“Mi historia es diferente. Yo nací con VIH”. Tras estas palabras se esconde un relato que comenzó en la Asociación Proyecto Hombre y que sigue con un alumbramiento en 1991. "Mi madre tenía problemas de drogodependencia y se contagió del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) a través de la droga inyectada. En Proyecto Hombre conoció al que sería mi padre, que también era paciente y de ahí nací yo. Mi madre también tenía problemas de anorexia nerviosa y durante el embarazo le ofrecieron una posible medicación para ver si yo nacía sin VIH y, por el motivo que fuera, no decidió tomarla y como era previsible, en el paritorio yo nací con VIH”.
Iván Garrido es quien cuenta en primera persona esta historia tras haberse contagiado del virus del VIH por transmisión vertical (de madre a hijo), es decir, cuando el virus puede transmitirse de una madre con VIH a su hijo durante la gestación, el parto o la lactancia a través de la placenta, la sangre o la leche materna. Según los últimos datos, se estima que en mundo se infectan por VIH cada día más de 400 nuevos niños, en su mayoría por transmisión vertical.
Aunque ahora reconoce que es “un orgullo, un privilegio y un don” que le ha dado su madre para "empoderar a otras personas”, su infancia no fue nada fácil. “Durante la primera etapa vital mi vida corría peligro, los tratamientos antirretrovirales no existían y mucho menos para pacientes pediátricos. Durante muchos años había que esperar a que yo falleciera, porque no había nada que hacer, solo que el virus hiciera su trabajo. Yo pasaba todo el tiempo en el hospital y sentía que era mi casa durante los primeros años de vida. La habitación del hospital era como mi casa, con cuadros, juguetes…”, relata.
"Es un don que me ha dado mi madre para empoderar a otras personas"
La llegada de los antirretrovirales en 1996 le salvó la vida y pese a que debía estar medicándose el resto de su vida, llegó su momento de vivir como cualquier otro niño. Aun así, con 7 años todavía tuvo que enfrentarse a varios sucesos. “Cuando salí del hospital y parecía que todo iba a mejor y que los medicamentos empezaron a hacer efecto, mi madre fallece. Un día me compraron juguetes porque yo había sacado buenas notas en el colegió y cuando entré a la habitación, me encontré el cuerpo de mi madre. Para mí la situación no fue fácil y mucho menos para mis abuelos. Es más, aunque yo era pequeño y no recuerdo muy bien esta etapa, sé que fue una época muy dura para mi familia”, explica Iván.
Desde ese momento, Iván siguió su vida junto a sus abuelos y con su medicación diaria. Hasta llegar a la pubertad. Durante la adolescencia le invadió una época de rebeldía y decidió dejar la medicación. “No quería tomarla en ese momento. Estaba harto de tantas pastillas; recuerdo que llegué a tomar hasta 30. Luego, cuando tuve poder de decisión y carácter, controlado por mi doctora, me autorizó a que podía estar sin la medicación hasta que mis niveles de carga viral dieran una cifra y entonces tuviera que volver a ella”. Así estuvo un año y después, cuando debió volver a tomarla, nunca más la volvió a dejar porque ahora la respeta mucho.
El siguiente gran paso que tenía que dar en su vida era contar al mundo que vivía con VIH. Él no lo escondía, pero tampoco lo iba gritando a los cuatro vientos. El que todo el mundo conociera que tenía VIH fue una casualidad. Tal y como cuenta, “iba haciendo entrevistas a medios de comunicación, pero no las compartí en mis redes sociales. Sin embargo, un día realicé una entrevista a un medio nacional y lo que yo no sabía es que mi cara y mi historia iba a estar en portada durante tres días. Ese día, a las siete de la mañana la noticia se publicó y a las nueve yo ya tenía muchos mensajes de gente, que en vez de echármelo en cara, me decían que estaban ilusionados, que debería habérselo contado antes… fue tan mediático y me escribió tanta gente diciendo que les había ayudado.., que comencé a hacerme viral en TikTok y decidí contar mi historia en esta red social el año pasado”.
Desde entonces, a través de TikTok cuenta las experiencias de su vida a la vez que da visibilidad a esta enfermedad que afecta a 40,1 millones de personas en todo el mundo y en 2020 causó más de 650.000 fallecimientos, según datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, Iván tiene otra pasión que su enfermedad hizo despertar.
“Yo me enamoré del sistema sanitario desde pequeñito por el tiempo que pasaba en el hospital. Recuerdo que cuando las enfermeras le decían a mi abuela que se fuera a descansar o a dormir, a mí me enseñaban a leer informes médicos, a curar a los peluches y me di cuenta que yo quería ser como ellos”, cuenta. Y, aunque en la época de rebeldía dejó sus estudios a medias, años más tarde decidió hacer lo que realmente le gustaba: estudiar psicología.
Iván tiene un pasado que contar, un presente que vivir y aunque el futuro sea difícil de predecir y lo tiene claro. “En un futuro me gustaría ser un activista reconocido y que realmente cause una incidencia política y social. Quiero dedicarme a lo que me gusta, luchar y divulgar siendo un referente para las personas que tienen VIH, pero también para las que no tienen”, termina diciendo.