Con alrededor de 256 millones de infectados y más de cinco millones de muertes en todo el mundo, la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha desafiado a la ciencia y a la medicina. Poder contar con varias vacunas eficaces y seguras contra la Covid-19 apenas un año después de la detección de los primeros casos es un hito científico. Un trabajo que continúa enriqueciéndose gracias al aumento de la evidencia científica sobre el desempeño de los sueros en el mundo real y las investigaciones que buscan vacunas y tratamientos más eficaces. Un proceso en el que conocer los efectos a largo plazo tanto de la infección natural como de la inmunidad generada a través de las vacunas es crucial.
Nadie duda de que las diferentes vacunas que han recibido la autorización comercial de emergencia y que se están administrando en todo el mundo son fundamentales para controlar la pandemia. Pero lo cierto es que los investigadores aún están aprendiendo sobre su funcionamiento y la protección que generan a largo plazo, así como sobre los raros efectos secundarios que se han observado como las reacciones alérgicas, casos de pericarditis y miocarditis o eventos adversos como los raros casos de trombosis.
También continúan existiendo preguntas críticas sobre la infección. Aproximadamente uno de cada cuatro pacientes con Covid-19 presenta síntomas persistentes, incluso una vez han superado la infección. Este problema, definido como “Covid persistente”.
En un reciente artículo publicado en New England Journal of Medicine, el vicepresidente de Investigación de la Universidad de California y profesor de Dermatología y Medicina Interna, William Murphy; y el profesor de Medicina de la Universidad de Harvard, Dan Longo, han presentado los resultados de una investigación que podría explicar las diversas respuestas inmunes tanto al virus como a las vacunas.
Basándose en conceptos inmunológicos clásicos, Murphy y Longo sugieren que la Hipótesis de la Red del Premio Nobel Niels Jerne podría ofrecer ideas. La hipótesis de Jerne detalla un medio para que el sistema inmunológico regule los anticuerpos. Describe una cascada en la que el sistema inmunológico lanza inicialmente respuestas de anticuerpos protectores a un antígeno (como un virus). Estos mismos anticuerpos protectores más tarde pueden desencadenar una nueva respuesta de anticuerpos hacia ellos mismos, lo que lleva a su desaparición con el tiempo.
“Un aspecto fascinante de los anticuerpos anti-idiotipo recién formados es que algunas de sus estructuras pueden ser una imagen especular del antígeno original y actuar como este al unirse a los mismos receptores a los que se une el antígeno viral. Esta unión puede potencialmente conducir a acciones y patologías no deseadas, particularmente a largo plazo”
Estos anticuerpos secundarios, llamados anticuerpos anti-idiotipo, pueden unirse y reducir las respuestas de anticuerpos protectores iniciales. Tienen el potencial de reflejar o actuar como el mismo antígeno original. Esto puede resultar en efectos adversos.
Cuando el SARS-CoV-2, el virus que causa la Covid-19, penetra en el cuerpo, su proteína de punta se une al receptor ACE2, logrando ingresar a la célula. El sistema inmunológico responde produciendo anticuerpos protectores que se unen al virus invasor, bloqueando o neutralizando sus efectos.
Como una forma de regulación a la baja, estos anticuerpos protectores también pueden causar respuestas inmunes con anticuerpos anti-idiotipo. Con el tiempo, estas respuestas antiidiotípicas pueden eliminar los anticuerpos protectores iniciales y potencialmente dar como resultado una eficacia limitada de las terapias basadas en anticuerpos.
“Un aspecto fascinante de los anticuerpos anti-idiotipo recién formados es que algunas de sus estructuras pueden ser una imagen especular del antígeno original y actuar como este al unirse a los mismos receptores a los que se une el antígeno viral. Esta unión puede potencialmente conducir a acciones y patologías no deseadas, particularmente a largo plazo”, explica Murphy.
Los autores sugieren que los anticuerpos anti-idiotipo pueden potencialmente dirigirse a los mismos receptores ACE2. Al bloquear o activar estos receptores, podrían afectar varias funciones normales de ACE2.
"Dadas las funciones críticas y la amplia distribución de los receptores ACE2 en numerosos tipos de células, sería importante determinar si estas respuestas inmunitarias reguladoras podrían ser responsables de algunos de los efectos fuera del objetivo o de larga duración que se informan", comenta Murphy. "Estas respuestas también pueden explicar por qué estos efectos a largo plazo pueden ocurrir mucho después de que haya pasado la infección viral".
En cuanto a las vacunas contra la Covid-19, el antígeno principal utilizado es la proteína de pico SARS-CoV-2. Según Murphy y Longo, los estudios de investigación actuales sobre las respuestas de anticuerpos a estas vacunas se centran principalmente en las respuestas protectoras iniciales y la eficacia neutralizadora del virus, más que en otros aspectos a largo plazo.
“Con el increíble impacto de la pandemia y nuestra dependencia de las vacunas como nuestra principal arma, existe una inmensa necesidad de más investigación científica básica para comprender las complejas vías inmunológicas en juego. Esta necesidad se deriva de lo que se necesita para mantener las respuestas protectoras, así como de los posibles efectos secundarios no deseados tanto de la infección como de los diferentes tipos de vacunas del SARS-CoV-2, especialmente porque ahora se aplica un refuerzo”, argumenta Murphy. "La buena noticia es que estas son preguntas comprobables que pueden abordarse parcialmente en el laboratorio y, de hecho, se han utilizado con otros modelos virales".