¿Tienen algo en común la enfermedad cardiovascular (ECV), esa que incluye problemas en el corazón y los vasos sanguíneos, con la enfermedad de Alzheimer (EA), la patología neurodegenerativa más conocida? A esta pregunta distintos estudios han intentado dar respuesta, buscando los puntos comunes que tienen estas enfermedades y que quizá permitan avanzar en sus abordajes.
En este sentido, un equipo del área de Fragilidad y Envejecimiento Saludable del CIBER (Ciberfes), del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio se ha centrado en identificar nuevos factores implicados en el eje ECV/EA para profundizar en las vías moleculares comunes en el desarrollo de ambas enfermedades.
Hablamos de enfermedades que tienen una elevada incidencia en la población. La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte, ocasionando cada año más de 17,5 millones de muertes a nivel mundial. Por su parte, el alzhéimer se encuentra entre las 50 principales causas de mortalidad en el periodo comprendido entre 1990 y 2013, y representa aproximadamente el 50-75% de todos los casos de demencia. Actualmente, hay unos 34 millones de personas con alzhéimer en todo el mundo y se espera que la prevalencia se triplique en los próximos 40 años debido a los cambios demográficos y a la mayor esperanza de vida, lo que se traduce en que 1 de cada 85 personas en todo el mundo estará afectada por esta enfermedad en 2050.
Cuatro potenciales biomarcadores comunes implicados en ambas patologías: la Apolipoproteína E, la Clusterina, la Haptoglobina y la Alpha-2-Macroglobulina.
A nivel cardiovascular y neurológico el envejecimiento parece ser un factor de riesgo, al que se suma la obesidad, o la relación entre estas patologías. Y es que las alteraciones cerebrales en los pacientes con alzhéimer suelen ir acompañadas de alteraciones vasculares, de forma que en más del 90% de los casos de pacientes se observa un deterioro en los vasos sanguíneos, desarrollando generalmente, complicaciones cardiovasculares, especialmente relacionadas con disfunción diastólica del corazón.
A través de estudios bioinformáticos y de la validación de muestras de tejido vascular calcificado de pacientes diabéticos afectados por ECV, el equipo de investigación ha identificado cuatro potenciales biomarcadores comunes implicados en ambas patologías: la Apolipoproteína E, la Clusterina, la Haptoglobina y la Alpha-2-Macroglobulina.
Según explica la investigadora del Ciberfes Beatriz García Fontana, “aunque hacen falta más estudios para profundizar en la función de estos potenciales biomarcadores, la evidencia experimental indica que podrían tener un papel relevante en el desarrollo de estos trastornos, por lo que su validación abre la puerta al diseño de herramientas diagnósticas y terapéuticas que mejoren la calidad de vida de los pacientes”.
En este sentido, las investigadoras Beatriz y Cristina García Fontana indican que, considerando la elevada proporción de pacientes afectados por enfermedad cardiovascular, sería de gran interés identificar a aquellos con mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo para establecer medidas preventivas y terapéuticas tempranas, y retrasar la aparición de trastornos neurológicos.