Cada 24 de octubre se conmemora el Día Mundial contra el Cambio Climático. Una celebración establecida por la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de paliar y detener los devastadores efectos que se están produciendo en todo el planeta como consecuencia del cambio climático. Una clara evidencia a pesar de que todavía, a día de hoy, hay muchas personas que lo niegan.
En todo el mundo se ha producido en los últimos años un preocupante aumento de las enfermedades infecciosas. Nos encontramos inmersos en la peor pandemia a la que ha tenido que hacer frente la Humanidad en los últimos 100 años como consecuencia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. El escenario actual es un fiel reflejo de los impactos combinados de los rápidos cambios demográficos, ambientales, sociales, tecnológicos y de nuestras formas de vida. Que nadie lo dude, el cambio climático afectará de forma cada vez más notable a la aparición y desarrollo de las enfermedades infecciosas y esto no son buenas noticias.
Los seres humanos han sabido que las condiciones climáticas afectan a las enfermedades epidémicas mucho antes de que se descubriera el papel de los agentes infecciosos, a finales del siglo XIX. Los agentes infecciosos varían mucho en tamaño, tipo y modo de transmisión. Hay virus, bacterias, protozoos y parásitos moleculares. Los microbios que causan las “antroponosis” se han adaptado, a través de la evolución, a la especie humana a la que han escogido como su huésped principal y, generalmente, exclusivo. En contraste, las especies no humanas son el reservorio natural de los agentes que causan las denominadas como “zoonosis”.
ANTROPONOSIS Y ZOONOSIS
Hay antroponosis de transmisión directa como la tuberculosis, VIH/sida o el sarampión y zoonosis como la rabia. También hay antroponosis transmitidas indirectamente por vectores como la malaria, el dengue o la fiebre amarilla y zoonosis como la peste bubónica o la enfermedad de Lyme.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica en este sentido que los determinantes importantes de la transmisión de enfermedades transmitidas por vectores incluyen: supervivencia y reproducción del vector, tasa de picadura del vector y la tasa de incubación del patógeno dentro del organismo vector. Los vectores, los patógenos y los huéspedes sobreviven en condiciones climáticas óptimas destacando la temperatura y las precipitaciones, entrando en juego otros factores como el viento, la humedad o la luz.
Hay antroponosis de transmisión directa como la tuberculosis, VIH/sida o el sarampión y zoonosis como la rabia
Existen muchas evidencias sobre las asociaciones entre las condiciones climáticas y las enfermedades infecciosas. El paludismo es un gran problema de salud pública y parece ser la enfermedad transmitida por vectores más sensible al cambio climático a largo plazo. La malaria varía estacionalmente en áreas altamente endémicas. El vínculo entre la malaria y los fenómenos climáticos extremos se ha estudiado durante mucho tiempo en países como India.
A principios del siglo pasado la región de Punjab, irrigada por un río, experimentó epidemias periódicas de malaria. Las lluvias monzónicas excesivas y la alta humedad se identificaron desde el principio como un factor importante al mejorar la reproducción y supervivencia de los mosquitos.
CRECIMIENTO EXPONENCIAL DE ENFERMEDADES INFECCIOSAS
Los expertos señalan que, durante la segunda mitad del siglo XX, se ha multiplicado por cuatro el número de enfermedades infecciosas, aumentando además la frecuencia con la que se suceden los brotes y la intensidad de los mismos. Los efectos del cambio climático y la destrucción de la biodiversidad tienen una consecuencia muy clara: más del 70% de las enfermedades que los seres humanos han experimentado a lo largo de las últimas cuatro décadas son zoonosis, es decir, patologías transmitidas por animales salvajes.
Durante la segunda mitad del siglo XX, se ha multiplicado por cuatro el número de enfermedades infecciosas, aumentando además la frecuencia con la que se suceden los brotes y la intensidad de los mismos
El SARS-CoV-2 no es el primer virus de estas características cuyo origen guarda relación con el comercio y consumo de animales vivos. La gripe N1H1, gripe porcina y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, MERS, son otros ejemplos de virus que probablemente se originaron en animales y luego mutaron pasando a los seres humanos y causando graves pandemias.
“Si bien no es la primera pandemia, nuestras actuales formas de vida han permitido que la Covid-19 se extienda con una virulencia que no habíamos visto ni con la epidemia de gripe de 1918. Aunque la letalidad no es comparable, tenemos una sociedad sumida en el miedo, la ansiedad y la incertidumbre”, declaraba recientemente en una jornada sobre la historia de las epidemias Cristina Henríquez de Luna, vicepresidenta de la Fundación Ciencias de la Salud.
DESTRUCCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
“Cuando un ecosistema está intacto y sin perturbar, todas las especies de ese ecosistema están presentes, incluidos los patógenos; estos, sin embargo, están 'diluidos' gracias a la gran diversidad de especies presentes. Cuando el ecosistema se perturba, unas pocas especies se pueden volver extremadamente abundantes y, cuando eso sucede, sus patógenos también se vuelven extremadamente abundantes, dado el exceso de alimento. Eso facilita la aparición de brotes de enfermedades”, explican en un artículo en Oikos del Instituto de Ecología de la Universidad Autónoma de México.
Más del 70% de las enfermedades que los seres humanos han experimentado a lo largo de las últimas cuatro décadas son zoonosis, es decir, patologías transmitidas por animales salvajes
La OMS alerta desde hace años de los peligros inherentes a la subida de las temperaturas como consecuencia del calentamiento global. Hecho que permite la supervivencia de vectores como los mosquitos en áreas en las que antes no podían hacerlo. En el caso de España, el ejemplo más reciente lo encontramos en el brote del virus del Nilo que los expertos creen que finalizará con la llegada del frío.
“La tesis que ha corrido desde el siglo XIX es que las epidemias proceden de microorganismos y es necesario erradicarlas, como es el caso del paradigma establecido con la viruela”, explica el presidente de la Fundación de Ciencias de la Salud, Diego Gracia.
EL NECESARIO CAMBIO DE MENTALIDAD
Gracia señala que, en la mentalidad médica de los años 50, con la aparición de los antibióticos, se consideraba cercano el final de las enfermedades infecciosas. Un final marcado por la penicilina. “Esta estrategia de la medicina sigue teniéndola la cultura occidental, una cultura del exterminio de los gérmenes patógenos y que, a poco que se analice, es falsa como demuestra la ecología”.
“Las enfermedades infecciosas, epidemias y pandemias nos tienen que enseñar a que debemos cambiar la mentalidad. No solo los médicos sino la sociedad general. Pasar de una mentalidad basada en que las vacunas acabarán con las enfermedades microbianas a una ecológica en la que se respete no solo al organismo sino también a su medio. Generalmente, las epidemias se deben a la intrusión del ser humano en medios que no sabemos controlar”, ha expuesto señalando esta reflexión como posible seguro del SARS-CoV-2.
“Las epidemias se responden con cambios culturales y no pensando que un mero fármaco acabará con ellas”, ha recalcado incidiendo en la necesidad de “generar una nueva cultura”. “Hay que modificar la idea que el ser humano tiene respecto a la naturaleza. El ser humano no es nada sin tener en cuenta el contexto, la ecología”, concluye Gracia recordando el necesario cambio de percepción que los seres humanos tenemos sobre el resto de seres vivos y el entorno que nos rodea.