El pasado mes de marzo el mundo asistía atónico al inicio de la peor pandemia a la que ha tenido que hacer frente la Humanidad en al menos, los últimos 100 años. A pesar de que los primeros casos y brotes de Covid-19, enfermedad provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, comenzaron a conocerse en diciembre de 2019 en China, el mundo contó con algunas semanas más antes de comprender que habíamos perdido un tiempo demasiado valioso para frenar su virulencia e impacto.
Lejos de aprovechar la ventaja temporal con la que contaron muchos países, lo cierto es que fue el caos y una prudencia demasiado férrea, dos grandes errores cometidos por los gobiernos y que derivaron la situación conocida por todos. Por supuesto, juzgar los hechos y decisiones una vez han sucedido es lo más sencillo, pero también muy necesario para determinar dónde han fallado las estrategias implementadas para frenar la expansión del virus. En este sentido, hasta mediados del mes de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, por ende, la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea consideraban que el cierre de fronteras no era una medida efectiva para reducir la velocidad de expansión del virus.
“Esta creencia estaba equivocada”, asegura Ruud Koopmans, director de la Unidad de Investigación sobre Migración, Integración y Transnacionalización del WZB Berlin Social Science Center. “Las restricciones a los viajes deberían haber tenido un mayor peso y esto es algo que debe tenerse muy en cuenta en las sucesivas olas de la pandemia, así como ante futuras pandemias”.
Estas afirmaciones se enmarcan en el análisis realizado por el citado centro en 181 países de todo el mundo sobre cómo las restricciones a los viajes a nivel internacional han afectado a las tasas de mortalidad reportadas por la Covid-19. Países muy turísticos como Francia, España, Italia o Estados Unidos han registrado un número significativamente mayor de fallecidos que otras naciones.
“Las restricciones a los viajes deberían haber tenido un mayor peso y esto es algo que debe tenerse muy en cuenta en las sucesivas olas de la pandemia, así como ante futuras pandemias”
Aquí se señala el papel crucial de los flujos de viajes internacionales y el estudio analiza los efectos de las prohibiciones de los viajes y las cuarentenas obligatorias sobre la mortalidad. Cuanto más temprana fue la adopción de estas medidas, mayor fue su eficacia sobre las tasas de mortalidad. El experto recalca que estas restricciones deberían haberse aplicado antes de que la transmisión comunitaria en cada país se encontrase fuera de control.
Si se realiza una comparativa entre los países que establecieron el cierre de fronteras y restricciones de los viajes a principios del mes de marzo con los que lo hicieron de forma posterior o no llegaron a implementarlas, la mortalidad dentro del primer grupo es hasta un 62% más baja que en el caso del segundo.
Entre los primeros países en adoptar restricciones de viaje con tasas de mortalidad significativamente más bajas en la primera ola de la pandemia se encuentran países como Australia, Israel o República Checa. Alemania adoptó estas restricciones el 16 de marzo por lo que se considera una decisión tardía y por lo tanto el estudio lo incluye en el grupo de adoptantes tardíos como Reino Unido, Francia o Brasil.
El estudio muestra que el tipo de restricción de viaje y movilidad también influye. Por ejemplo, las cuarentenas obligatorias para los viajeros entrantes fueron más efectivas que las prohibiciones de entrada. Una explicación plausible es que las prohibiciones de entrada a menudo incluyen excepciones, pero las cuarentenas tienden a aplicarse sobre todos los viajeros que llegan independientemente de su nacionalidad o país de residencia. El análisis muestra además que las restricciones específicas fueron más efectivas que las dirigidas de forma generalizada a todos los países.