No son solo niñas o jóvenes que se vean gordas y dejen de comer. Las personas con un Trastorno de Conducta de Alimentación o TCA, es decir, con anorexia, bulimia, trastorno por atracón, ortodexia o vigorexia, son personas con un grave trastorno psicológico que altera su alimentación, su vida, e incluso puede llevarles a la desnutrición o al suicidio. Su origen no es simplemente un descontento con su imagen, pueden tener un origen en problemas de autoestima, conflictos familiares, en el colegio… Y su curación dura mucho tiempo, recuerda Sara Bujalance especializada en TCA y directora de la Asociación contra l’Anorèxia i la Bulimia.
Leire Martín empezó con 14 años, y terminó de recuperarse a los 25. “No me veía gorda, ni en casa me dijeron que tenía que hacer dieta”, cuenta Consalud.es. Pero de repente su situación cambió, algo en su cabeza le hizo variar el rumbo de su vida. “Yo siempre había sido una niña muy callada, y siempre intentaba complacer a los demás en vez de a mí misma… y al final exploté”. Fue en una revisión médica. El doctor la pesó, pero vio al revés la cifra y la dijo mal. “Era 59, pero él vio 56 y dijo que estaba bien”. Entonces como un engranaje que de repente comienza a funcionar, su cabeza hiló pensamientos que le cambiarían la vida sin darse cuenta.
“En mi cabeza pensé, que si 56 estaba bien, 59 no, y que tenía que bajar hasta 56”. Por primera vez a sus 14 años sintió que tenía el control de su vida. Pero no. Era una esas mentiras con la que la mente nos engaña. “Empecé a bajar pensando que llegaría solo a 56, pero luego empecé a bajar más, pensaba que controlaba. Y llegó el momento que no fui capaz de dejar de pensar en pesar menos”. Hacía mucho ejercicio, comía cada vez menos y bajaba mucho de peso. Su médico de cabecera la derivó a un psiquiatra.
"Yo no vomitaba. Solo no comía, no me apetecía”
Entre un 4,1 y un 6,4% de mujeres entre 12 y 21 años en España sufren algún tipo de TCA, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia. Pero no solo le sucede a niñas jóvenes y adolescentes, también le puede pasar a personas adultas y a hombres. De hecho, recientemente se ha añadido como trastorno de la conducta alimentaria a la vigorexia, que consiste en la necesidad de ganar grasa magra o músculo con un ejercicio compulsivo combinado con una dieta estricta, o la ortorexia, que es la obsesión por la comida saludable. “Dos problemas de salud mental y alimentaria que están actualmente aceptados por la sociedad”, destaca la Dra. Belén Unzeta, coordinadora y psiquiatra de la Unidad de Trastornos Comportamiento (UTCA) del Hospital Universitario Santa Cristina. “Pero que suponen un problema importante para la salud de la persona y de su familia”.
Leire tenía anorexia, pero tardó años en ser diagnosticada. “Me mandaron a una psiquiatra de zona, porque vivía en un pueblo, para que me derivara al hospital”, recuerda. Sin embargo, no fue una buena experiencia. Hace una década el conocimiento sobre estos trastornos no era tan preciso, y se apoyaba en muchos estigmas. “Me acusó de vomitar, afirmando que todas lo hacíamos, pero yo no vomitaba. Solo no comía, no me apetecía”. No volvió tras sentirse acusada en falso y no la derivaron al hospital. Sus padres tuvieron que buscar a otro psicólogo por su cuenta. “Estaba especializado en el ámbito laboral, no me ayudó mucho, porque no sabía cómo hacerlo, pero es verdad que me dio un libro que se titulaba ‘Miriam es anoréxica’”. “No es que diga que tienes anorexia, pero échale un vistazo”, le dijo el psicólogo.
De nuevo tuvo que ir a la psiquiatra y fue derivada a un centro especializado donde tardaron un año en diagnosticarle la anorexia. “Ya por entonces sabía que algo me pasaba, pero no sabía ponerle palabras. No sabía que era un TCA, y mis padres tampoco”. Este centro tampoco le ayudó, ella siguió igual, apenas mejoró. Hasta que llegó a la Asociación contra l’Anorèxia i la Bulimia de Vizcaya. Ahí le dieron herramientas, y se dio cuenta de que el problema no era solo con la comida. Pero, hasta que no viajó a Irlanda para un mes de inmersión lingüística y tocó fondo, no pidió ayuda. "A veces tocar fondo es la clave". Fue entonces “cuando empecé a ser consciente de que me pasaba algo y tenía que recuperarme”.
“Tenía miedo de volver a casa, allí me esperaban los monstruitos para que me diera atracones”
Empezó con medicación, porque recordemos, es un trastorno psicológico que necesita de fármacos que eviten sintomatología como la ansiedad para poder tratarlo, con consultas en psicología y psiquiatra. También fue cuando se empezó a descontrolar añadiendo a la anorexia la bulimia, con atracones y vómitos. Las Ana y Mia de internet. “No quería estar sola en casa”, la tuvieron que ingresar por ansiedad y depresión un mes, a la semana después de salir tuvo que volver por ansiedad y autolesiones. “Tenía miedo de volver a casa, allí me esperaban los monstruitos para que me diera atracones”.
Pero a partir de ahí poco a poco cogió las riendas de su vida. Comenzó la universidad, con recaídas que son parte de la recuperación, pero sin rendirse. Siguió adelante y mejorando, se apoyó en el dibujo y poco a poco se acercó el fin de su pesadilla. “De los 24 a los 25 años, me fui a Barcelona a hacer un máster, viviendo sola me volví segura. Fue el final del proceso”.
Lo narra por teléfono, consciente de que ahora lo que toca es ayudar a los demás con su experiencia. Por eso abrió su cuenta de Instagram, @yotambienquisesercomoanaymia, donde sube sus ilustraciones con monstruitos, fantasmas e inseguridades. Esos mensajes y pensamientos que los engranajes equivocados de nuestras cabezas producen. “No es un capricho, ni solo consiste en comida”, recuerda Leire, “pero se sale, y te recuperas del todo”. “Hay que visibilizar estas enfermedades”.