Durante los últimos días, miles de personas se han visto afectadas por los efectos de la DANA, perdiendo algunas de sus pertenencias, sus casas y en algunos casos hasta seres queridos. Tras una catástrofe natural de este tipo, los afectados suelen atravesar varias etapas emocionales, un proceso que requiere una intervención psicológica precisa y adaptada a las necesidades de cada individuo.
En declaraciones a ConSalud.es, Mar Valero Valero, miembro del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana y de Psicoemergencias-Comunitat Valenciana, relata que “en el momento en que se emiten avisos de emergencia, las personas suelen experimentar incredulidad ante la posibilidad de que ocurra una catástrofe”. Pero cuando el desastre impacta, se produce una primera fase de shock y una sensación de irrealidad que, combinada con la percepción de falta de control, tiende a desorientar a las personas. “Una vez pasado el impacto, la gran mayoría de personas son capaces de idear planes de acción y llevar a cabo conductas de lucha o huida y prosociales, de ayuda a los demás”, afirma Valero.
En estos primeros momentos de crisis, la intervención del equipo psicológico se centra en atender las necesidades emocionales inmediatas de los afectados. Según indica la experta, las reacciones que presentan estos pacientes suelen incluir “sentimientos de culpa, falta de concentración y dificultades para mantener la atención” en el aspecto cognitivo, mientras que a nivel fisiológico se observa “un aumento del ritmo cardíaco y la presión sanguínea, tensión muscular, náuseas, temblores musculares, sudoración y escalofríos”.
“La intervención psicológica en desastres no es una terapia psicológica, sino un primer acompañamiento psicológico”
Por otra parte, el impacto emocional puede incluir tristeza, impotencia, rabia, irritabilidad y nerviosismo. “A nivel comportamental, al experimentar estas reacciones tan intensas a nivel emocional y cognitivo, la persona se puede sentir diferente, incomprendida y se presenta agotamiento físico crónico, pueden presentarse insomnios y/o pesadillas”, apunta la experta.
Valero enfatiza que “la intervención psicológica en desastres no es una terapia psicológica, sino un primer acompañamiento psicológico”. Los primeros auxilios psicológicos buscan proporcionar alivio emocional inmediato, ayudar a los afectados a ubicarse en la nueva realidad y satisfacer sus necesidades básicas. Además, se facilita el contacto con redes de apoyo social, ya sean familiares o amigos, para que los afectados encuentren una base de apoyo emocional y físico.
Las intervenciones psicológicas en estos casos deben adaptarse a los diferentes perfiles de los afectados, teniendo especial consideración por grupos de riesgo como la infancia, la adolescencia, los mayores y personas con discapacidades o problemas de salud mental previos. “Cuando nos dirigimos a población infantil debemos adaptar el lenguaje para que nos puedan entender y aplicar los primeros auxilios psicológicos desde el juego o con historias adaptadas a la edad”, aclara Valero. También es crucial que los niños se encuentren acompañados de sus figuras de apego, ya que esto contribuye a que se sientan seguros.
“Debemos hacerles sentir seguros, sin garantizar cosas que no sabemos si ocurrirán o no o prometer que todo se va a arreglar”
Para personas mayores o con discapacidades, Valero recomienda una comunicación empática y realista, evitando promesas inciertas. “Debemos hacerles sentir seguros, sin garantizar cosas que no sabemos si ocurrirán o no prometer que todo se va a arreglar, tratar de que tengan cercanas personas de su red de apoyo o facilitar que contacten con ellas”, explica la especialista. “Si es posible, se les debe asignar alguna tarea que les permita sentirse útiles, incrementando su autoestima y capacidad de recuperación”, añade.
Solo un bajo porcentaje de personas afectadas desarrollará problemas de salud mental a largo plazo. Sin embargo, en los casos en que surjan complicaciones, Valero destaca que pueden manifestarse trastornos como ansiedad generalizada, estrés postraumático, estrés agudo, problemas depresivos o incluso miedos irracionales. Ante ello, “es clave un acompañamiento psicológico constante y la disponibilidad de servicios de apoyo psicosocial a largo plazo”.
Finalmente, Valero concluye con un mensaje esperanzador: “La gran mayoría de las personas expuestas a situaciones de desastre y emergencia son capaces de enfrentarse a lo ocurrido, superarlo y continuar con sus vidas” y reconoce que “sólo un pequeño porcentaje de personas expuestas a esta situaciones desarrollará problemas de salud mental”.