Hace 40 años se conocieron los primeros casos del síndrome de inmunodeficiencia adquirida o sida, una enfermedad que tenía un origen vírico en el VIH. Menos de diez años después comenzaron a desarrollarse antivirales capaces de evitar la mutación del patógeno. Primero se desarrollaron los que la evitaban una vez que ya estaba el paciente infectado, y después llegó también la profilaxis, la terapia antiviral que bloquea la mutación del microbio en cuanto este entra en el cuerpo.
Ambos fueron un paso increíble para la lucha contra una epidemia que acababa al año con cientos de miles de personas en todo el mundo. Pero además, son un modelo que hoy en día, cuatro décadas después, suponen un espejo en el que fijarse para desarrollar fármacos contra virus como el que causa la gripe o el que ahora ha sido responsable de otra pandemia, el SARS-CoV-2.
Actualmente ya contamos con tratamientos contra la Covid-19, en concreto vacunas, pero también se están desarrollando antivirales para complementar esta protección contra el virus. Son dos las farmacéuticas que están desarrollando un fármaco de estas características, e incluso el CSIC está en fase de pruebas de un spray antiviral que engaña al coronavirus y detiene la infección.
Los antivirales bloquean una de la proteína que los patógenos utilizan para replicarse en las células, dando error en la replica
A diferencia del sida o de la hepatitis C, para la Covid-19 y la gripe han salido antes las vacunas que los antivirales. Esto se debe a la propia naturaleza de los antivirales. “Solo funcionan para frenar la multiplicación de los virus. Mientras las vacunas atacan al virus al reconocerlo”, señala por teléfono Vicente Soriano, médico especialista en Enfermedades Infecciosas y profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Cuando un virus entra en el cuerpo, como explica a Consalud.es Carmen Álvarez-Dominguez, inmunóloga especializada en enfermedades infecciosas y también profesora de la UNIR, lo primero que hace es introducirse en las células para poder reproducirse lo máximo posible. Es su manera de sobrevivir. Y mientras las vacunas crean anticuerpos capaces de matar a las células infectadas por el virus, y en el caso de las esterilizantes matar al virus sin que llegue a infectar al paciente, los antivirales modifican esa reproducción. Para ello, bloquean una de la proteína que los patógenos utilizan para replicarse en las células, dando error en la replica. Al administrarse de forma oral, su acción en los primeros días de la infección evita que el virus siga bajando por el tracto respiratorio y llegue a los pulmones, momento en el que puede casar una neumonía.
El problema, recuerda Soriano, es que, mientras el VIH o el VHC pueden tardar 20 o 30 años en multiplicarse y comenzar a producir síntomas, la gripe y la Covid- 19 apenas tardan 48 horas y en 10 días ha terminado de infectar al sujeto. “La Covid tiene una capacidad de multiplicarse rapidísima. A las 48 horas de entrar en contacto con el virus ya infecta y el paciente desarrolla fiebre, dolores de cabeza, pérdida de olfato…”. Por eso cuesta más desarrollarlos que las vacunas y es esencial que estos fármacos, creados a partir de las nociones ya aprendidas contra el VIH, se administren en las primeras horas de la infección.
PROFILAXIS CONTRA LA COVID
Otro de los tipos de antivirales que la lucha contra el VIH ha dejado en su legado para el desarrollo farmacéutico es la profilaxis pre-exposición. En este sentido, se está estudiando la posibilidad de implantarlas también para evitar las infecciones por vía respiratoria.
“Se los conoce como quimiovacunas, son muy parecidas a las vacunas, al frenar la entrada de los virus como las vacunas esterilizantes y evitar la infección”, explica Soriano. La idea es que se tomen antes de acudir a un lugar concurrido o donde se conozca que hay un brote, y de esa manera “estar protegido”. Al administrarse de forma oral, y según va avanzando la investigación farmacéutica, podría dar protección doce horas después de tomarlo en vez de tardar casi un mes como en el caso del VIH. Este fármaco, al igual que los antivirales clásicos, sería complementario a las vacunas, de tal forma “que se recibe una protección inmunológica en diferentes situaciones”. Un avance contra los virus que comenzó hace 40 años con la pandemia del VIH y continúa vigente cuatro décadas después con la pandemia del SARS-CoV-2.