Actualmente más de 50 millones de personas en el mundo padecen epilepsia, en España son 400.000 personas, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se trata de una de las enfermedades neurológicas más comunes que padecerá un 3% de la población española en algún momento de su vida por diferentes causas como pueden ser factores genéticos y metabólicos. Y puede darse a cualquier edad. De hecho, los niños pequeños tienen mayor riesgo que los adultos jóvenes.
Según datos del estudio ‘Estatus epiléptico’ publicado en 2020, el estatus epiléptico es la emergencia neurológica pediátrica más común con una incidencia de 18-23 casos por cada 100.000 niños al año en España. Un estudio anterior, de 2007, elevaba la incidencia de epilepsia a 62,6 casos por 100.000 habitantes, siendo de 95,3 casos por 100.000 en niños que se encuentran en su primer año de vida. En Estados Unidos se estima que 450.000 personas con epilepsia tienen menos de 17 años.
Los casos de epilepsia recogidos en un estudio se asociaron en un 42,46% a déficit cognitivo, 26,45% afectación motora y 9,92% trastorno del espectro autista
Los niños se caracterizan por tener una mayor prevalencia de epilepsias asociadas a síndromes específicos como el de West, el de Angelman o el de Dravet, este último además se caracteriza por unas epilepsias persistentes y complicadas. Según van creciendo los niños aumentan los porcentajes de epilepsias focales, en los primeros años sintomáticas y a partir de edades escolares se incrementa el porcentaje de benignas, 27,8%. En los adolescentes la epilepsia suele ser focal criptogénica (27,6%) y benignas (18,4%) según los autores.
RETRASOS DE DIAGNÓSTICOS Y CONSECUENCIAS
La complejidad del diagnóstico sindrómicos en la infancia hace que muchas veces se retrase. Esto hace que los pacientes reciban tratamientos incorrectos que incluso pueden ser perjudiciales. Esta situación, unida al propio deterioro que produce la epilepsia o la crisis epilépticas asociada a los síndromes, lleva a que en muchos casos estos niños sufran secuelas.
Según el ‘Estudio de las epilepsias según la edad de inicio, controladas durante 3 años en una unidad de neuropediatría de referencia regional’, de los casos estudiados de epilepsia en el primer año de vida, “el 67,72% era sintomática, el 25,29% no respondía a los tratamientos, el 42,46% se asoció a déficit cognitivo, el 26,45% afectación motora y el 9,92% trastorno del espectro autista, siendo más frecuentes a menor edad de inicio”. Estos niños además tienen un mayor riesgo de problemas de aprendizaje y bajo rendimiento académico y problemas psicológicos. Según el libro ‘El tratamiento de la epilepsia: principios y práctica’, el 34,6% de los niños con convulsiones presentaron trastorno psiquiátrico, casi seis veces más que la población general (6,6%), y el triple que en los niños con otras enfermedades crónicas (11,6%).
Como recuerda el Dr. Gregory L. Holmes en un ensayo publicado en la revista de la Sociedad Americana de Epilepsias (AES por sus siglas en inglés) las personas con epilepsia tienen un alto riesgo de muertes y comorbilidades que no son uniformes entre los grupos de edad. “Si bien las convulsiones pueden tener profundas consecuencias a cualquier edad, el resultado de la epilepsia en un recién nacido difiere considerablemente del de la población anciana”, escribe. Ante ello y debido a la variación de consecuencias de la epilepsia según la edad, los expertos inciden en la importancia de un diagnostico temprano y la administración de tratamientos correctos para disminuir las consecuencias y mejorar la calidad de vida.