Dicen que la piel tiene memoria. No es ningún mito. Es un fenómeno que tiene relación con el daño celular acumulado, producido sobre todo por la exposición solar, y cómo la piel tiene problemas para recuperarse de ello. En toda su vida, Rosa solamente se ha quemado por exposición solar dos años en su vida: cuando tenía 15 y 18 años. Pero esto le pasó factura años posteriores, cuando le diagnosticaron un melanoma.
“Yo tenía un lunar desde nacimiento en el muslo derecho y poco a poco iba creciendo. Me lo quitaron y me dijeron que era melanoma clarck estadio 4, uno de los más agresivos. En noviembre de ese año me lo extirparon y en diciembre me ampliaron los márgenes y me quitaron, también, todos los ganglios linfáticos porque tenía metástasis y empecé a recibir el único tratamiento que había en esa época para esta cáncer: el interferón”, cuenta Rosa.
El melanoma es un tumor cuyo origen está en unas células llamadas melanocitos. Estas células producen la melanina, que es el pigmento que da color a nuestra piel y que permite protegerla de los rayos ultravioleta. La gran mayoría de melanomas suceden en la piel expuesta al sol, ya sea por una exposición continuada o ya sea por exposiciones intermitentes.
"Mi tratamiento consiste en hacerme ocho pastillas diarias e ir a revisión cada dos meses"
Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en España se diagnostican al año unos 6.179 casos nuevos al año de melanoma de piel. Es uno de los tumores que más está aumentando en incidencia en occidente, debido probablemente a los hábitos de exposición solar y también a una mayor concienciación de la población que consulta más a sus dermatólogos ante aparición de lesiones en la piel.
Sin embargo, la historia de Rosa con el cáncer no termina aquí. “Estuve con melanoma casi un año. Luego estuve otro año sin la enfermedad y en 2008 tuve una recidiva. Como seguía sin haber tratamientos factibles, dijeron de radiar y así fue. Pero, en 2009 tuve otra recaída y esta vez me dan quimioterapia, pero tampoco hizo su efecto. En 2010 tuve otra recidiva y encontramos un tratamiento que estaba en ensayo clínico con un fármaco de inmunoterapia y estuve casi un año con él, pero en la cuarta fase este medicamento me falló y me hizo metástasis en el bazo”
En ese momento, tuvo la suerte de que una oncóloga del Hospital Ramón y Cajal se interesó por su caso y le propuso participar en un nuevo ensayo clínico de un tratamiento dirigido. “Llevo desde el 2012 con la enfermedad libre pero con el tratamiento crónico. Mi tratamiento consiste en hacerme ocho pastillas diarias e ir a revisión cada dos meses. Poco a poco hemos conseguido avanzar”.
Cuando Rosa nos cuenta su historia, lo tiene claro. Aunque recibir la noticia de tener un cáncer fue como “tirarte un jarro de agua fría”, lo más duro fue “recaer varias veces, porque dices: ‘de esta ya no salgo’ y cada vez que tienes una recidiva ves que se están gastando cartuchos y todo va fallando”. Ahora, tiene que vivir con las secuelas que estos tratamientos fallidos le causaron: “Después de tantos años, me acaban de operar de una pierna porque la radioterapia me rompió el nervio femoral o también tengo la zona del abdomen adherida y hace que mis digestiones sean más complicadas. Recuerdo también que, antes de tomarme el medicamento empezaron a salirme un montón de nódulos en la pierna y no podía andar. Dejé de contarlos cuando llegué a 300. Era todo el rato sentir dolor”.
"Los efectos secundarios los he hecho parte de mi vida y he aprendido a lidiar con ellos"
Asimismo, aseguran que son limitaciones que los médicos miran como un mal menor, pero que "en nuestro día a día nos resulta algo incómodo y nos hacen cambiar”. Rosa era modista de profesión, y le encantaba su trabajo. Pero, tuvo que dejarlo porque le era imposible coser con su minusvalía. “En su momento me costó aceptarlo, pero ahora he empezado a estudiar otra vez”.
A esto hay que sumarle las medidas de prevención que debe de seguir. Incluso en su juventud, era muy consciente de los riesgos. “Yo era muy blanca y cuando íbamos a la playa o piscina mi madre nos hacía bañarnos con camiseta. En toda mi vida he tenido solo dos quemaduras, y ahora tengo que tener mucho más cuidado. Es utilizar todo el año y todo el día crema solar, sombrero y ropa larga y de un tejido que te proteja. Si antes no podíamos tomar el sol, ahora menos, porque ahora un simple rayo de sol o la brisa en horas de calor que te quema, puede afectarte”.
Han pasado casi 17 años desde que Rosa recibió el diagnóstico y nueve desde que está curada, pero ella siempre será una paciente con melanoma. “He pasado el obstáculo mayor, tener el cáncer controlado. Los efectos secundarios los he hecho parte de mi vida y he aprendido a lidiar con ellos. Al final, es acepar los estados de tu vida y reconvertirlos en otras cosas. Aunque físicamente no puedo hacer muchas cosas, mentalmente sí puedo. Por eso, quiero recordar que la prevención en edades tempranas es fundamental. La piel en estas edades es mucho más débil y lo retiene todo”.