El coronavirus ha llegado a África. 30 de los 54 países que conforman el continente han reportado casos de COVID-19. El virus ha desatado una crisis sanitaria global sin precedentes y pocos imaginaban que el nuevo coronavirus surgido en la ciudad china de Wuhan acabaría extendiéndose por todo el globo, poniendo en jaque a los sistemas sanitarios, sociedades y economías de todo el planeta.
Una fotografía ante la que África se encuentra prácticamente desprotegida. La mayoría de los países africanos cuentan con sistemas sanitarios debilitados y muchas regiones del continente carecen de acceso a servicios básicos como agua potable. Un escenario que complica las perspectivas, ya que las medidas de higiene como el frecuente lavado de manos, es uno de los principales mecanismos para frenar el incremento de los contagios y romper la cadena de transmisión del virus.
Muchas voces se han preguntado los motivos por los que el virus ha tardado tanto en llegar al continente africano tras la rápida expansión reportada en las regiones de Asia, Estados Unidos y Europa. Cada vez son más los expertos y observadores internacionales que señalan que esta pregunta tiene una respuesta muy sencilla: informes deficientes y unas tasas de realización de pruebas muy baja.
Un ejemplo que confirma esta hipótesis lo encontramos en Nigeria. En el país se han identificado a más de 200 personas que habían estado en contacto con el turista italiano que se convirtió en el primer caso confirmado de COVID-19 en el país. Solo se han realizado las pruebas a 33 de esos más de 200 contactos.
ÁFRICA SE PREPARA PARA EL CORONAVIRUS
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado que las pruebas para detectar el virus deberían estar disponibles en un plazo de dos semanas en todos los países africanos. En la actualidad, 33 de los 47 países del África Subsahariana ya cuentan con instalaciones destinadas a su diagnóstico. Cabe señalar en este sentido que a principios de año únicamente disponían de ellas Sudáfrica y Senegal.
La lentitud con la que el virus ha llegado al continente después de convertir Europa en el nuevo foco global, ha permitido que los países africanos puedan contar con cierto tiempo para prepararse ante esta pandemia.
A principios del pasado mes de febrero la OMS mostraba su preocupación ante el hecho de que el virus comenzase a llegar a países con sistemas sanitarios debilitados o deficitarios y que no contasen con los recursos suficientes para afrontar una epidemia.
"Nuestra mayor preocupación es la posibilidad de que el virus se propague a países con sistemas de salud más débiles", declaraba el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, nacido en Etiopía.
"Nuestra mayor preocupación es la posibilidad de que el virus se propague a países con sistemas de salud más débiles"
Unas palabras dirigidas principalmente a África cuyos sistemas sanitarios se encuentran ya saturados por otros brotes de enfermedades y que no cuentan con suficientes sistemas de detección.
Algunos países como la República Democrática del Congo cuentan con instalaciones de aislamiento que han son utilizadas ante los brotes de ébola. Pero carecen de la capacidad de detección de un virus como el COVID-19.
Sudáfrica se erige como la economía más desarrollada del continente, pero se enfrenta a una epidemia de VIH con más siete millones de afectados en el país. Un dato muy preocupante ya que el COVID-19 convierte a las personas son un sistema inmunitario debilitado en los principales grupos de riesgo.
LAS MEDIDAS EN ÁFRICA
Ante esta fotografía los países africanos han comenzado a adoptar férreas medidas ante la aparición de casos dentro de sus fronteras. Uno de los países más afectados es Egipto. Según los últimos datos ofrecidos por la OMS el país ha registrado 110 casos y dos fallecidos. Unos datos ante los que muchos expertos señalan que las cifras podrían ser mucho más elevadas que las reportadas por las fuentes oficiales.
Egipto ha decretado el cierre de los centros educativos en todos sus niveles durante los próximos 15 días. Desde el 19 de marzo entrará en vigor la suspensión del tráfico aéreo en todos los aeropuertos egipcios hasta el próximo 31 de marzo. Unas medidas que se producen en plena temporada turística por lo que han informado que los turistas que ya están en el país abandonarán Egipto según el calendario de sus programas.
