFP2 en la Unión Europea (mínimo 94% de filtración de partículas que pasan y máximo 8% de fuga de aire) y se pueden quitar y reemplazar por otros nuevos
Cada conjunto de filtros está diseñado para durar unas doce horas, después de lo cual deben reemplazarse. El resto de la máscara es reutilizable y se puede limpiar de forma segura con soluciones de alcohol al 70%.
El precio de las máscaras Civility se sitúa, a día de hoy, en los 35 euros, y vendrán acompañadas de 30 filtros, los necesarios para prolongar su uso durante un mes de manera regular.