El 21 de diciembre de 2020 el Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP, por sus siglas en inglés) de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) recomendaba que se concediese la autorización de comercialización condicional a Comirnaty, la vacuna contra la Covid-19 desarrollada por Pfizer y BioNTech. Una decisión que ponía punto y final a un año marcado por los estragos a todos los niveles causados por el SARS-CoV-2 y que marcaba el inicio de una nueva etapa en la lucha contra el virus. Un año después, la realidad que observamos no es la esperada.
“Hace exactamente un año, el 21 de diciembre de 2020. Cuando hice el anuncio el año pasado, realmente no esperaba que un año después siguiéramos en una pandemia”, lamentaba el pasado 21 de diciembre la directora de la EMA, Emer Cooke. “La situación epidemiológica sigue siendo extremadamente preocupante en Europa”.
Tras la autorización de la vacuna de Pfizer/BioNTech, se produjo la de Moderna a la que sucedió el visto bueno a las desarrolladas por AstraZeneca y Janssen. Apenas una semana antes de que finalizase el presente año, la EMA emitía la recomendación positiva para la autorización, confirmada horas más tarde por parte de la Comisión Europea, del suero desarrollado por Novavax. La Unión Europea cierra el 2021 con cinco vacunas seguras y eficaces en su cartera, así como con una serie de tratamientos destinados a los pacientes con Covid-19. A pesar de esto, la situación del viejo continente es preocupante.
Los Veintisiete, gracias al sistema de compras conjunta acordado por parte de la Unión Europea en nombre de sus Estados miembros, ha tenido acceso desde el minuto uno a todas y cada una de las vacunas que han ido recibiendo la autorización condicional de comercialización. A pesar de esto las coberturas vacunales muestran significativas diferencias entre los distintos países.
Una situación que, a una semana de finalizar el año, se ha tornado en uno de los escenarios menos deseados. En un contexto de dominancia global de la variante Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en india), hasta un 60% más transmisible que su predecesora Alfa (B.1.1.7, detectada originalmente en Reino Unido), el 25 de noviembre el Instituto Nacional de Enfermedades Transmisibles de Sudáfrica (NICD, por sus siglas en inglés) anunciaba la identificación de una nueva variante del SARS-CoV-2: Ómicron (B.1.529), la segunda variante de preocupación (VOC, por sus siglas en inglés) detectada en Sudáfrica (la primera fue Beta, B.1.351). En apenas un mes, Ómicron, ha cambiado por completo la situación.
“Hace exactamente un año, el 21 de diciembre de 2020. Cuando hice el anuncio el año pasado, realmente no esperaba que un año después siguiéramos en una pandemia”, lamentaba el pasado 21 de diciembre la directora de la EMA, Emer Cooke. “La situación epidemiológica sigue siendo extremadamente preocupante en Europa”
Ómicron se ha extendido rápidamente en cada vez un mayor número de países llegando a sustituir ya a Delta como variante predominante en algunos de ellos. "Vemos que se avecina otra tormenta: Ómicron se está convirtiendo, o ya se ha convertido, en dominante en varios países, entre ellos Dinamarca, Portugal y el Reino Unido, donde su número se duplica cada día y medio o tres días, generando tasas de transmisión nunca vistas hasta ahora", declaraba en rueda de prensa el director regional para Europa de la OMS, Hans Henri P. Kluge. El experto advertía de que “es probable” que la variante Ómicron se convierta en la dominante en el viejo continente “dentro de unas semanas”.
En el caso de España, según la actualización publicada por el Ministerio de Sanidad el pasado 20 de diciembre sobre la situación epidemiológica de las variantes, esta variante ha pasado de representar el 3,4% de las muestras secuenciadas en la semana comprendida entre el 29 de noviembre y el 5 de diciembre, al 47,2% en la semana comprendida entre el 6 y el 12 de diciembre.
Hasta hace escasas semanas, España había conseguido evitar la virulencia con la que la nueva ola golpea al viejo continente, gracias al alto índice de población vacunada contra la Covid-19. A pesar de esto la alta transmisibilidad de Ómicron (hasta tres veces superior a Delta según algunos estudios), no ha evitado que nuestro país se encuentre ahora reportando cifras diarias récord de nuevos contagios con una incidencia acumulada a 14 días por cada 100.000 habitantes disparada.
Según la última actualización de la situación epidemiológica realizada por el Ministerio de Sanidad, la IA se sitúa en nuestro país en los 911,31 casos, tras registrar un incremento en las últimas 24 horas de 72.912 contagios. La buena noticia es que la gran absorción de las vacunas por parte de la población está consiguiendo que el elevado número de nuevos casos no se traduzca en picos asistenciales abruptos que tensionen peligrosamente nuestro sistema sanitario.
