La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA, por sus siglas en inglés) advierte de que en Europa hay alrededor de 2,8 millones de sitios contaminados como consecuencia de las actividades industriales y la eliminación de desechos. El suelo es uno de los principales contribuyentes a las necesidades básicas humanas como el cultivo de los alimentos o la purificación del agua. “Nuestros suelos están amenazados y en proceso de degradación. Serían necesarios objetivos vinculantes de la Unión Europea si queremos restaurar y proteger este recurso esencial”, demandan desde la AEMA.
Un suelo saludable es sinónimo de equilibrio ya que la falta o exceso de nutrientes tiene importantes efectos en los ecosistemas por lo que la forma en la que se cultivan para obtener alimentos resulta de vital. Un aporte excesivo de nutrientes conduce a la reducción de la riqueza de especies de plantas en una amplia gama de ecosistemas europeos.
La AEMA estima que aproximadamente entre el 65-75% de los suelos agrícolas de los países de la Unión Europea superan los valores críticos más allá de los cuales se puede esperar la eutrofización (proceso de contaminación), como consecuencia de los aportes de nitrógeno a través de fertilizantes, estiércol, biosólidos y cultivos fijadores de nitrógeno. “De media en toda Europa, sería necesaria una reducción de alrededor del 40% en las aportaciones de nitrógeno para evitar este exceso”.
Más allá de la alimentación, la degradación y el equilibrio de los ecosistemas, el suelo también actúa como un aliado en la reducción de los impactos del cambio climático. Sin embargo, si no se cuidan, pueden ser también un importante impulsor. Un reciente informe publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente revela que los suelos europeos son en la actualidad una fuente neta de emisiones de gases de efecto invernadero y, si no se aborda este problema de forma urgente, podrían verse comprometidos los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea.
Los Estados miembros de la Unión Europea reportaron en 2019 una pérdida de carbono de los suelos orgánicos que corresponde a alrededor de 108 megatoneladas de emisiones de dióxido de carbono (Mt CO2). Ese mismo año, los suelos minerales eliminaron alrededor de 44 Mt de CO2 de la atmósfera. Las emisiones netas de gases de efecto invernadero de los suelos, alrededor de 64 Mt de CO2 equivalente, correspondieron a poco menos del dos por ciento de las emisiones netas totales de la UE en 2019.
Los suelos europeos son en la actualidad una fuente neta de emisiones de gases de efecto invernadero y, si no se aborda este problema de forma urgente, podrían verse comprometidos los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea
Alrededor de las tres cuartas partes de los suelos orgánicos de la Unión Europea se encuentran concentrados en Suecia y Finlandia, según muestra el informe de la AEMA. Las emisiones generales de los suelos orgánicos son, con diferencia, las más altas en Alemania, debido a la alta proporción de sus suelos orgánicos en tierras de cultivo y pastizales. Las mayores pérdidas de carbono por hectárea se originan en la extracción de turba, principalmente en Finlandia, Irlanda, Letonia, Estonia y Alemania.
El documento pone de relieve que existen opciones de mitigación como la restauración de las turberas o la agrosilvicultura para aumentar el secuestro de carbono de los sueños y reducir las pérdidas de carbono. Acciones que pueden beneficiar, por ejemplo a la calidad del agua o a la biodiversidad.
La evidencia científica que pone el foco sobre los efectos nocivos para nuestra salud de la contaminación de los suelos es creciente. De lo que no lo somos, es que la rehabilitación de la tierra contaminada es un proceso difícil y costoso para el que muchos gobiernos carecen de medios y herramientas. De acuerdo con los últimos datos hechos públicos por la AEMA, hasta la fecha se han rehabilitado más de 65.000 sitios en la Unión Europea, pero la mayoría de los potencialmente contaminados continúan sin ser tratados.
En este Día Mundial del Suelo cabe recordar, con más énfasis que nunca, que la prevención sigue siendo la vía más efectiva y económica para garantizar que nuestros suelos, aguas y aire sean saludables a largo plazo. Mejorar el reciclaje, diseño de productos pensando en su impacto en los ecosistemas, optimizar la gestión de los desechos, rotación de cultivos, agricultura de precisión, reducción en el uso de pesticidas y plaguicidas y medios de transporte e industrias más limpios, son pasos fundamentales para cuidar de nuestros suelos.
El tiempo para actuar se acaba como demuestra el preocupante dato hecho público por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): el 33% de los suelos del planeta están afectados por la degradación, una de las grandes amenazas para la nutrición global en un contexto en el que la producción agrícola deberá aumentar un 60% en 2050 para satisfacer las demandas alimentarias del planeta.