Diferencias biológicas y sociales con respecto a hombres y mujeres impactan directamente en su cerebro. Pudiera parece que son iguales, pero lo cierto es que solo en términos físicos ya tienen diferencias. Como publicaron investigadores de la Universidad Rosalind Franklin de Estados Unidos en la revista Neuroscience and Biobehavioral Reviews, el tamaño de este órgano es diferente entre hombres y mujeres, ellas lo tienen un 11% más pequeño, con una mayor proporción, aunque ligera, de materia gris con respecto a materia blanca, y una mayor proporción de conexiones entre los hemisferios cerebrales que ellos.
A parte de las diferencias en la forma, también difieren en el desarrollo de diversas patologías neurológicas y sus síntomas. El ejemplo más pragmático es el de la esclerosis múltiple, que es mucho más prevalente en mujeres con una prevalencia tres veces mayor en ellas. Asimismo, se ha detectado diferencias en la organización funcional y las capacidades mentales que influyen en el desarrollo de trastornos neurospicológicos, que, por ejemplo, hace que haya más diferencias en cuanto a la esquizofrenia.
Como señala una investigación de 2003 publicada enla revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, “la acción de las hormonas sexuales conforma redes neurales y procesos bioquímicos diferentes en los cerebros de hombres y mujeres, ya desde los primeros meses de vida intrauterina. Pero también las experiencias y aprendizajes en los contextos socioculturales conforman y organizan el cerebro de cada persona originando capacidades y comportamientos propios y diferenciales”.
“En la última década se ha puesto mucho esfuerzo en mejorar la perspectiva de género en la investigación y evitar las desigualdades e inequidades que se producían en el desarrollo de los ensayos clínicos”
El cerebro es el órgano más complejo que conforma nuestro cuerpo, el encargado de que podamos hacer todo lo que hacemos, desde respirar o comer a pensar. Asociado a él hay una gran variedad de desórdenes neurológicos que cualquier persona puede sufrir y que actualmente cuenta con una amplia investigación. Estudios, que, gracias a entender cómo funciona este órgano y a las diferencias que se derivan por el sexo y el género de los pacientes, incluyen cada vez más la perspectiva de género.
LA MUJER EN EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN
“En la última década se ha puesto mucho esfuerzo en mejorar la perspectiva de género en la investigación y evitar las desigualdades e inequidades que se producían en el desarrollo de los ensayos clínicos”, explica la Dra. Mar Medibe, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Tradicionalmente el perfil de paciente que se estudiaba en el desarrollo de tratamientos y métodos diagnósticos era hombre blanco. Mujeres y pacientes de piel oscura o provenientes de países no caucásicos han sido sistemáticamente ignorados durante años en los ensayos clínicos.
Estas situaciones han generado en el caso de las mujeres un agravio comparativo con importantes consecuencias. Ellas acceden más tarde al diagnóstico al presentar sintomatologías diferentes a las recogidas en los hombres, ello provoca una aplicación más tardía del tratamiento, que además, en muchos casos, no es tan eficaz como en ellos o produce efectos secundarios no contemplados. Y a eso se suma cierta estigmatización que sufren las pacientes con diferentes patologías, principalmente relacionadas con el dolor y el sistema nervioso, que hace que en muchos casos sean derivados a consultas de salud mental cuando no tienen ningún problema psicológico.
"Estamos concienciados, pero faltan recursos económicos. Tienen que ser financiados proyectos que cumplan con la perspectiva de género, y actualmente muchos de los estudios, principalmente los realizados por mujeres, no reciben esta financiación”
Estos problemas han ocurrido también en Neurología, y, por eso, con la intención de no olvidar a la mitad de la población y que se beneficien de los avances igual que los varones, la perspectiva de género también se ha incorporado a la neurociencia. “Se trabaja por contar con representación de ambos sexos en la investigación, para reconocer los diferentes síntomas que pueden tener o las diferencias hormonales que influyen en el efecto de los tratamientos”, señala la Dra. Medibe.
Con ello se corrigen situaciones como que una mujer con un ictus llegue más tarde al hospital, le realicen menos pruebas y le den antes de alta. “Desde hace más de una década trabajamos precisamente para acabar con estas desigualdades e inequidades”. En este sentido, la experta recalca la puesta en marcha de distintas iniciativas en el marco nacional, europeo y mundial para incorporar un análisis de género en la investigación y el abordaje sanitario.
No solo se incorporan a las féminas en la investigación, sino también a los ratones de las distintas especies de animales de laboratorio que se utilizan para el desarrollo de distintos fármacos y que históricamente también eran machos. “Hemos dado un salto importante”, reconoce la experta, quien, añade que todavía queda camino por hacer. “Tenemos que llevar un ritmo más alto. Estamos concienciados, pero faltan recursos económicos. Tienen que ser financiados proyectos que cumplan con la perspectiva de género, y actualmente muchos de los estudios, principalmente los realizados por mujeres, no reciben esta financiación”, concluye la Dra. Medibe.