Desde que en 1989 se creó la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), se han salvado o mejorado la vida de 116.000 pacientes gracias a la donación de órganos de 50.000 personas que murieron y cuya familia, en el momento más doloroso, accedió a que sus órganos se utilizaran para ayudar a otras personas. Gracias a esta generosidad se salvó la vida de Yolanda Rodríguez, una mujer de 43 años jovial, activa y agradecida, que hace cuatro años estaba al borde de la muerte.
Con un mes de vida le diagnosticaron fibrosis quística, una enfermedad progresiva que daña distintos órganos del cuerpo, principalmente del aparato respiratorio y del sistema digestivo, en un proceso que no se podía revertir hasta la llegada de Kaftrio, un tratamiento que ha eliminado el moco característico de esta enfermedad y con ello las infecciones recurrentes que se producían.
Hasta los 37 años Yolanda Rodríguez había tenido una afección digestiva que le había permitido llevar a cabo una vida normal: tenía pareja, trabajo, salía con sus amigos, se iba de fiesta… Pero en un momento dado poco a poco sus pulmones también empezaron a deteriorarse por esta enfermedad. Comenzaron las neumonías, los constipados, y una peor capacidad pulmonar. Ya no podía trabajar, primero le dieron la baja y al año la incapacidad. Y entró en lista de espera para recibir el trasplante. 14 meses de agonía.
Después de un año y medio sin andar se vio en pie
“Cuando lo recuerdo se me pone la piel de gallina, pensaba que no llegaría, no podía moverme, ni dar un paso. Tenía una capacidad pulmonar de 11%”, recuerda por teléfono emocionada. Se obligaba a activarse para no decaer, salía en silla de ruedas monitorizada a comprar e incluso a discotecas, pero cada vez estaba peor. Vivía para el teléfono, para una llamada que quizá sería su última oportunidad.
Y esta llegó el 21 de mayo de 2018. “Les dije si estaban de broma, no me lo podía creer de lo nerviosa que estaba”. Y comenzó todo el proceso para llegar al hospital con ilusión, nervios y un poco de miedo. Estaba entonces en la casa con sus padres. Su padre no podía abrocharse los zapatos, su madre se puso a rezar cuando su hija no la había visto hacerlo nunca, su marido salió corriendo del trabajo para llegar al hospital y lo mismo su hermano.
Tras cuatro horas de pruebas le dijeron que es compatible y con menos de 10 minutos para despedirse baja a quirófano. “Entré a las diez de la noche y salí a las siete de la mañana, estuve cinco días en la UCI”, recuerda. Abrió los ojos y solo pensó en que estaba viva y tocaba luchar, aunque a su alrededor solo había cables. Así que cuando le dijeron que tenía que levantarse se obligó a hacerlo. Después de un año y medio sin andar se vio en pie. “Fue increíble, sin oxígeno, respirando profundamente, hacía mucho tiempo que no sentía eso, o que no subía un escalón. Tenía motores nuevos". Por suerte, además, no tuvo ninguna complicación.
AGRADECIDA CON LA PRÓRROGA
Su capacidad pulmonar pasó del 11% a prácticamente el 100%. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo mal que había estado. Ahora podía subir las escaleras, ir al mercado andando cargando con las bolsas, ir a las discotecas sin silla de ruedas, volver a dar paseos e incluso hacer carreras benéficas. Cada pequeño gesto le recordaba que había recuperado la vida, le hacía emocionarse, le quitaba las palabras. Aún hoy, cuatro años después, pierde la voz cuando habla de ello.
“Mi trasplante fue mi prórroga, mi regalo. Yo no aguantaba más, era cuestión de poco tiempo. Y como prórroga ahora vivo la vida día a día, intensamente”. Tras recibir los dos nuevos pulmones decidió unirse a la Asociación Madrileña de Trasplantados de Pulmón (PulmónMadridTX) de la que actualmente es la presidenta. Desde allí ayuda a la gente que está en la misma situación en la que ella se encontró, les apoya y les ayuda a llevar lo mejor posible la espera. Y también apoya la labor de los donantes y promueve su necesidad participando en talleres y charlas.
“Cada 21 de mayo hago una celebración con mi familia por todo lo alto. Pero siempre tengo presente que ese mismo día habrá una familia que recuerde la muerte de un familiar, posiblemente joven. Nunca dejo de pensar en ello y en la generosidad de su familia. Si la muerte dramática de un joven tiene algún sentido es la donación. Los órganos dan vida a 6 o 7 personas como en mi caso”. Por eso, para ella los donantes son la base de todo y para ellos solo tiene una palabra: Gracias. “Gracias, siempre gracias”.