Sara, al igual que muchas mujeres, no conocía lo que era la endometriosis cuando se la diagnosticaron. Su primera intervención fue a los 24 años, pero los médicos no tenían claro que era lo que le ocurría. "Es cierto que en esa operación el ginecólogo me explicó que había riesgo de perder el ovario, pero iban a intentar mantenerlo por la edad que yo tenía. Después de esto, me pusieron un tratamiento hormonal con efectos secundarios, y después de esto, las pastillas anticonceptivas. Aún así, el dolor no cesaba”.
A medida que pasaba el tiempo, la enfermedad fue avanzando sin que Sara fuera consciente. “Pasé de una endometriosis de grado uno ovárica a ser una endometriosis profunda. Después de pasar por cirugías que no tenían nada que ver, sin tener la causa de dolor y con los mismos dolores, seguía sin tener el diagnóstico. Fueron dos años en los que también estaba intentando quedarme embarazada, estaba tomando tratamientos hormonales y sin darme cuenta estaba alimentando a la enfermedad porque no se veía nada de ella”, cuenta.
En varias ocasiones, los médicos creyeron que Sara tenía hemorroides, y la operaron dos veces de esto. Por entonces, la mujer seguía acudiendo a diferentes especialistas: ginecólogos, digestivos e incluso cirujanos. Aun así, ella seguía sin tener un diagnóstico claro, pero tuvo que descubrirlo por su cuenta leyendo en un libro. “Cuando llegó la guía con la que pude saber lo que me estaba pasando yo tenía mucha hemorragia y me dolía mucho ir al baño o cuando tenía relaciones sexuales”.
"Sin darme cuenta estaba alimentando a la enfermedad"
Fue entonces, cuando su médico de Málaga le recomendó ir a un médico de Madrid. “El ginecólogo me dijo que lo único que podría hacerme era una laparoscopia porque lo mío no era superficial, sino que iba más allá. Por lo que me recomendó un doctora que estaba en una unidad multidisciplinar en el Hospital San Carlos y cuando le conté lo que me sucedía, me puso un tratamiento para paliarme el dolor, que eso nadie lo había hecho, y aunque no funcionó, ella lo intentó”, relata Sara.
En este punto, ya se dio cuenta de la realidad de sufrir una enfermedad de este calibre. El tiempo medio para la emisión de un diagnóstico sufre un retraso cercano a los nueve años y se calcula que una paciente visita a varios médicos distintos hasta que se le diagnostica la enfermedad. Durante este período las pacientes sufren, además de los problemas derivados de la enfermedad, una considerable disminución de su calidad de vida debido al estrés, el desconocimiento y la incomprensión social, familiar y en muchos casos, médica.
En diciembre Sara estuvo realizándose todo tipo de pruebas para confirmar que tenía endometriosis y cuáles eran sus opciones de tratamiento. Cuatro meses después, al fin tuvo su diagnóstico. “Me dijeron que me iban a hacer una extirpación de ovarios y de útero. Lo que es una histerectomía completa. Pero, yo seguía en tratamiento porque quería quedarme embarazada y no quería que me hicieran una histerectomía”.
"Cuando le conté lo que me sucedía, me puso un tratamiento para paliarme el dolor, que eso nadie lo había hecho"
Y así fue. Sara tenía la oportunidad de quedarse embarazada pero con la condición de que en un futuro se realizara esta intervención quirúrgica. “Después de todo este periplo, fuera madre o no, tenía que volver para hacerme una histerectomía completa. En 2018 conseguí ser madres tras varios abortos y embarazos fallidos y ese mismo año me hicieron la última intervención de endometriosis y me recetaron un tratamiento sustitutivo porque era muy joven”.
Aun así, para ella la endometriosis no ha terminado. "Todo esto me dejó muchas secuelas a nivel digestivo. También estoy pendiente de varias operaciones. Una de ellas es una cirugía de cadera que, aunque no saben si está relacionado o no, tengo un ligamento roto y no saben cómo ha podido ocurrir. Además, a finales de 2022 tuve que operarme también de una apendicitis aguda también a causa de la endometriosis”.
A día de hoy, Sara tiene 48 años y reconoce que su vida ha cambiado y tras varios años de lucha, intenta ayudar a otras mujeres que han pasado por lo mismo que ella en la Asociación Española de Afectadas de Endometriosis (ADAEC) como psicóloga. “Evidentemente mi calidad de vida, en comparación con antes de operarme, ha cambiado. Pero al ser una enfermedad crónica, sigue afectando a muchas partes de nuestro cuerpo, pero no somos conscientes hasta que supuestamente creemos que nos vamos a quitar el problema. Piensas que te operas y que va a estar todo solucionado y no es así. Los dolores siguen ahí”, concluye.