Trabaja en la Gerencia de Urgencias, Emergencias y Transporte Sanitario del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam). Se llama Alberto Luque, es enfermero y desarrolla sus funciones a bordo de una UVI móvil con base en Alcázar de San Juan. Durante el trascurso de una guardia, atiende la llamada de ConSalud.es para explicar cómo es una jornada en tiempos de coronavirus, las similitudes o diferencias con un escenario bélico o reflexionar sobre la fina línea que separa la vida de la muerte. Esta es su historia.
¿Cómo es el día a día de un enfermero de Emergencias en un escenario tan grave como en el que estamos viviendo, trabajando en plena pandemia de coronavirus?
El día a día es un poco penoso. Tenemos en la cabeza todos los protocolos, mil medidas de seguridad. Prima la seguridad del equipo. Esto se refleja en que, para poder hacer una intervención, antes tienes que vestirte de la forma adecuada para evitar contraer la infección. Todo se enrevesa y se complica un poco más.
Hay que sumar la incomodidad que supone trabajar con un equipo de protección individual (EPI). Nosotros utilizamos buzos, que hacen que sudes muchísimo y se empañen tus gafas, en el caso de que las uses. Todo ello añadido a la complejidad, en sí misma, de las patologías que estamos viendo relacionadas con el Covid-19.
Alberto Luque, enfermero de UVI móvil
En resumen, el día a día en una ambulancia del enfermero, técnico o médico es complejo, tedioso y muy fatigoso. Hemos sumado un plus a lo que ya teníamos.
¿Tenéis que hacer desinfecciones constantes tanto de equipos individuales como de la propia UVI móvil cuando intervenís? ¿Cuánto tiempo necesitáis para llevar a cabo todos estos procesos?
Depende. Si no trasladamos al paciente, hacemos una desinfección del profesional. Retiramos el EPI, desinfectamos con lejía y ozono y, en cada intervención, utilizamos trajes nuevos. Los usados los dejamos para su posterior desinfección. Este proceso es más rápido.
No obstante, si tenemos que desinfectar el vehículo porque hemos trasladado un paciente positivo, se demora el proceso. Entre la limpieza de superficies y la aplicación del ozono, se pueden ir unos 20 o 30 minutos después del traslado.
Estos pacientes, que precisan de aislamiento, no pueden estar acompañados por un ser querido en la ambulancia. Más que nunca cobra especial importancia la humanización de los cuidados. ¿Cómo llegáis a simultanear el tratamiento clínico con esa atención humana a unas personas que, además, se encuentran asustadas y desorientadas?
Soy un defensor acérrimo de las competencias actitudinales: la comunicación, la escucha activa, la asertividad, la empatía, el sentido del humor. Ninguna de ellas está en contra de las competencias aptitudinales, es decir, nuestros conocimientos y habilidades. Nuestra actitud y nuestra aptitud deben sumarse para poder llegar a la excelencia.
"Estos días se hace más necesario que nunca comunicar bien. Esto se traduce en mirar a la persona, informarle en un lenguaje entendible, sin condescendencia, sin paternalismo, sin medias verdades"
Estos días se hace más necesario que nunca comunicar bien. Esto se traduce en mirar a la persona, informarle en un lenguaje entendible, sin condescendencia, sin paternalismo, sin medias verdades. Debemos entender que entramos en su vida totalmente embutidos en nuestros buzos y mamparas, poniendo ya una barrera física. Esta situación acojona al paciente, literalmente. Cuando nos ve llegar, el mundo se le cae encima.
Hemos de tratar de digerir la vorágine de información que todos tenemos en algo entendible para el paciente, que corresponda a su situación clínica del momento. A él y a su familia. Nunca tenemos que olvidar que la familia sigue siendo paciente, aviso y competencia nuestra.
En algunos traslados de estos días, la persona puede llegar a pensar que, por el hecho de tener el virus, es alguien no deseable. Una de las sensaciones que tienen las personas que se suben a la ambulancia es que es la antesala de entrar en la UCI y, probablemente, no salir de ella. Les tienes que explicar que eso no es así y que la inmensa mayoría de las personas vencen esta enfermedad.
Todos y todas asumimos que es algo que nos puede llegar a pasar. Cuando tú eliges esta profesión, sabes que pueden venir situaciones así. A nivel de miedo vivimos algo parecido con el ébola, que no llegó a pandemia. Ahora se ha hecho patente, se ha convertido en una realidad.
¿Cómo lo afrontamos? Como mejor se puede, cada uno lo llevará de la mejor manera posible. Yo lo hago con muchísimo respeto, procurando llevar el protocolo a rajatabla y siendo muy consciente de que nos puede pasar a cualquiera. No es lo más frecuente, pero puede suceder.
Quería aprovechar la ocasión para mandar un fuerte abrazo a sus compañeros y a su familia.
Hace unos días publicabas en tu perfil de Instagram que "no eras un héroe ni querías serlo". ¿Supone una losa este término que tanto se utiliza estos días en la opinión pública?
Hablo siempre en primera persona. Yo ni soy un héroe ni lo quiero ser. Soy una persona que eligió una profesión de forma vocacional y que, día a día, me voy enamorando de ella. Soy enfermero y mi labor es cuidar personas.
