La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta solamente entre un 2,3 y 2,4% de la población española. Al igual que ocurre con la mayoría de enfermedades dermatológicas, puede llegar a tener un gran impacto en la vida diaria de las personas a las que afecta. Más aún, cuando la psoriasis se junta con otra enfermedad, como ocurre con la artritis psoriásica.
La artritis psoriásica es una enfermedad autoinmune sistémica que, puede afectar a múltiples localizaciones de nuestro organismo. “Puede aparecer desde la infancia, lo que conocemos como artritis idiopática juvenil de tipo psoriásica, hasta en edades avanzadas, pero lo más frecuente es el debut entre la tercera y la quinta década de la vida”, explica la Dra. Cristina Macía Villa, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER) y especialista en el Servicio de Reumatología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. En España, según los últimos datos del estudio EPISER de la Sociedad Española de Reumatología, en el año 2016 unas 250.000 personas adultas padecían esta enfermedad.
Hasta el 10% de los pacientes con psoriasis cutánea padecen artritis psoriásica, siendo el síntoma más frecuente la artritis, que puede aparecer con múltiples patrones pero principalmente sigue un perfil asimétrico. “Un síntoma típico, aunque no único de esta enfermedad, es la dactilitis o "dedo en salchicha" que puede aparecer en manos o pies. Sin embargo, también puede haber entesitis, afectación de la columna y uveítis entre otros síntomas”, aclara la Dra. Villa.
"Lo peor de la psoriasis ha sido el picor, y en aquel momento los médicos no te hacían ni caso porque te decían que era una causa del cansancio"
En más, en el 80% de los casos, la psoriasis cutánea precede al diagnóstico de la artritis psoriásica. Aunque, es importante reseñar que algunos pacientes no tienen psoriasis, sino que es un familiar de primer o segundo grado quien la padece. Es el caso de Antonio Manfredi, un hombre que lleva conviviendo con la psoriasis “desde siempre”. “Tengo psoriasis por genética. Hace 42 años, la rodilla se me hinchó como un balón y fue entonces cuando me diagnosticaron artritis psoriásica”, comenta Antonio.
Periodista profesión, terminó la carrera a sus 21 años y estaba dispuesto a abrirse en el mundo laboral, dispuesto a irse a otra ciudad... Pero, parte de sus labores se vieron truncadas por los problemas de movilidad que comenzó a tener en la pierna izquierda. La realidad es que, hasta conseguir un diagnostico y tratamiento adecuado, “los periodos en los que el paciente tiene brotes son complejos y afectan a la calidad de vida física y mental de los pacientes”, comenta la portavoz de la SER.
“10 años después tuve una catástrofe articular, que terminó afectándome a los dedos de los pies, a la columna, a los tobillos y al cuello. En aquella época no podían relacionar la artritis con la psoriasis, y me ha llegado a afectar de tal forma que ahora tengo una discapacidad del 43%, aunque ya no todo es miseria. Ahora tengo una calidad de vida buena y no tengo ningún problema”, cuenta Antonio. “Tener esta enfermedad ha lastrado mucho mi carrera. Por ejemplo yo no podía viajar por los dolores que tenía en la columna. Pero, lo peor de la psoriasis ha sido el picor, y en aquel momento los médicos no te hacían ni caso porque te decían que era una causa del cansancio”.
"Yo hablo con pacientes jóvenes y les digo que estoy convencido de que aquí a unos años va a haber otro tratamiento mejor"
Sin embargo, este proceso no ha sido solamente un camino cuesta arriba y es que si Antonio tiene algo claro, es que gracias a los médicos ha conseguido que hoy en día siga su vida con normalidad. “Cuando tenía 35 años yo estaba mal, y fue uno de los peores momentos de mi vida porque me diagnosticaron una psoriasis palmoplantar y no podría caminar. Fue el peor momento, pero todo termina y afortunadamente ahora estoy siguiendo un tratamiento que me beneficia y no tengo más que agradecimientos por los médicos. Ahora sé que, no me voy a curar de psoriasis, decirlo es engañarse a uno mismo, y sé que vivirá conmigo hasta el día que me muera, pero yo no me voy a morir de psoriasis”.
Después de probar todos los tratamientos que han existido para tratar la artritis psoriásica, en 2013 comenzó la terapia biológica, una modificación genética de una célula viva para tratar esta enfermedad inmunológica. Para Antonio, esta fue la mejor decisión que ha tomado en su vida, y no pierde la esperanza de que en un futuro vayan a haber más innovaciones para esta enfermedad. “Yo hablo con pacientes jóvenes y les digo que estoy convencido de que aquí a unos años va a haber otro tratamiento mejor”, finaliza.