La Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), propone reducir el próximo año un 20% la fabricación de algunos medicamentos opiáceos como medida para poner freno a un problema que las autoridades del país califican de “epidemia nacional incomparable”, teniendo en cuenta además de que EE UU es el país donde más se consumen estas sustancias. El abuso, la adicción y la sobredosis de analgésicos derivados del opio, causaron en 2016 la muerte de alrededor 60.000 personas, según datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), lo que supone unos 142 fallecimientos diarios.
Igualmente, la situación ha evolucionado porque muchos de los pacientes que empiezan a consumir las sustancias legalmente, recurren más tarde a drogas más peligrosas como la heroína, una vez que dejar de tener acceso a los fármacos recetados y necesitan continuar satisfaciendo su adicción. En 2015, 27 millones de estadounidenses registraron consumo de drogas ilegales o abuso de medicamento.
Sin embargo, solo el 10% recibe un tratamiento especializado, lo que está contribuyendo en gran medida a las graves consecuencias de las sobredosis. De la misma forma, más del 40% de las personas con trastorno por uso de sustancias también presentar problemas de salud mental. El panorama deja una brecha en los tratamientos bastante relevante, incluyendo “la falta de acceso a la atención o el miedo a la vergüenza y la discriminación”, como indica la DEA.
Ante este panorama, la institución propone con urgencia la necesidad de controlar la producción sobre todo de analgésicos en boga como oxicodona, codeína y fentanilo. Esta última sustancia es la que provocó la sobredosis que acabó con la vida del cantante Prince el año pasado. “Los médicos, farmacéuticos y pacientes deben reconocer los riesgos inherentes a estas fuertes medicinas, especialmente en el uso a largo plazo”, incide en un comunicado el director interino de la agencia, Chuck Rosenberg.
Asimismo, en 2016, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron directrices a los profesionales que recomendaban una reducción en la prescripción de medicamentos opiáceos para el dolor crónico. La DEA y sus socios federales han incrementado sus esfuerzos en los últimos años para educar a los profesionales, farmacéuticos, fabricantes y el público sobre los peligros asociados con el uso indebido de los medicamentos opioides y la importancia de prescribirlas adecuadamente.
La DEA propone reducir un 20% la fabricación de algunos medicamentos opiáceos
Es más, como pone de relieve una comisión creada por el gobierno, estas drogas matan a más personas que los homicidios por armas de fuego y los accidentes de tráfico en el país norteamericano. El consumo de las sustancias empezó a dispararse en los años 90. Su prescripción como terapia contra el dolor fue a más por parte de los especialistas, hasta llegar a generalizarse. Como consecuencia, desde 1999 el número de sobredosis se ha cuadruplicado, de acuerdo con los datos de los CDC, igual que las cifras de opiáceos recetados. Eso sí, a pesar del incremento de las prescripciones de estas sustancias, no ha habido un cambio general en el panorama de las patologías y el dolor reportado por los estadounidenses durante ese periodo de tiempo. Igualmente, la situación ha evolucionado porque muchos de los pacientes que empiezan a consumir las sustancias legalmente, recurren más tarde a drogas más peligrosas como la heroína, una vez que dejar de tener acceso a los fármacos recetados y necesitan continuar satisfaciendo su adicción. En 2015, 27 millones de estadounidenses registraron consumo de drogas ilegales o abuso de medicamento.
Sin embargo, solo el 10% recibe un tratamiento especializado, lo que está contribuyendo en gran medida a las graves consecuencias de las sobredosis. De la misma forma, más del 40% de las personas con trastorno por uso de sustancias también presentar problemas de salud mental. El panorama deja una brecha en los tratamientos bastante relevante, incluyendo “la falta de acceso a la atención o el miedo a la vergüenza y la discriminación”, como indica la DEA.
Ante este panorama, la institución propone con urgencia la necesidad de controlar la producción sobre todo de analgésicos en boga como oxicodona, codeína y fentanilo. Esta última sustancia es la que provocó la sobredosis que acabó con la vida del cantante Prince el año pasado. “Los médicos, farmacéuticos y pacientes deben reconocer los riesgos inherentes a estas fuertes medicinas, especialmente en el uso a largo plazo”, incide en un comunicado el director interino de la agencia, Chuck Rosenberg.
"Los médicos, farmacéuticos y pacientes deben reconocer los riesgos inherentes a estas fuertes medicinas"
En este sentido, Rosenberg destaca que “cada vez más estados están exigiendo el uso de programas de supervisión de fármacos recetados, lo que ha llevado a un descenso en las prescripciones de opiáceos”. Algunos estados como Florida, Alaska, Arizona, Florida, Maryland, Massachusetts y Virgina se han declarado en emergencia para enfrentarse a esta crisis de salud pública. Por eso, además de parar parcialmente la producción de las sustancias, la DEA considera vital y urgente eliminar los obstáculos de acceso a los tratamientos en todos los estados del país, reforzar la prevención a través de la divulgación, establecer una legislación modelo y priorizar el control federal del flujo de los opiáceos sintéticos mortales. Asimismo, en 2016, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades emitieron directrices a los profesionales que recomendaban una reducción en la prescripción de medicamentos opiáceos para el dolor crónico. La DEA y sus socios federales han incrementado sus esfuerzos en los últimos años para educar a los profesionales, farmacéuticos, fabricantes y el público sobre los peligros asociados con el uso indebido de los medicamentos opioides y la importancia de prescribirlas adecuadamente.