Sudáfrica ha reportado más de 60 casos y ha anunciado la prohibición de todos los vuelos procedentes de países de riesgo. Argelia y Marruecos han cerrado todas las conexiones áreas y marítimas con Europa. En el caso de Marruecos se ha procedido al cierre de todas sus mezquitas.
Senegal ha suspendido todos los vuelos procedentes de países de riesgo y Mauritania ha cerrado su espacio aéreo. Una medida seguida (más el cierre de sus puertos) por Libia y Yibuti a pesar de que no han registrado casos todavía.
Kenia ha prohibido todos los vuelos procedentes de países de riesgo y Ghana hace lo propio con todos aquellos países que hayan reportado más de 200 casos positivos por coronavirus en las últimas dos semanas.
EL RECUERDO DEL ÉBOLA
El hecho de que África pueda enfrentarse a la pandemia de la forma virulenta en la que lo está haciendo por ejemplo Europa o Asia preocupa a las ONG y a todos los organismos internacionales.
A pesar de las medidas citadas que se están adoptando en algunos países, el continente se enfrenta a una clara escasez de recursos tanto materiales como humanos, así como a dificultades de acceso a servicios básicos como el agua potable (y jabón) en muchas regiones.
El continente se enfrenta a una clara escasez de recursos tanto materiales como humanos, así como a dificultades de acceso a servicios básicos como el agua potable en muchas regiones
Un escenario al que se suman los sistemas sanitarios debilitados, falta de infraestructuras y un déficit de mecanismos y experiencia en la detección de un virus como el COVID-19. Una situación que, inevitablemente, nos remonta a la crisis del ébola que golpeó al continente africano.
La epidemia de ébola acaecida entre 2014 y 2016 ha pasado a la historia como el mayor brote epidémico de la enfermedad. Su origen se encuentra en diciembre de 2013 en Guinea Ecuatorial. La enfermedad se extendió posteriormente a Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Senegal, Mali, Estados Unidos, España y Reino Unido. El brote epidémico de ébola se tradujo en más de 11.300 muertos y más de 28.000 infectados.
El brote epidémico de ébola se tradujo en más de 11.300 muertos y más de 28.000 infectados
Por el momento las cifras reportadas desde África sobre los casos positivos de coronavirus son de 350. Unos datos que, tal y como se ha señalado al inicio de estas líneas, puede que no se adapten a la realidad de la situación debido a los múltiples factores explicados. En cuando a los muertos, estos han superado la decena y se han registrado en Egipto (dos), Argelia (cinco), Marruecos (dos) y Sudán (uno).
El miedo se extiende por todo el continente ante la incertidumbre de si el virus conseguirá expandirse en África con la virulencia que lo ha hecho en Asia o Europa. Países como Nigeria cuentan con una amplia experiencia ante crisis derivadas por brotes de gripe, polio o cólera.
En el África Subsahariana el 63% de la población (alrededor de 300 millones de personas) carece de acceso a agua potable
Pero la experiencia generalizada en los países africanos ante un virus como el COVID-19 es prácticamente nula. Hasta tal punto, que organismos internacionales han informado que algunos países ni siquiera cuentan con kits de detección.
Una fotografía que se complica ante el hecho de que en el África Subsahariana el 63% de la población (alrededor de 300 millones de personas) carece de acceso a agua potable por lo que no pueden hacer algo tan simple como lavarse las manos.
Por el momento, no se han reportado brotes descontrolados. Únicamente casos concretos. Pero todos los esfuerzos están puestos en frenar el avance de una pandemia en un continente con una red generalizada de sistemas de salud vulnerables en un contexto internacional en el que la ayuda humanitaria, ante una crisis sanitaria en África, no se contempla como una de las soluciones plausibles debido a la virulencia con la que el COVID-19 está golpeando las economías y sistemas sanitarios occidentales.