El próximo 17 de octubre se celebra el Día Mundia contra el Dolor, una efeméride promovida desde 2004 por organismos como la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), la Federación Europea del Dolor (EFIC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el objetivo de encontrar alivio al sufrimiento que el dolor provoca y mejorar la calidad de vida de las personas que lo padecen.
En lo que se refiere al dolor crónico, afecta a una de cada seis personas (17%) en España, unos ocho millones, según refleja el Ministerio de Sanidad en el Documento marco para la mejora del abordaje del dolor en el Sistema Nacional de Salud. A un 11% de estas -casi un millón- les causa problemas de movilidad o limitaciones en su vida cotidiana.
Durante mucho tiempo el dolor se consideró un síntoma, detrás del cual debía haber una causa, ya fuera una enfermedad o lesión. Pero en 2017, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor cambió su definición y luego la revisó en 2020 para describirla como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada o similar a la asociada con un daño tisular [lesión] real o potencial” .
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declara que “el dolor crónico es una enfermedad y su tratamiento, un derecho humano”
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara que “el dolor crónico es una enfermedad y su tratamiento, un derecho humano”. Pero más allá del propio dolor físico, hay que tener en cuenta las afecciones añadidas que este provoca, que pueden acabar disminuyendo todavía más la calidad de vida de las personas.
“El dolor invalida, altera el estado de ánimo y provoca aislamiento social”, explica el fisioterapeuta y experto en terapia de calor Pablo de la Serna. “Las afectaciones del dolor, ya sea generalizado o localizado, como en el caso del dolor de espalda, comportan efectos que van mucho más allá de lo físico”.
“La afectación más obvia del dolor es que provoca una disminución de la movilidad, con consecuencias directas sobre la actividad diaria de las personas”, explica de la Serna. Pero existen también afecciones menos obvias que influyen negativamente en la calidad de vida de las personas que sufren dolor, como la disminución del “apetito social”.
“El dolor provoca un velo de emociones que deteriora la calidad de vida, ya sea temporalmente o a largo plazo, si se padece dolor crónico”
La experiencia dolorosa a menudo obliga a anular o posponer las actividades sociales. Como consecuencia, explica el experto, “surge una tendencia progresiva al aislamiento e incluso sentimiento de culpa o vergüenza, especialmente en aquellos casos en que el dolor es recurrente o crónico”. Igualmente, “el dolor tiene un impacto emocional negativo en quienes lo sufren. Se altera el estado de ánimo y surgen la apatía, la falta de energía y la preocupación”, afirma De la Serna.
En definitiva, “el dolor provoca un velo de emociones que deteriora la calidad de vida, ya sea temporalmente o a largo plazo, si se padece dolor crónico”, afirma. Por todo ello, es importante una buena prevención y un tratamiento efectivo y rápido del dolor.
En el caso del musculo-esquelético, una correcta postura, actividad física adecuada según la condición de cada persona y una dieta equilibrada, sin duda, ayudarán a evitar episodios de dolor. Y cuando estos surgen, la fisioterapia y el uso de la terapia de calor, en concreto, pueden paliar los efectos negativos del dolor. Por otra parte, ante los dolores musculo-esqueléticos de espalda, los parches de calor aumentan el flujo sanguíneo, alivian del dolor y ayudan a la relajación de los músculos.