La incontinencia urinaria afecta a unos 400 millones de personas en todo el mundo. Si estas constituyeran la población de un país, este sería el tercero más grande del mundo, solo por detrás de China e India. En el nuestro, según el Observatorio Nacional de Incontinencia, se estima que unos seis millones de personas padecen este problema. Sin embargo, es difícil hablar de cifras exactas ya que más de la mitad, se estima que hasta cuatro millones, lo ocultan a pesar del grave impacto que supone en su calidad de vida.
El estigma asociado a la incontinencia urinaria lleva a que los pacientes eviten hablar de ello, con lo que no pueden ser ni valorados ni adecuadamente controlados. A esto se añade el hecho de que se vea como un problema de salud que no reviste gravedad, al no comprometer la vida del paciente, e incluso se perciba como una consecuencia normal asociada al proceso de envejecimiento.
Sin embargo, la realidad es que afecta gravemente a la calidad de vida de los pacientes, limitando su autonomía y reduciendo su autoestima. Si bien su prevalencia aumenta con la edad, la incontinencia puede aparecer en cualquier etapa de la vida y no es consustancial al envejecimiento, y entre sus consecuencias se encuentran las infecciones de orina o las úlceras.
La incontinencia afectará a 1 de cada 4 varones a partir de los 40 años
Aunque es más frecuente en la mujer y se asocia con el embarazo, la menopausia y el envejecimiento, la incontinencia urinaria puede afectar a ambos sexos en cualquier etapa de la vida. Tanto es así que los datos apuntan que 1 de cada 4 varones sufrirá incontinencia a partir de los 40 años. Además del envejecimiento, el tamaño de la próstata, el cáncer de próstata y trastornos neurológicos como el Parkinson o el Alzheimer son las causas más habituales.
Sin embargo, si de forma general este problema tiende a ocultarse, la ocultación en el varón es aún mayor. La vergüenza y el estigma de estos pacientes ante una situación que afecta a su higiene personal, a su vida familiar, social, profesional e incluso a su esfera más íntima les impide pedir ayuda, lo que deriva en muchos casos en pérdida de autoestima, aislamiento y depresión.
El hecho de tener una población cada vez más envejecida hace que la prevalencia de la incontinencia urinaria sea creciente y ante este escenario, Florentino Pérez Raya, el presidente del Consejo General de Enfermería, subraya que “debemos poner el acento en los cuidados. Hasta ahora, nuestros sistemas de salud estaban pensados para ocuparse de pacientes jóvenes con problemas agudos, pero, cada vez más, debemos pensar en pacientes crónicos y población mayor y es ahí donde la enfermera, profesional de los cuidados, desempeña un papel fundamental”.
En la población mayor, a menudo, la incontinencia se acompaña de inestabilidad y dificultad de movimientos, por lo que estas personas viven pendientes de tener un baño cerca ya que, cuando les llega la urgencia, deben acudir rápidamente. Esa urgencia añadida a los problemas de movilidad supone, además, un mayor riesgo de tropezar y sufrir caídas con el riesgo de fractura y las consecuencias fatales que esto puede acarrearles.