Esto no significa que tenga que asumir la responsabilidad de que salga siempre 'cara'. Nosotros trabajamos con personas, y éstas afrontan las leyes de la naturaleza. Dentro de estas leyes está irse de la vida. ¿Qué intentamos nosotros? Tratamos de engañar a la que nunca pierde, a la muerte, pero no siempre es posible.
Cuando yo me reciclo, hago un máster, voy a congresos, a charlas, me apunto a cursos y no sale la 'cara' que yo esperaba, sino que sale 'cruz', no me puedo sentir responsable.
Si la sociedad nos tilda de héroes, nos carga con una responsabilidad añadida que no nos pertenece. Al final siempre ganará la naturaleza. Y es sano entender que es así, que la muerte forma parte de nuestro proceso vital. Como sanitarios trataremos primero de engañarla y, si no lo logramos, haremos que la despedida sea lo más digna y humana posible.
Si nos definen como héroes, nos cargan con esa presión. Ya tengo bastante con la presión que tenemos en este momento, como para asumir que siempre tiene que salir bien. ¿Qué pasa cuando no sale bien? Entiendo que la mayoría de las personas lo dicen de forma afectuosa, cariñosa, incluso alabando nuestro trabajo. Pero el término en sí no aporta más.
Durante una etapa de tu vida fuiste enfermero militar en las Fuerzas Armadas. Como conocedor de ambas realidades, ¿se puede hablar del concepto 'guerra' en la crisis sanitaria que nos atañe hoy en día?
Estuve destinado en la Academia de Infantería de Toledo. Mi trayectoria profesional me llevó a una posguerra, la que surgió a raíz de los Acuerdos de Dayton en las guerras yugoslavas.
"Se utiliza mucho el término guerra, incluso desde la propia Administración. Habría que ver una guerra real para entender que eso es otra cosa"
En algunos momentos, había escenarios de guerra que podían tener cierta similitud, no física por supuesto. Hablo del aislamiento, la reclusión en la vivienda. Ahí sí que te iba la vida cuando llovían granadas. El mero hecho de ir a por agua era jugarse la vida.
Se utiliza mucho el término guerra, incluso desde la propia Administración. Habría que ver una guerra real para entender que eso es otra cosa. El símil puede estar bien, porque tenemos que llevar a cabo acciones desesperadas para salvar vidas de personas, pero dista mucho de la cruda realidad de la guerra.
Sí, para mí lo fue. De hecho empecé a escribir por un aviso en el que no salió aquello que yo esperaba. Salió 'cruz' con una niña de un año. No supe asumir las emociones en un momento en el que mi formación sobre inteligencia emocional era nula. Nadie me explicó qué son las emociones, que estas no son buenas ni malas y que, por llorar, no soy mejor ni peor profesional. Lloré en silencio durante meses hasta que, gracias a la ayuda psicológica, salí escribiendo.
El principal objetivo para el que he utilizado los libros ha sido para dar salida a aquellas emociones que yo vivía dentro de la ambulancia. Efectivamente, la escritura terapéutica ha sido una tabla de salvación.
Recomiendo a todos los profesionales de la salud que, en estos momentos que estamos viviendo, se sirvan de la escritura. Cuando escribes tomas distancia, relativizas todo aquello que viviste. Quizás escribir nuestras emociones ahora, en caliente, nos ayude a que esa factura sea menor en el futuro.
A lo largo de estos años en Emergencias has visto realidades muy duras. ¿Qué aprendizaje puede extraer la ciudadanía de circunstancias como las que estamos viviendo?
Durante estas semanas la sociedad se está dando cuenta del valor de las pequeñas cosas y lo que echamos en falta. Todos los que nos dedicamos al mundo de la salud hemos visto como personas, con su capacidad cognitiva conservada pero que preveían una muerte certera, echaban de menos cosas inmateriales. Un abrazo, un beso o un perdón que no dio, una conversación que no tuvo o el último adiós con un familiar cercano.
Cuando esto te lo cuenta alguien que dos horas después fallece, solo tienes que escuchar para entender que la vida es algo diferente a lo que estamos acostumbrados a valorar, como puede ser escalar profesionalmente o las cosas materiales.
"Todos los que nos dedicamos al mundo de la salud hemos visto como personas, con su capacidad cognitiva conservada pero que preveían una muerte certera, echaban de menos cosas inmateriales. Un abrazo, un beso o un perdón que no dio"
Hay dos frases que tengo tatuadas de dos pacientes. La primera fue de una señora que trasladamos durante una hora larga y, antes de llegar al hospital de destino, me dijo: "Me he pasado toda la vida queriendo a los demás: a mi marido, a mis hijos, a mis nietos. Se me olvidó quererme a mí. Si salgo de esta me voy a querer". Aquella frase la pronunció tres veces: "me quiero, me quiero, me quiero".
La segunda fue también de una persona mayor, que me dijo: "Enfermero, vive porque es muy triste llegar a mayor sin nada más que años por contar". Y te lo dice una persona que, igual que la otra señora, se despidió. Fueron de las últimas palabras que dijo. Algo de verdad habrá. Hay que querernos más. Hay que vivir más intensamente si podemos. No debemos perder la vida olvidando las pequeñas cosas.
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