Según el INE, alrededor del 95 % de los menores de entre 10 a 15 años ha utilizado el ordenador o la tableta en los últimos tres meses (datos de 2021). En torno a un 70 % dispone de móvil. Entre los 16 y los 24 años, según Statista, utilizaban algún tipo de red social en 2020. El primer pico del trastorno dismórfico corporal (o TDC) aparece antes de la mayoría de edad, a los 16,4 años, según se desprende del estudio sobre TDC elaborado por la Universidad Católica de Chile. Son cifras que componen la realidad actual: las redes sociales, tal como apuntan los expertos, aumentan y agravan los casos de TDC.
Este trastorno, descrito por primera vez a finales del siglo XIX y conocido entonces como dismorfofobia, es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo. Las personas que lo padecen (en torno al 2 % de la población, con ligera prevalencia de hombres sobre mujeres) ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos.
Las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfis, retocándolas y compartiéndolas en redes sociales
Pero en los últimos años los expertos advierten de que las redes sociales (en especial las más visuales, como TikTok o Instagram) han agudizado este problema. El Boston Medical Center habla de un nuevo fenómeno conocido como dismorfia del selfi para referirse a un nuevo tipo de pacientes que están acudiendo cada vez más a las consultas de los cirujanos plásticos. Su petición: parecerse a las fotos que publican de sí mismos en redes sociales después de filtros varios.
"Las redes sociales, junto con la publicidad, son los medios que más favorecen la exposición pública de cuerpos y la categorización de estos. Y funciona bien esta categorización porque de alguna manera hemos sido sus consumidores pasivos y la hemos llegado a normalizar", explica Mireia Cabero Jounou, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En las redes sociales se publican "nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones", añade, "lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos".
EN HOMBRES Y MUJERES
En el caso de las mujeres, las zonas que más preocupan suelen ser la nariz, los muslos, las caderas y la piel. Por el contrario, en los hombres el cabello, los músculos y los genitales.
Su petición: parecerse a las fotos que publican de sí mismos en redes sociales después de filtros varios
Asimismo, las asimetrías presentadas en ojos y fosas nasales se convierten en una obsesión para estos pacientes, que suelen estar infradiagnosticados y terminan pasando por quirófano cuando lo que necesitan es terapia psicológica. "Este es el riesgo: que la operación se entiende como un medio para la resolución del problema cuando el problema es psicológico", indica Cabero.
Conductas de camuflaje que alteran su día a día, con maquillaje o adoptando ángulos o posturas que les favorecen.
Quienes padecen TDC suelen presentar estos síntomas:
Comparación con uno mismo y con los demás.
Verificación (se miran compulsivamente al espejo).
Aseo e higiene excesivos.
Pellizcarse la piel.
Inseguridad.
Baja autoestima.
Conductas evitativas (cancelar citas, por ejemplo, para no ser juzgados).
PRIMA DE BELLEZA Y PENALIZACIÓN DE FEALDAD
Ese ideal de perfección no viene de la nada, sino del sesgo de aceptación que implica ser bello. Existen dos conceptos, "prima de belleza" y "penalización por fealdad", acuñados por el economista Daniel S. Hamermesh: a lo largo de su vida, las personas más bellas reciben salarios más altos (se estima en unos 230.000 dólares más). Por el contrario, las personas menos agraciadas reciben una penalización económica por el hecho de serlo: Iris Bohnet, profesora de Harvard, habla de un salario hasta un 13 % más bajo en hombres occidentales; en el caso de las mujeres, la brecha es menor, pero en Oriente la bajada de salario en ellas puede sobrepasar el 31 %. "Se ha construido socialmente una exigencia hacia el cuerpo de la mujer, cosificada y prototipada por la publicidad y la cultura patriarcal", indica Cabero.
Las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfis, retocándolas y compartiéndolas en redes sociales, algo que comporta un alto riesgo para la autoestima y la autopercepción. También se indica que las personas que necesitan elevar su autoestima suben selfis con más frecuencia. Ese choque con la realidad (verse en el espejo y compararse con las selfis retocadas) agrava los trastornos de dismorfia.
El TDC necesita de terapia psicológica, pero la aceptación de uno mismo se puede trabajar, dicen los expertos. Montserrat Lacalle es clara al respecto: "Tenemos la responsabilidad social de proteger a los adolescentes. Aprender a aceptarse es vital, y las redes sociales en este sentido solo traen insatisfacción. Hay que cuidar la salud mental y aprender a gestionar los conflictos viendo las redes sociales como lo que son, un mundo de apariencias".