El próximo lunes 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, evento instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que tiene como objetivo concienciar acerca de esta enfermedad y de recordar que cada vez se manifiesta en una mayor cantidad de personas a nivel mundial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la enfermedad de Alzheimer como una enfermedad progresiva que afecta a la memoria, a otras capacidades cognitivas y al comportamiento y que interfiere en la capacidad de las personas para llevar a cabo las actividades cotidianas. Es la principal causa de demencia.
La prevalencia mundial actual es de 47 millones de personas, cifra que se prevé que aumente a 75 millones en 2030. De acuerdo con los estudios realizados en España la prevalencia de esta enfermedad es del 0.05% entre las personas de 40 a 65 años, un 1% entre los 65-69 años, 3,5 % en los 70-74 años, 7% en los 75-79 años, 12% en los 80-84 años, 20% en los 85-89 años y un 39% entre los mayores de 90 años duplicándose l cada 5 años.
Los fallos de memoria y la pérdida de independencia son uno de los principales motivos por los que el paciente acude a nuestra consulta
Dentro de la patogenia de la enfermedad de Alzheimer hay factores potencialmente modificables como la hipertensión arterial, la dislipemia, la obesidad, el sedentarismo, el hábito de fumar, diabetes mellitus y alteraciones del sueño, y factores genéticos como el conocido APOE4, afirma esta experta.
La enfermedad de Alzheimer constituye el principal reto ante los primeros despistes y para el profesional es básico su diagnóstico temprano. Tal y como explica la doctora Fernández Rodríguez, el síntoma principal es el desarrollo gradual de la pérdida de memoria. “Repetición de preguntas, olvidar la lista de la compra, olvido de citas y pérdida de objetos en casa. A menudo progresa con cambios en la escritura, en la construcción del lenguaje, el no reconocer hechos recientes y desorientación en la calle, lo que se denomina déficit amnésicos, afásicos, agnósicos y apráxicos. Es una enfermedad con una manifestación heterogénea de inicio en edad senil pero que muchas veces no sigue el patrón clásico, sino que tiene una presentación atípica”.
La enfermedad de Alzheimer constituye el principal reto ante los primeros despistes y para el profesional es básico su diagnóstico temprano
De acuerdo a la neuróloga, “la acumulación anómala del péptido beta amiloide en regiones cerebrales y aumento en líquido cefalorraquídeo de niveles de proteína tau, son los biomarcadores analizados que se correlacionan con los cambios neuropatológicos típicos de la enfermedad. En la consulta rutinaria realizamos pruebas de neuroimagen para ver la estructura y funcionalidad cerebral. Dentro de las pruebas de imagen destacamos las técnicas de neuroimagen molecular como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la tomografía por emisión de fotón único (SPECT), especialmente útiles en ausencia de alteraciones estructurales en resonancia magnética (RM).
Una vez establecido el diagnostico probable, continua la neuróloga, y descartando otras causas que puedan causar demencia, debe informarse al paciente y a su familia. La enfermedad de Alzheimer genera grave impacto no sólo a quienes padecen la enfermedad, sino también a sus familiares y cuidadores.
Respecto al tratamiento, como comenta Rebeca Fernández, se destaca el papel esencial del péptido beta amiloide (principal constituyente de las placas seniles que se acumulan en el cerebro de los enfermos de Alzheimer) para poder revertir el curso de la enfermedad y poder detectar al paciente en fases preclínicas de la enfermedad y modificar el curso de la misma.
Desde el descubrimiento de esta enfermedad por el neurólogo alemán Alois Alzheimer en 1906, el Alzheimer no es un trastorno aislado, es una enfermedad que engloba al paciente, a todo el núcleo familiar y al ámbito sanitario. “Y que requiere de un acompañamiento médico, social y legal en este duro proceso del que todavía tenemos mucho que aprender”, asevera la doctora Rebeca Fernández.