La pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 ha tensionado los sistemas sanitarios de todo el mundo hasta situarlos al borde del colapso. Con ciertos periodos de relajación en términos de presión asistencial, esta es una situación que se viene sosteniendo en el tiempo desde hace prácticamente un año en la mayoría de países. Todos los recursos, humanos, materiales y económicos están destinados a la Covid-19en perjuicio de otras patologías. La extraordinaria situación en la que nos hallamos inmersos se está traduciendo en un incremento de la propagación de un conjunto diferente de gérmenes (bacterias y hongos resistentes a los medicamentos) que, de manera oportunista, están aumentando en los entornos de atención médica de todo el mundo.
Estas bacterias y hongos, al igual que el coronavirus, atacan de forma más notable a las personas mayores, enfermos y aquellas con sistemas inmunológicos comprometidos. Antes de la pandemia numerosos expertos ya estaban alertando de esta otra gran pandemia silenciosa a la que también tenemos que comenzar a hacer frente o las consecuencias a largo plazo serán nefastas: las bacterias resistentes a los antibióticos y medicamentos por el uso indebido que hacemos de estos.
“Ver el mundo como uno en el que solo existe un solo patógeno es realmente problemático”, alerta en The New York Times la doctora Susan S. Huang, especialista en enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en Irvine. Señala que el enfoque casi singular derivado de la lucha contra el coronavirus parece haber favorecido la propagación de las bacterias resistentes a los antibióticos. “Tenemos todas las razones para creer que este problema ha empeorado”.
“Ver el mundo como uno en el que solo existe un solo patógeno es realmente problemático”
Algunos datos refuerzan estos temores como los brotes de varias infecciones resistentes a los medicamentos en algunas zonas de Estados Unidos, India, Italia, Francia o Perú. Lo cierto es que rastrear la situación en el último año es una tarea complicada ya que la gran mayoría de las residencias de ancianos y centros hospitalarios han destinado todos los recursos a combatir la Covid-19. Cuando las pruebas de detección de estos gérmenes se reanudaron en cierto modo en estos entornos a principios del pasado verano, los resultados sugirieron que ciertos organismos resistentes a los medicamentos habían proliferado. Particularmente problemático resulta el recuento de casos de un hongo denominado Candida auris al que las autoridades sanitarias ya combatían antes de la pandemia.
También están apareciendo bacterias nocivas resistentes a los medicamentos, incluida la Acinetobacter baumannii, resistente a los carbapenémicos, que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) consideran como una “amenaza urgente para la salud”. Hospitales de Italia y Perú han reportado brotes de la bacteria Klebsiella pneumoniae.
No todos los tipos de infecciones resistentes a los medicamentos han aumentado durante la pandemia. Las últimas investigaciones realizadas no han mostrado ningún cambio notable durante estos meses en la tasa de pacientes hospitalizados que se infectan con la bacteria Clostridoides difficile. Un hallazgo que da esperanzas sobre los posibles efectos a largo plazo de la pandemia en la lucha contra este problema.
Hasta el 65% de los residentes en hogares de ancianos son portadores, de alguna forma, de una infección resistente a los medicamentos
Un grupo de expertos encabezados por la doctora Huang deja claro que no están indicando que la lucha contra la Covid-19 esté fuera de lugar. Lo que reclaman es que se debe renovar la atención la atención sobre las infecciones resistentes a los medicamentos. Investigaciones realizadas antes de la aparición del SARS-CoV-2 revelan que hasta el 65% de los residentes en hogares de ancianos son portadores, de alguna forma, de una infección resistente a los medicamentos. A lo largo de los años hemos sido testigos de críticas hacia las residencias de ancianos y hospitales sobre el carácter laxo que en ocasiones tienen ante este problema, debido a los costes de capacitación del personal, detección de los gérmenes y trabajo de desinfección.
Los expertos apuntan a otros factores que han impulsado el crecimiento de este tipo de bacterias como el uso regular de esteroides para tratar a pacientes Covid-19. Estos medicamentos contribuyen a aliviar los síntomas más peligrosos de la enfermedad, pero pueden comprometer el sistema inmunológico.
El pasado mes de julio la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía de que el incremento en el uso de antibióticos durante la pandemia impulsará el desarrollo de bacterias resistentes a futuros tratamientos y, por ende, incrementará la mortalidad. Una línea que sigue la estela de las advertencias realizadas por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) que ha alertado del peligro que puede suponer el hecho de que pasen desapercibidas las infecciones de origen bacteriano en pacientes no Covid-19 “cuando toda la atención se centra en el abordaje de la pandemia”.