Los actuales sistemas de clasificación sobre la prevalencia y diagnóstico del trastorno bipolar deben ser revisados con urgencia a partir de un enfoque basado en la evidencia y en datos. Así lo indica un estudio de un grupo de expertos europeos de la Red de Trastornos Bipolares con participación del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM) publicado en European Neuropsychopharmacology, en el que el último firmante es el director científico del CIBERSAM, Eduard Vieta (Hospital Clínico de Barcelona-IDIBAPS) y en el que también participa el grupo de Ana González Pinto en el Hospital Universitario de Álava.
El trastorno bipolar es una patología psiquiátrica grave caracterizada por episodios recurrentes de manía (hiperactividad y euforia) y depresión (tristeza y apatía) que afecta a un 2% de la población. Aunque su causa última se desconoce, los datos disponibles de estudios sugieren que se trata de un trastorno con origen multifactorial, es decir, que en su desarrollo intervienen tanto factores ambientales como genéticos, por lo que es necesario avanzar en su diagnóstico de una manera eficaz. Según explica Eduard Vieta, “hasta el momento, pocos estudios han investigado las consecuencias que tiene el diagnóstico y su validez para la prevalencia atendiendo a los diferentes criterios vigentes, de ahí que hayamos impulsado este trabajo”.
Se necesita mayor eficacia en los métodos de evaluación de los pacientes para una intervención temprana
Los expertos discuten en este trabajo las implicaciones del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM)-5 y la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE)-11, sistemas de clasificación que se utilizan actualmente para el diagnóstico de las enfermedades mentales, sobre la prevalencia del trastorno bipolar y la validez de diagnóstico.
Este trabajo evidencia, una vez revisados y analizados los datos actuales sobre la prevalencia el trastorno bipolar diagnosticado según el DSM-5 frente al DSM-IV, que el uso del actual método se traduce en un retraso en la evaluación y una intervención más tardía. Según explica la investigadora del CIBERSAM Ana González Pinto, “se necesitan con urgencia análisis específicos de la fiabilidad y validez de los criterios actuales de diagnóstico y un enfoque basado en datos para afrontar los cambios propuestos”.
Los resultados sugieren una disminución sustancial en la prevalencia del diagnóstico de trastorno bipolar con el DSM-5 en comparación al DSM-4, que oscila entre el 30 y el 50%, pero una disminución menor en la prevalencia de por vida, correspondiente a una reducción del 6%.
MÁS ESTUDIOS Y AVANCES DE LA PSIQUIATRÍA DE PRECISIÓN
Las alteraciones en el estado de ánimo son una característica central en este tipo trastornos y, en consecuencia, en el DSM-IV se requería tan solo la presencia de un estado de ánimo elevado, expansivo o irritable para diagnosticar un episodio maníaco. En cambio, a partir de la publicación del DSM-5 en el año 2013, se requiere que, además de las alteraciones del estado del ánimo, el paciente también presente un aumento del nivel de energía o actividad para diagnosticar tanto la manía como la hipomanía, que es una forma más leve de la anterior. Aunque la intención al modificar dicho criterio fue la de mejorar la especificidad del diagnóstico del trastorno bipolar, a raíz de la aplicación de los criterios DSM-5 se ha observado una reducción en el número de diagnósticos de esta enfermedad que podría no ser fiel a la realidad del paciente.
Según explica Eduard Vieta, “estos cambios realizados en el sistema de clasificación tienen consecuencias tanto para la práctica clínica como para la investigación y se han introducido sin pruebas contundentes ni una consideración exhaustiva de las posibles implicaciones”. Por lo tanto, los autores de esta publicación insisten en la necesidad de revisar los criterios actuales mediante más estudios e incorporar, asimismo, información de datos genéticos, neuroimagen, biomarcadores y marcadores digitales para realizar el diagnóstico. Este último punto estaría en la línea de la llamada psiquiatría de precisión y permitirá basar el diagnóstico no sólo en lo que el paciente y sus allegados expliquen, sino que también podrá apoyarse en la existencia de pruebas o indicadores más objetivos, tal y como ya sucede en otras áreas de la medicina.