En España hay del orden de tres millones de toneladas de amianto instalado, un material fibroso considerado cancerígeno de primera categoría. Aunque en 2002 se prohibió su uso y comercialización en España, su todavía presencia en numerosas instalaciones, lo convierte en un problema de continua actualidad. “Cualquier avería o intervención en instalaciones con amianto implica riesgos para los trabajadores y para la población”, apunta el experto en amianto de CCOO, José Valdés. Para su control, desde 2006 hay un decreto que regula los trabajos con amianto instalado. De este modo, “cuando hay que hacer una operación de mantenimiento, se realiza con las condiciones de seguridad necesarias para que no implique daños para los trabajadores o terceros”, explica Valdés.
Pese a estas medidas y a que ya se ha quitado una parte del amianto, “sigue quedando una parte verdaderamente importante y significativa”, advierte este experto. Además, Valdés señala que en materiales que a priori no dan ningún problema, la obsolescencia del paso del tiempo lo convierte en peligrosos. “Por ejemplo, en las famosas cubiertas de uralita, mientras lo materiales están compactos (amianto y cemento), no hay riesgo, el problema viene con el desgaste por el paso del tiempo”.
“Cualquier avería o intervención en instalaciones con amianto implica riesgos para los trabajadores y para la población”
Ante este problema de salud pública, el Parlamento de la UE aprobó en 2014 una resolución en las que se recogían tres puntos fundamentales: la protección de los trabajadores que han estado en contacto con el amianto, el establecimiento de un censo de amianto y la puesta en marcha de herramientas para que se elimine antes de 2030. Pese a esta resolución, que se aprobó en febrero de 2014 y se trasladó a la Comisión, todavía la Unión Europea no ha hecho nada al respecto. “Es un problema de falta de responsabilidad social, política, económica y sanitaria que no se dé una solución a este asunto. Es muy trágico, porque todos los días personas enferman y fallecen por el amianto”, denuncia Valdés.
ENFERMEDADES POR EL AMIANTO
Hay una serie de enfermedades ligadas al amianto, las más comunes son la asbestosis, la fibrosis pulmonar, placas pleurales, mesotelioma, cáncer broncopulmonar y cáncer de laringe. Se trata de patologías, “que dan la cara al cabo de 8, 10 o 15 años”, apunta Valdés, que reconoce la existencia de casos de cáncer con una periodo de latencia de hasta 20 e, incluso, 50 años.
“La verdadera tragedia de las enfermedades asociadas a este mineral es que cuando aparece en la persona, esta ya no trabaja con amianto o está jubilada, por lo tanto, es difícil establecer el nexo-causa, salvo en casos como la asbestosis o el mesotelioma, donde caben pocas discusiones”.
“La verdadera tragedia de las enfermedades asociadas a este mineral es que cuando aparece en la persona, esta ya no trabaja con amianto o está jubilada, por lo tanto, es difícil establecer el nexo-causa"
Dadas las características de estas enfermedades profesionales, desde 2001 hay un Programa Integral de Vigilancia de la Salud de los Trabajadores Expuestos a Amianto (PIVISTEA). De esta manera, se controla a través de protocolos médicos, la salud de los trabajadores. “La gran herramienta, en este sentido, es la detección precoz”, afirma el experto en amianto de CCOO.
Según Valdés, la cohorte de trabajadores era pequeña, “pero poco a poco con el trabajo de todas las partes implicadas va creciendo. Los resultados provisionales, que se presentarán en breve, sitúan el número en 60.000 personas”. “Bien es cierto, que CCOO ciframos hace tiempo en 300.000 personas las que han trabajado en España con amianto”.
RECONOCIMIENTO DE LAS VÍCTIMAS
Pese a que sean enfermedades reconocidas como profesionales, la latencia y la dificultad para establecer la causa obliga a muchos enfermos a peregrinar en los Tribunales, “incluso en casos de asbestosis y mesotelioma”, señala Valdés, que, a su vez, lamenta el número de trabajadores que han fallecido antes de que produzca el dictamen. “Es tan inhumano que no tiene nombre. Sin embargo, tenemos centenas de resoluciones que son recurridas y parece que lo único que importa es la cuantía de la indemnización, abandonando en todo momento el factor humano”, concluye.