El pasado 22 de marzo la Comisión de Salud Pública, en la que se encuentran representadas las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad, aprobaba la actualización de la Estrategia de Vigilancia y Control frente a la Covid-19. Un nuevo paso acorde a la situación epidemiológica en la que nos encontramos dominada por la variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica).
De acuerdo a esta a partir del próximo 28 de marzo los casos leves y asintomáticos de Covid-19 no tendrán que guardar cuarentena. Una medida acorde a la anterior decisión adoptada por las autoridades sanitarias por la que los contactos estrechos de casos positivos de Covid-19 tampoco tienen que guardar cuarentenas. El nuevo sistema de vigilancia pone fin además a la monitorización de la pandemia tal y como se ha producido en los últimos años. Ahora el foco se centrará en los mayores de 60 años, las personas con sistemas inmunológicos comprometidos, los casos graves y los ámbitos más vulnerables como son los sanitarios y sociosanitarios.
La nueva fase en la que entramos responde a la realidad marcada por dos factores. El primero de ellos hace referencia a las características del virus. Cierto es que Ómicron es más transmisible y cuenta con cierto grado de escape inmunitario, pero también provoca una enfermedad más leve. Precisamente en este punto confluye el segundo de los factores: las amplias coberturas vacunales, sumadas al elevado volumen de casos que se ha generado en todo el mundo desde el surgimiento de Ómicron, se han traducido en una protección generalizada.
Desde el inicio de la pandemia han sido muchas las voces que apuntaban a que el SARS-CoV-2 terminaría por convertirse en un virus estacional y conviviríamos con él como ya hacemos con otras enfermedades respiratorias. Más de dos años después del inicio de esta crisis sanitaria global, aún se mantienen algunas medidas y restricciones que paulatinamente nos llevan a ese escenario de convivencia con el virus. Pero queda una pregunta sin responder: ¿acabará siendo estacional?
Luis Enjuanes, jefe del Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC), ha advertido que “el virus ha venido para quedarse, será estacional”.
“El virus ha venido para quedarse, será estacional”
"El próximo invierno tendremos otra ola, pero teniendo a la población vacunada será como una gripe fuerte. Lo previsible es que al ser un virus más atenuado su gravedad sea menor, mantenga esa tendencia y se siga atenuando. Conocemos siete coronavirus humanos, cuatro de ellos leves, que han evolucionado atenuándose, y tres más graves", ha pronosticado.
¿QUÉ DICE LA EVIDENCIA CIENTÍFICA?
Un nuevo estudio liderado por ISGlobal, cuyos resultados han sido publicados en Nature Computacional Science, concluye que el SARS-CoV-2 es una infección estacional que está relacionada con las bajas temperaturas y la humedad, al igual que sucede con la gripe.
“La cuestión de si la Covid-19 es una auténtica enfermedad estacional se vuelve cada vez más central, con implicaciones para determinar medidas de intervención eficaces”, expone Xavier Rodó, director del programa de Clima y Salud de ISGlobal y coordinador del estudio.
Para la realización del estudio los investigadores analizaron la asociación entre la temperatura y la humedad en la fase inicial de la propagación del coronavirus en 162 países de los cinco continentes, antes de la implementación de medidas y restricciones. Su análisis revela una relación negativa entre la tasa de transmisión (R0) y la temperatura y la humedad a escala global. Esto quiere decir que las tasas de transmisión más altas se asociaron con temperatura y humedad más bajas.
“Probablemente la Covid-19 se transforme en una infección estacional que nos recuerde a la gripe, con mayor incidencia en meses fríos, producción en un porcentaje pequeño de los infectados de complicaciones respiratorias y/u otras, necesidad de recuerdos vacunales, trasmisión por vía respiratoria…”
Los efectos climáticos fueron más evidentes a temperaturas entre 12 y 18 grados y niveles de humedad entre 4 y 12 g/m 3, aunque los autores advierten que estos rangos aún son indicativos. Los autores concluyen que esta estacionalidad podría contribuir de manera importante a la transmisión del SARS-CoV-2, ya que se ha demostrado que las condiciones de baja humedad reducen el tamaño de los aerosoles y, por lo tanto, aumentan la transmisión aérea de virus estacionales como la influenza.
La influenza es estacional y alcanza su punto máximo en invierno en las regiones templadas y en la estación húmeda en las regiones tropicales. Partiendo de esta base un estudio publicado en GeoHealth ha analizado las tasas de incidencias del SARS-CoV-2 entre marzo de 2020 y marzo de 2021 en Canadá, Alemania, India, Etiopía y Chile. Los autores de la investigación analizaron factores como la temperatura media diaria, grado de humedad, radiación ultravioleta y capacidad de secado del aire (cuantifica la velocidad a la que se vaporan las gotas de agua presentes en el aire).
De acuerdo con la investigación dos de estos factores, los niveles de radiación ultravioleta y la capacidad de secado del aire, guardaban relación constante con los niveles de Covid-19 en todos los países. La rápida evaporación de las gotas presentes en el aire y un alto grado de luz ultravioleta se han asociado con tasas decrecientes de SARS-CoV-2.
“Probablemente la Covid-19 se transforme en una infección estacional que nos recuerde a la gripe, con mayor incidencia en meses fríos, producción en un porcentaje pequeño de los infectados de complicaciones respiratorias y/u otras, necesidad de recuerdos vacunales, trasmisión por vía respiratoria…”, expone en ConSalud.es José Antonio Oteo Revuelta, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica y jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas.