El 12 de diciembre de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución a través de la que instaba a los países a acelerar los progresos hacia la consecución de la cobertura sanitaria universal. La meta fijada busca que todas las personas, en cualquier lugar del mundo, tengan acceso a servicios de salud de calidad y asequibles. El 12 de diciembre de 2017 se proclamaba esta fecha como el Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que alrededor del 50% de la población mundial carece de acceso integral a los servicios de salud básicos. Más de 930 millones de personas, el 12% de la población global, gastan al menos el 10% del presupuesto familiar al pago de los servicios de salud. Cabe señalar que casi 100 millones de personas se ven abocadas a la pobreza extrema como consecuencia de tener que pagar los servicios de salud de su propio bolsillo. Ante esta fotografía todos los Estados miembros de las Naciones Unidas se han comprometido a que la cobertura sanitaria universal sea una realidad para el año 2030, dentro del marco de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Hablar de cobertura sanitaria universal implica que todas las personas y comunidades reciban los servicios de salud que necesitan sin tener que llegar a pasar penurias financieras para pagarlos. Esto abarca desde servicios de salud básicos esenciales de calidad, promoción de la salud, prevención, tratamiento, rehabilitación y cuidados paliativos. La OMS enfatiza en la necesidad de que las estrategias que luchan por la cobertura sanitaria universal garanticen que todo el mundo tenga acceso a los servicios que atajan las principales causas de morbilidad y mortalidad.
La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto las inequidades de salud y las debilidades tanto de los sistemas sanitarios como de los planes de preparación y respuesta ante crisis sanitarias de estas características. La rápida propagación de la Covid-19 ha evidenciado las brechas y cuellos de botella existentes de forma crónica en la arquitectura de seguridad sanitaria mundial que han impedido que los sistemas de salud pública previnieran, detectaran y respondieran ante amenazas transfronterizas provocadas por enfermedades infecciosas. Un escenario al que han contribuido sistemas nacionales de salud debilitados como consecuencia de un déficit crónico en materia de inversión. En este sentido, la cobertura sanitaria universal es una pieza fundamental a la hora de estar preparados ante emergencias sanitarios, aunque se pasa con demasiada frecuencia por alto.
“Aunque la cobertura sanitaria universal se centra técnicamente en mitigar la carga financiera de la atención médica, a menudo se ha utilizado para describir el conjunto más amplio de intervenciones necesarias para garantizar que todas las personas tengan acceso a servicios integrales de salud”, explica un trabajo publicado en The Lancet Global Health focalizado en analizar el papel de la cobertura sanitaria universal en la preparación de los sistemas sanitarios ante una pandemia. La Covid-19 nos ha enfrentado a una triste realidad que hemos obviado durante demasiado tiempo: pocos han sido los países que han invertido en sistemas de salud integrados que estuviesen equipados para ofrecer una sólida respuesta tanto desde el punto de vista de la seguridad sanitaria mundial como de la cobertura sanitaria universal.
Solo en Estados Unidos la cobertura sanitaria universal podrí haber evitado en 2020 más de 212.000 muertes y ahorrado 105.000 millones de dólares en costes sanitarios
Los autores del referido trabajo han identificado tres desafíos principales que se erigen como preocupantes amenazas para el éxito de las iniciativas de preparación y respuesta ante una futura pandemia: enfoques fragmentados de salud pública y de respuesta ante brotes de enfermedades (incluyendo una dependencia excesiva de la seguridad sanitaria mundial en el gasto de cobertura sanitaria universal), sistemas sanitarios débiles que no son capaces de abordar las desigualdades en momentos de fragilidad económica y social, y una participación inadecuada de todas las partes interesadas. Dado que estas líneas versan sobre la importancia de la cobertura sanitaria universal en esta fecha señalada, continuaremos analizamos este desafío.
El avance de la pandemia de Covid-19 durante estos casi ya tres años sugiere que focalizarse de forma exclusiva en la respuesta ante las enfermedades infecciosas nos ofrece una visión distorsionada de la realidad sanitaria que estamos observando. Recientemente la OMS alertaba en un informe que cada dos segundos fallece en el mundo una persona como consecuencia de una enfermedad no transmisible, que ya acaban con la vida de más personas que las enfermedades infecciosas.
Durante los primeros seis meses de la pandemia, alrededor del 90% de los países notificaron interrupciones en los servicios de salud esenciales. Este problema supuso que muchas personas no pudieran acceder a los centros de salud cercanos ni realizarse pruebas. “Estas interrupciones pueden atribuirse en gran medida a un progreso inadecuado de la cobertura sanitaria universal y una escasa consideración del papel de la Atención Primaria en los planes de preparación y respuesta”, recoge el informe.
Este recuerda las estimaciones realizadas por la OMS: entre enero de 2020 y mayo de 2021 podrían haber muerto hasta 180.000 trabajadores de la salud como consecuencia de malas condiciones laborales, falta de planificación y escasez laboral durante la crisis provocada por la Covid-19. Una cifra que va más allá de la seguridad sanitaria global y que recalca las consecuencias de descuidar la Atención Primaria, respaldada por férreos compromisos para la consecución de la cobertura sanitaria universal en la preparación y respuesta ante futuras pandemias.
“Si bien la mayoría de los países han tenido dificultades para mantener una respuesta eficaz durante la pandemia, los estudios iniciales sugieren que los sistemas de salud podrían aprovechar de manera efectiva tanto las sólidas capacidades básicas de seguridad sanitaria mundial (como por ejemplo, sistemas de vigilancia, laboratorios y comunicación de riesgos) como las intervenciones fundamentales en cobertura sanitaria universal (como por ejemplo, la Atención Primaria y suministros de medicamentos y suministros), estarán en una mejor posición para proteger a sus ciudadanos contra los impactos sociales y económicos de la pandemia”, concluyen los expertos, indicando que solo en Estados Unidos la cobertura sanitaria universal podrí haber evitado en 2020 más de 212.000 muertes y ahorrado 105.000 millones de dólares en costes sanitarios.