El dolor es un aviso de tu cuerpo de que algo va mal, pero en algunos casos sabemos lo que va mal, nos tratamos sobre ello y el dolor continúa e incluso aumenta. Lo saben bien los pacientes de cáncer, principalmente los pacientes metastásicos, los que acaban de ser operados, los que están recibiendo un tratamiento oncológico que les mata por dentro y los que su cuerpo les recuerda las terapias recibidas hace años con efectos secundarios que provocan dolor.
Es el dolor de las múltiples caras. Uno de los síntomas que los pacientes oncológicos más temen y que sufren el 55% de ellos. Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), se calcula que es el síntoma principal en el 40% de los pacientes oncológicos en tratamiento, el 75% en enfermedad avanzada y el 90% en terminal.
Es un dolor con el que aprenden a convivir estos pacientes, y al que de alguna forma se sobreponen. “He vivido con dolor durante este año, algunas veces con un dolor que nunca había sentido”, cuenta por teléfono Catalina Fernández. Esta mujer de 60 años lleva cinco años y cuatro meses combatiendo contra un cáncer de pulmón con nódulos con diferentes resistencias y que ahora también han llegado a la cabeza. El cáncer de pulmón no produce dolor, pero sí los tratamientos de quimioterapia que se reciben para acabar con él, o, por lo menos, frenar su avance.
El dolor les limita de físicamente enormemente complicándoles la movilización, la deglución… pero también les afecta en el ámbito emocional
“Es un dolor con el que te obligas a convivir sí o sí para estar aquí”. Ella es bastante dura para los dolores, de hecho el tumor del cerebro empezó a manifestarse con cefaleas, pero no fueron hasta que los mareos comenzaron a preocupar a sus hijos que no acudió para ver si había algo raro en su cabeza, pensaba que eran de las cervicales. Si ya sufría dolores por el tratamiento para los pulmones, cuando le operaron de la cabeza el dolor aumentó hasta niveles que no conocía. “No podía andar ni moverme y no era consciente de lo que hacía”. Le dolían los huesos y tuvo que dejar de hacer todas las actividades que hacía, e incluso se pasó días enteros en cama sin poder moverse.
A Rocío Sánchez le operaron hace seis años de cáncer de endometrio. Iba de forma periódica a las revisiones, pero en seis meses el tumor apareció y se desarrolló especialmente rápido. Fue operada y sufrió muchos dolores, pero luego desaparecieron. Hasta que tres años después de la operación y de recibir la radioterapia en la zona pélvica el daño en los nervios le ha producido dolor ciático. “He perdido fuerza, camino con bastón, y tengo dolor muscular y calambres día y noche”, cuenta.
SIN APENAS ATENCIONES AL DOLOR…
El dolor les limita de físicamente enormemente complicándoles la movilización, la deglución…, también les afecta en el ámbito emocional “pueden pensar erróneamente que su pronóstico es peor al experimentar el dolor” y psicológico “siente mayor ansiedad o síntomas depresivos, que además modifican el umbral del dolor”, define la Dra. María del Mar Muñoz Sánchez, oncóloga médico del Hospital General Virgen de la Luz de Cuenca. A nivel médico estos pacientes reciben principalmente una atención farmacológica. Según explica la experta estos fármacos, opioides, “son la piedra angular en el tratamiento” y “son suficientes porque no tienen un techo analgésico y existen distintos tipos diferentes vías de administración”.
Inma Escriche, vicepresidenta de Asociación de Afectados de Cáncer de Pulmón (AEACaP), conoce bien estos tratamientos. Tras más de cinco años luchando contra un agresivo cáncer de pulmón, que ahora sigue creciendo, los dolores por las terapias y ahora también por la metástasis es una constante en su día. “En un principio empiezas con paracetamol, pasas a nolotil y al final es imposible y llegas a la morfina”, cuenta por teléfono. El oncólogo es el encargado de gestionar el tratamiento, pero durante las consultas son demasiados los temas a tratar y al final no se habla de dolor. Así que ella, que lleva muchos años, es la que se gestiona los rescates, la analgesia y los distintos síntomas.
“Los pacientes psicológicamente no están atendidos”
“Y estás a prueba y error”, comenta tras pasar unas semanas ajustando la medicación para frenar los dolores que le han producido una nueva intervención por la aparición de otro tumor. “Me he sentido desamparada y me he tenido que automedicar ahora con fentanilo, que es mucho más potente que la anestesia”, indica. Ella tiende a medicarse menos para evitar el abuso y la adicción por lo que no deja de sentir dolor en ningún momento. “Pero además de la analgesia es importante tener en cuenta de que hay otras estrategias que ayudan a mitigar el dolor”. E importante tratar el impacto que todo ello tiene en la salud mental.
… Y AL IMPACTO EMOCIONAL
“Los pacientes psicológicamente no están atendidos”, denuncia Begoña Barragán, presidenta del Grupo Español de Cáncer (GEPAC). “No tenemos psicooncólogos en todos los equipos de Oncología“, continúa. El impacto del dolor en la calidad de vida de los pacientes también afecta a su salud mental. Como expresaba la Dra. Muñoz Sánchez y coincide Carmen Yélamos, portavoz y psicóloga de la Asociación Española de Cáncer (AECC), el dolor provoca estrés, ansiedad, depresión, sensación de irritabilidad, enfado, insomnio, fatiga, pérdida de apetito. E incluso acaba aislando a los pacientes de sus familias.
En el abordaje del cáncer es normal que aquellos con tumores más avanzados sean destinados a las Unidades del Dolor. Ahí la atención es más integral, centrándose también en la esfera piscológica y emocional, “pero todavía queda mucho camino”, resalta Yélamos. Sin embargo, no a todos los pacientes que sufren dolor les derivan a las unidades y faltan algunas disciplinas por incluir en el tratamiento. “El sufrimiento no se puede atajar solo con fármacos”.
“En Psicología del dolor evaluamos no solo la intensidad del sufrimiento, también su efecto en la calidad de vida, el cumplimiento de los tratamientos que tiene el paciente y trabajan en un enfoque de educación”, indica Carmen Yélamos. Como manifiesta la portavoz de la AECC se enseña a gestionar el dolor y se proporcionan herramientas como al distracción, la relajación, cambiar el foco atencional o aprender a vivir el aquí y el ahora.
Aun así, queda mucho camino para atender a estas personas, "los pacientes tenemos que aprender a hablar del dolor y los médicos deben de averiguar qué les está contando el paciente y abordarlo", concluye Barragán.