Cada 30 segundos fallece una persona por síntomas relacionados con las hepatitis víricas, un millón de personas al año. En total se calcula que hay 400 millones de personas en el mundo con una infección crónica del virus de la hepatitis. Una cifra 10 veces superior a los infectados por el VIH, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
Reducir los nuevos casos de infección en un 90% es uno de los objetivos de la estrategia mundial de la OMS para 2030, la conocida como Agenda 2030. Y para conseguirlo, como recuerdan desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) con motivo del Día Mundial contra la hepatitis, la mejor herramienta es la vacunación.
Con gran diferencia, la causa más frecuente de las inflamaciones del hígado en los niños es infecciosa, es decir, provocada por microorganismos, principalmente víricos. Gran número de estos microbios pueden dar lugar a alteraciones hepáticas transitorias y sin mayor transcendencia. En el caso de la hepatitis A, la más común en los niños, normalmente la enfermedad se cura completamente y no deja secuela. No así en el caso de la hepatitis B, con la que los niños contagiados perinatalmente tienden a desarrollar una infección crónica, o la hepatitis C que es crónica en el 50% de los casos.
Actualmente el suero se administra en el primer año de vida con tres dosis y ha permitido reducir la infección crónica por el virus de la hepatitis B por debajo del 1%
“La vacunación universal contra la hepatitis B, implantada desde hace años en España en la población infantil, ha provocado la práctica desaparición de nuevos casos en niños y jóvenes”, asegura Francisco Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas (CAV) de la AEP. Aunque en el caso de la hepatitis C no existe por el momento una vacuna eficaz, y la de la hepatitis A solo se administra en contactos domiciliarios de enfermos o personas en riesgo, "si bien en Cataluña, Ceuta y Melilla, como excepción, se administra de forma rutinaria en la infancia", señala la AEP.
En España la vacuna se introdujo entre los años 1991 y 1996 como parte de la inmunicación sistemática de los adolescentes. Actualmente el suero se administra en el primer año de vida con tres dosis y ha permitido reducir la infección crónica por el virus de la hepatitis B por debajo del 1%, cuando antes alcanzaba el 5%.
Desde que se introdujo el primer calendario de vacunaciones sistemático para la población infantil, algunas infecciones han podido ser eliminadas y otras están cerca, por lo que, como recuerdan los pediatras, las vacunas cumplen. “Pero este logro es frágil y tenemos una responsabilidad individual y colectiva a la hora de mantenerlo”, asegura Francisco Álvarez.