Existe un estigma con las enfermedades de salud mental, principalmente con aquellas patologías conocidas como más “graves” que tienen una larga evolución y carecen de cura, aunque sí tienen tratamiento que ayuda a poder llevar una vida “normal”. Algunas de estas enfermedades pueden ser la psicosis, bipolaridad o la esquizofrenia. Sin embargo, como se recuerda con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, celebrado este domingo 10 de octubre, estas enfermedades no hace violentos a los pacientes, ni les convierte en personas a las que temer.
En el mundo hay 21 millones de personas con esquizofrenia, según datos de la OMS. En España hablamos de 600.000 personas con criterios diagnósticos de esquizofrenia o trastornos asociados, lo que representa entre un 0,8 y un 1,3% de la población. Una de cada 100 personas. “Es un conjunto de experiencias que de manera persistente altera el contacto que tiene la persona con la realidad”, explica para Consalud.es Joseba Rico, psicólogo y subdirector técnico de la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (Amafe).
Como explica Rico, darse cuenta, principalmente en la adolescencia y en la juventud cuando generalmente debuta esta enfermedad, que lo que a veces sientes y piensas no tiene relación con la realidad es muy complicado. “Me diagnosticaron esquizofrenia paranoide en 1998, cuando tenía 24 años. Vivía solo en un apartamento de Madrid y trabajaba como fotógrafo. En diciembre de 1998 comencé a experimentar una relación con la luz diferente, debido a unos reflejos de luz que aparecieron en mi apartamento y que yo comencé a interpretar”, cuenta Nluz Love, nombre con el que ha pedido Rober que nos refiramos a él en este medio. “Esta experiencia me obsesionó por completo hasta el punto de que dejé de comer y dormir. Vinieron a mi apartamento con una ambulancia y me llevaron al hospital donde permanecí ingresado durante un mes”. De ahí salió con tratamiento.
“El techo de recuperación es altísimo, si la persona recibe el apoyo y la atención que necesita, el día a día puede ser totalmente pleno”, explica Joseba Rico
“En mi caso tengo esquizofrenia con delirio persecutorio. El primer brote me surgió en la mili, me dieron un año de permiso y cuando tuve que volver no me encontraba bien y mi psiquiatra me tuvo que dar un informe para eximirme”, relata Pedro Reina. “Al principio cuesta diferenciar los delirios de la realidad, vas con inseguridad, piensas que te van a agredir… Poco a poco te das cuenta de que todo está en la mente. Había personas que me daba miedo, me sentaba a su lado y veía que no pasaba nada”.
Las comprobaciones es una de las principales técnicas que enseñan en psicoterapia. “A nivel psicológico, el tratamiento, es un proceso complejo. Requiere a grandes rasgos incorporar el pensamiento crítico, ser capaces de conocernos a nosotros mismos y ver cómo nos afectan las circunstancias en nuestras emociones y cómo percibimos lo que nos rodea. De esta forma se conocen mejor y anticipan las situaciones antes de que acaben ocurriendo”, explica Rico. Además se establece un tratamiento farmacológico que son efectivos para reducir pensamientos delirantes y experiencias alucinatorias. Nluz Love toma amisulprida y clozapina, dos antipsicóticos con los que controla la enfermedad y acude a terapia. Igual que Reina, que acude cada 15 días a psicoterapia.
“La vida de los pacientes ante los síntomas de la esquizofrenia es muy variable. Digamos que no hay dos personas iguales, puede haber personas con más síntomas y otras que tengan menos. Por eso es más importante entender las capacidades de afrontamiento que tenga cada persona. El techo de recuperación es altísimo, si la persona recibe el apoyo y la atención que necesita, el día a día puede ser totalmente pleno”, explica Joseba Rico. “Una atención y apoyo que no solo es farmacológico, también psicológico y social, como el que realizamos desde las asociaciones como Amafe".
EL PRINCIPAL PROBLEMA ES EL ESTIGMA
Nluz Love era fotógrafo antes de que apareciera la esquizofrenia y sigue siéndolo. “Actualmente he conseguido separar mis síntomas de mi vida real encauzándolos a través de mi trabajo fotográfico creativo y esto me ha convertido en un gran fotógrafo”, señala. “Sin mis síntomas mi trabajo creativo no tendría valor. Siento como me adelanto a mi tiempo, pero ello no me impide tener una vida normal”.
Además, se dedica a ayudar a su madre y es “profesor a través de su página web”. Pedro Reina lleva 30 años trabajando tras estudiar electricidad y ha realizado 15 exposiciones de pinturas. “Empecé a trabajar en la empresa en la que estoy actualmente con 28 años. Entonces no sabían que tenía esquizofrenia, 20 años después lo he contado y no ha cambiado nada”. Para él el trabajo es esencial, el que vertebra la vida y el que le permite no perder el contacto con el mundo. También el que le permite pagar parte de los tratamientos.
“Las estadísticas dicen que la gente sin enfermedad mental comete más asesinatos y violencia que los que tenemos una enfermedad mental”, denuncia Reina
El principal problema es el estigma. “No se recomienza que se cuente en el trabajo o en las relaciones sociales porque existen muchos prejuicios sobre ello. Lo que sale en la tele no es todo real, son casos en los que ocurre, pero las estadísticas dicen que la gente sin enfermedad mental comete más asesinatos y violencia que los que tenemos una enfermedad mental”, denuncia Reina. “La violencia y la esquizofrenia, por ejemplo, solo están relacionados si eres una persona naturalmente violenta”.
“Es frecuente encontrar en las noticias una agresión por parte de una persona con esquizofrenia. Pero es importante entender que no es común, son casos extraordinarios que no afectan al colectivo”, apoya el subdirector de Amafe. Como señala Rico, solo un 4% de los actos violentos pueden explicarse o tienen como causa un problema de salud mental. “El hecho de padecer un problema de salud mental hace que sea mucho más fácil y que sean más vulnerables a recibir conductas violentas”, matiza.
“La esquizofrenia es la expresión en última instancia de mucho sufrimiento. Hay que comprender que los diagnósticos de salud mental no son patrimonio de las personas que estaban predestinadas a tenerlas, son la consecuencia de muchas variables que de alguna forma se alinean, variables sobre las que podemos actuar como la exclusión social, el acoso escolar, la precariedad laboral o incluso la pandemia. Son muchas circunstancias que rodean a la personas y que en última estancia puede hacer que acaben desarrollando algún problema de salud mental”, continúa Joseba Rico.
Nluz Love cree: “La sociedad carece de cultura al respecto. Aunque no puedo hablar por los demás, hablo por mi propia experiencia. He podido experimentar como los mitos sensacionalistas hacen mucho daño a la persona diagnosticada generando estigma”. Según concluye el psicólogo Rico, esto provoca que en el momento en el que necesitan más apoyos y vínculos sociales, con el estigma se produce que las personas se aíslen, produciendo un aumento de la sintomatología esquizofrenia. “Necesitamos el contacto con el mundo para no salirnos con la realidad y poder llevar una vida normal”, añade Pedro Reina.