A sus 78 años, Rafael se medica con 14 pastillas diarias. Una de ellas es para controlar la anticoagulación. Hace más de 15 años le diagnosticaron una fibrilación auricular, tras haber sufrido un infarto de miocardio en 2001. Desde entonces, su percepción de la vida ha cambiado. “Antes del infarto no me cuidaba. La medicación que debía de tomarme no lo hacía; no practicaba deporte porque no me gustaba y además, mi trabajo era prácticamente sedentario”.
“El infarto me hizo bastante daño en el corazón. Me llegaron a decir que me salvé porque cuando ocurrió había una doctora en mi casa”, explica. Cuando tuvo lugar este suceso, la cocina de su casa estaba en llamas. Lo siguiente que recuerda es abrir los ojos y verse en una cama del hospital, rodeado por sus ocho hermanos. “En ese momento me di cuenta de que algo grave había pasado”. Desde entonces, nunca olvida tomarse sus tratamientos, y sobre todo la más importante, la pastilla anticoagulante.
El buen control del paciente anticoagulado ahorraría al SNS casi 169.000 millones de euros
En España, más de 1.000.000 de personas toman anticoagulantes orales a diario. La mayoría son mayores de 65 años y polimedicados. Esta cifra aumenta cada año por el envejecimiento de la población y el aumento de los factores de riesgo vascular. Sin embargo, este tipo de medicación es lo que hace que muchos de estos pacientes se sientan bien. “Tengo 78 años pero me encuentro muy bien, independientemente de que las patologías están por dentro y eso no se ve. Pero lo importante es que me encuentro con ganas de hacer cosas y me siento mejor que nunca. Y pese a que tengo una grave dolencia en el corazón, tengo la suerte de que a mi no se me hinchan las piernas, por ejemplo”, cuenta Rafael.
Al principio, le costó encontrar una medicación que le hiciera sentirse bien del todo porque, “el Sintrom siempre interfería con otras de las pastillas que me tomaba. Pero, en 2009 me cambiaron la medicación al Dabigatrán y la vida me mejoró muchísimo. Prácticamente fui uno de los primeros que empezó a tomarlo cuando lo indicaron para tratar la anticoagulación. Ahora soy adherente a todo lo que me receten y noto la mejoría”, explica el paciente. Aun así, cada año sigue asistiendo a sus revisiones anuales para controlar otra de sus patologías, como el colesterol.
EL SEGUIMIENTO MÉDICO, CLAVE PARA ESTOS PACIENTES
El tratamiento para estos pacientes requiere de un seguimiento específico de los profesionales sanitarios y de los propios pacientes. Su mal control provoca complicaciones como el ictus, hemorragias graves o la muerte. Según la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN), un mal control de este tratamiento acarrea, el aumento de 2.000 casos más de ictus y hemorragias, además de un 2% más de muertes. Es más, el control de estos pacientes puede evitar graves riesgos para su salud. Al año mueren más 32.000 pacientes mal controlados. El mal control aumenta un 77% las muertes en pacientes anticoagulados.
Según el Atlas del mal control de la anticoagulación con vitamina K en pacientes con fibrilación auricular no valvular en España de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA), que el buen control del paciente anticoagulado ahorraría al SNS casi 169.000 millones de euros.
Al año mueren más 32.000 pacientes mal controlados. El mal control aumenta un 77% las muertes en pacientes anticoagulados
La clave para avanzar, según FEASAN, pasa por que el paciente gane protagonismo en la responsabilidad frente a su tratamiento, por promover programas de autocontrol para pacientes portadores de válvulas cardíacas y por tener acceso al mejor tratamiento posible, cosa que no ocurre en España. También es necesario garantizar la formación continuada de los profesionales sanitarios y habilitar en todos los servicios de salud las herramientas tecnológicas existentes que apoyan a los profesionales sanitarios en la detección del mal control.
Es por ello que es fundamental la educación para la salud, entendida como un proceso planificado y sistemático de enseñanza orientado a hacer fácil la adquisición, elección y mantenimiento de prácticas saludables, evitando comportamientos de riesgo frente a la enfermedad.