En el caso de España, según la actualización publicada por el Ministerio de Sanidad el pasado 20 de diciembre sobre la situación epidemiológica de las variantes, esta variante ha pasado de representar el 3,4% de las muestras secuenciadas en la semana comprendida entre el 29 de noviembre y el 5 de diciembre, al 47,2% en la semana comprendida entre el 6 y el 12 de diciembre
En este contexto se celebraba el pasado 22 de diciembre una Conferencia de Presidentes en la que Ejecutivo central y comunidades autónomas abordaron la situación del país. La principal conclusión de este punto de encuentro se resume en el anuncio del regreso de la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores. Seis meses después de la supresión de esta medida se aprobaba en el Consejo de Ministros extraordinario del 23 de diciembre su vuelta como consecuencia del avance de Ómicron.
"En la prevención, si hay algo fundamental, es el uso de la mascarilla. Cuando uno está haciendo deporte, en el campo, y está solo o con un familiar o un amigo y hay distancia, no es necesario que lleve la mascarilla", expresaba el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recalcando que con esta medida lo único que hacen desde Moncloa es “recoger el testigo de lo que han planteado la amplísima mayoría de los gobiernos autonómicos”.
Sánchez ha dejado claro que la situación no es la misma que las navidades pasadas por lo que las medidas tampoco deben serlo. “Queremos intensificar la campaña de vacunación, es la más importante”, recalcaba poniendo énfasis en la inoculación de los refuerzos fijando nuevas metas de cobertura vacunal. El resto de medidas propuestas se centran en el refuerzo de la vacunación y los rastreos con personal militar, aumentar el suministro de pruebas diagnósticas a través de los test de antígenos profesionales en farmacias (gracias a las autorizaciones temporales concedidas por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios) y la supresión de las cuarentenas para los contactos directos de casos confirmados siempre y cuando hayan completado la pauta de vacunación. Además, se ha propuesto a los líderes autonómicos “reuniones periódicas cada 10 días mientras dure esta sexta ola”.
El presidente del Gobierno rechazaba la Ley de Pandemias que se solicita desde la oposición y desde algunas comunidades autónomas. “Creo que después de la doctrina del Tribunal Constitucional tras el Estado de Alarma, con la Ley de Salud Pública, y las acciones coordinadas aprobadas por el Consejo Interterritorial, tenemos instrumentos jurídicos suficientes para hacer frente a la pandemia”, defendía. En cuanto a otra de las principales demandas desde las autonomías, el Fondo Covid-19, aseguraba que “ahora hay 7.000 millones de euros que se van a transferir a las comunidades autónomas, por tanto, hay dinero suficiente”, destacando que “en materia de defensa de la salud pública y de atender a la pandemia, no va a haber problema de recursos”.
A falta de una semana para que finalice el año, muchos esperaban estar ya hablando del final de la pandemia. Nada más lejos de la realidad. Una de las máximas que más se han repetido desde el inicio de la autorización condicional de las vacunas contra la Covid-19 es que “nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos”
Las medidas aprobadas por el Ejecutivo central no han sido recibidas con agrado por todas las autonomías. Cataluña, Galicia, Andalucía y País Vasco han mostrado su disconformidad asegurando que la sexta ola de la pandemia no puede frenarse ni controlarse con medidas como la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores y confiando en la administración de las dosis de refuerzo de las vacunas.
A falta de una semana para que finalice el año, muchos esperaban estar ya hablando del final de la pandemia. Nada más lejos de la realidad. Una de las máximas que más se han repetido desde el inicio de la autorización condicional de las vacunas contra la Covid-19 es que “nadie estará a salvo hasta que todos lo estemos”.
La OMS ha repetido hasta la saciedad que es fundamental que el acceso global a los sueros sea equitativo para poder empezar a controlar la pandemia. Mientras los países con mayores recursos continúan apostando por las dosis de refuerzos en muchas naciones de bajos y medianos ingresos apenas se han iniciado las campañas de inmunización y, el mejor ejemplo, lo encontramos en los objetivos fallidos de COVAX.
El principal reto que los países deben fijarse para el 2022 es hacer llegar las vacunas a todos y cada uno de los países. La rápida expansión de Ómicron ha demostrado que el coronavirus puede poner en jaque de nuevo al mundo entero en menos de un mes. Gracias a las vacunas, a pesar de que muchos países están reportando cifras de nuevos contagios récord desde que se inició la pandemia, estos no se están traduciendo de forma abrupta en hospitalizaciones, ingresos en UCI y muertes. Esta es la principal diferencia respecto al 2020: las vacunas son la mejor herramienta para comenzar a controlar la pandemia.
Una meta que debe acompañarse del desarrollo de tratamientos eficaces y seguros destinados al tratamiento de los pacientes Covid-19. Un binomio al que debe sumarse de una vez, sin más excusas ni promesas vacuas, el reparto igualitario de las vacunas. De lo contrario, todo apunta a que Ómicron no será el último golpe de un virus que ya le ha costado un precio demasiado alto a una humanidad que continúa, un año más, sin aprender de sus propios errores.