En la universidad inculcan a las futuras enfermeras que la Enfermería es el arte de cuidar, uno de los mayores retos que un ser humano puede ejercer. Hoy, en el Día Internacional de la Enfermería, se conmemora a todos estos sanitarios que día a día trabajan no solo por la salud y el bienestar de los pacientes, sino también por su felicidad.
La Enfermería que recorre diariamente los pasillos de los hospitales y que despliega innumerables recursos propios y aprendidos en su atención al paciente y su cuidado, conoce y entiende la visión del enfermo. Por eso, para ayudarle en todo lo posible, despliega uno de sus poderes más eficaces, pero menos reconocidos: los cuidados invisibles.
Se entienden por cuidados invisibles, aquellas acciones intencionadas de los profesionales que en un principio no son “registrables”, como acomodar una almohada o cuidar la intimidad. Incluso se puede considerar dentro de estos cuidados sentimientos como la empatía o pequeñas actividades como charlar con el enfermo. Asimismo, se centra en ofrecerle apoyo emocional, seguridad y confianza cuando lo necesite. Se podría decir que es el lado más humanista de la profesión y quizás la base de su trabajo.
Los enfermeros no son solo buenos profesionales cuando administran bien un fármaco o realizan de forma protocolaria una buena cura. Son también cuando escuchan y entienden al paciente
Desde su origen, la Enfermería ha venido lentamente profesionalizándose y ampliando cada vez más el componente científico de la disciplina. Esto ha traído cambios muy positivos para los profesionales de Enfermería y ha permitido un mayor reconocimiento dentro de las ciencias de la salud. Sin embargo, en este proceso se han mantenido relegadas algunas áreas de la práctica rutinaria que revisten vital importancia para la calidad de vida de pacientes y familiares, como ocurre con estos cuidados.
Son cuidados que la enfermera ejerce de forma autónoma, sin esperar ningún tipo de recompensa y que harán que condicionen el aspecto psíquico de la persona, además de impulsar la recuperación y calidad de vida de los usuarios. No se trata de perder elementos fundamentales del cuidar, que están ampliamente conectados con una relación interpersonal con el usuario, pero son los enfermeros los que deben mantener también un cuidado emocional con el paciente. A nadie le gusta la estancia en el hospital, y estas actitudes de la Enfermería son lo que hacen que cada minuto que pasen en el hospital sea más ameno.
La Enfermería merece ser reconocida por todo el esfuerzo diario que sus pacientes, incluso cuando el esfuerzo es invisible
Los enfermeros no son solo buenos profesionales cuando administran bien un fármaco o realizan de forma protocolaria una buena cura. Son también cuando escuchan, entienden al paciente y les ayudan con pequeños detalles. Va más allá de las acciones técnicas y delegadas dirigidas al plano únicamente físico de la persona, ya que estos cuidados están son personalizados y están centrados en las necesidades de cada enfermo.
Generalmente estas acciones resultan intangibles y no son registradas, pero suponen tiempo de trabajo y tienen un impacto positivo en el bienestar y autonomía de las personas. Por eso, aquellos enfermeros que lucharon en condiciones precarias contra la pandemia de la COVID-19 y que emplean todas sus fuerzas en mejorar la salud del usuario, merecen ser reconocidos por todo el esfuerzo diario que hacen por sus pacientes. Incluso cuando el esfuerzo es invisible.