La revista JAMA Network Open ha publicado los resultados de un reciente estudio centrado en analizar las reacciones alérgicas vinculadas a la inoculación de las vacunas contra la COVID-19. Los investigadores responsables, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, han focalizado su interés en las alergias producidas tras la administración de los sueros desarrollados con tecnología de ARNm. Concretamente se han analizado 22 tipos diferentes de reacciones alérgicas potenciales a las primeras 39.000 dosis de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna administradas a los proveedores de atención médica en Stanford poco después de que estas fuese autorizadas para su comercialización de emergencia por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).
La mayoría de las reacciones alérgicas que se produjeron en la muestra estudiada encuentran su origen en el hecho de que esas personas eran alérgicas a alguno de los ingredientes empleados para estabilizar los sueros. No se mostraron alergias a los componentes de la vacuna responsables de proporcionar la inmunidad frente al SARS-CoV-2. Los autores el estudio indican además que las reacciones alérgicas se produjeron a través de una activación indirecta de las vías alérgicas, lo que hace posible que sea mucho más fácil de mitigar que otras reacciones alérgicas.
“Es bueno saber que estas reacciones son manejables”, explica Kari Nadeau, autora principal del estudio y profesora de la Fundación Naddisy en Alergia, Inmunología y Asma.
Las vacunas contra la COVID-19 desarrolladas mediante el uso de tecnología de ARNm, proporcionan inmunidad a través de pequeños fragmentos que de ARNm que codifican instrucciones moleculares para producir proteínas. Dado que este ARNm es frágil, se “encierra” en cápsulas de lípidos, sustancias grasas y azúcares para garantizar su estabilidad. Cuando la vacuna se inyecta el ARNm puede ingresar en las células inmunitarias y celulares cercanas que luego fabrican proteínas no infecciosas que se asemejan a las presentes en la superficie del SARS-CoV-2. Estas proteínas desencadenan una respuesta inmunitaria que permite a nuestro sistema inmunológico reconocer y defenderse del virus.
Los investigadores han identificado una serie de síntomas comunes: urticaria, hinchazón de boca, labios, lengua o garganta, dificultad para respirar, sibilancias u opresión en el pecho, cambios en la presión arterial y pérdida de conocimiento
De los referidos 22 tipos de registros de reacciones alérgicas dentro del total de la muestra analizada, 20 se desarrollaron en mujeres y los síntomas se manifestaron en las tres horas posteriores a la inoculación del suero. Mediante la búsqueda en los registros médicos de los vacunados que componen la muestra analizada, los investigadores han identificado una serie de síntomas comunes: urticaria, hinchazón de boca, labios, lengua o garganta, dificultad para respirar, sibilancias u opresión en el pecho, cambios en la presión arterial y pérdida de conocimiento. En 17 de los 22 casos se cumplió con los protocolos establecidos tras el diagnóstico de una reacción alérgica. Tres casos recibieron epinefrina, administrada generalmente cuando se producen anafilaxias de mayor gravedad. Los 22 casos se recuperaron sin ningún tipo de secuela.
En 15 de los casos registrados se contaba con antecedentes médicos documentos sobre reacciones alérgicas previas, entre las que se incluyen 10 a determinados antibióticos, nueve a alimentos y ocho a medicamentos no antibióticos. Algunos sujetos presentaban alergia a más de un elemento.
Los participantes se sometieron a pruebas de punción cutánea en las que el profesional médico inyectó pequeñas cantidades de alérgenos potenciales, lípidos, azúcares (polietilenglicol o polisorbatos) o la vacuna completa. Ninguno de los receptores reaccionó en las pruebas de punción cutánea a los ingredientes de inertes de la vacuna y solo la piel de uno de los sujetos reacción a la vacuna completa. Los análisis de sangre realizados como seguimiento mostraron que los receptores de la vacuna no presentaban niveles significativos de anticuerpos IgE contra los ingredientes de la vacuna.
Dado que estas pruebas no explicaron el mecanismo de las reacciones alérgicas se procedió a la realización de otro tipo de prueba diagnóstica. Los receptores de la vacuna compartieron muestras de sangre para las pruebas de activación alérgica de las células inmunitarias denominadas basófilos. De esta forma 10 de las 11 muestras mostraron reacción alérgica al ingrediente polietilenglicol, empleado en las vacunas. Los 11 casos mostraron activación de los basófilos en respuesta a la vacuna completa.
Los autores de la investigación tranquilizan indicando, en primer lugar, que la proporción de reacciones alérgicas en comparación con el total de vacunados es ínfima. Recalcan que estas reacciones pueden controlarse fácilmente con antihistamínicos, corticosteroides y observación, por lo que muchas personas que han recibido la primera dosis y han experimentado una reacción alérgica, pueden recibir la segunda de forma segura bajo atenta supervisión médica.