Las desigualdades económicas entre países son reconocidas históricamente como una de las principales barreras a la hora de alcanzar metas locales, nacionales y globales en los programas para luchar contra el VIH, la tuberculosis y la malaria. A pesar de esta realidad, lo cierto es que la magnitud y el alcance de las desigualdades sanitarias continúan sin comprenderse completamente y están poco documentadas.
Partiendo de este punto la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo Mundial han publicado un informe con el que alertan de que, hasta que no se identifiquen de mejor forma estas desigualdades y se comprendan profundamente sus consecuencias, será complicado que los programas satisfagan las necesidades de salud reales de las personas en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria.
Este documento se presenta como un importante paso en la comprensión de hasta qué punto las desigualdades obstaculizan la lucha contra estas tres enfermedades. Para su elaboración han empleado los datos a nivel mundial para 32 indicadores relacionados con la salud procedentes de 186 países. A través de estos se desprende que, si bien los promedios nacionales de los indicadores relativos al VIH, la tuberculosis y la malaria han mejorado por norma general en la última década, en las zonas en las que la pobreza es mayor, existe una menor educación y aquellas más rurales, las desigualdades tienden a mantenerse por lo que la lucha contra estas enfermedades no avanza al mismo ritmo.
“Aunque se han logrado grandes avances para ampliar los servicios de salud y los esfuerzos de prevención, debemos centrarnos más en llegar a las poblaciones más pobres, rurales y con menor tasa de educación que soportan la peor parte de estas enfermedades”, alerta el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“Aunque se han logrado grandes avances para ampliar los servicios de salud y los esfuerzos de prevención, debemos centrarnos más en llegar a las poblaciones más pobres, rurales y con menor tasa de educación que soportan la peor parte de estas enfermedades”
El informe muestra, por ejemplo, que los datos disponibles sobre las pruebas del VIH en hombres revelan una brecha de al menos 20 puntos porcentuales entre los hogares más pobres y más ricos en 27 de los 48 países. La brecha ha aumentado con el tiempo. Muchas familias afectadas por la tuberculosis gastan una cantidad sustancial de sus ingresos en gastos relacionados con la enfermedad, especialmente si el hogar es pobre. Los datos de 21 países muestran que entre el 20 y el 92% de los hogares gastan al menos una quinta parte de sus ingresos en costes relacionados con la tuberculosis. En el caso de la malaria, los grupos más pobres, con menor educación y de entornos rurales reportaron niveles más bajos de búsqueda de atención oportuna para los niños menores de cinco años con fiebre.
El documento pone también el foco en las grandes desigualdades que se registran en función del sexo. En el caso del VIH, en más de la mitad de los países, los hombres reportaron un mayor uso de los preservativos que las mujeres. La prueba del VIH fue sustancialmente más alta en las mujeres que en los hombres en una quinta parte de los países.
“Las pandemias prosperan en las desigualdades y exacerban estas. Hemos aprendido esto con el VIH, la tuberculosis y la malaria, y lo hemos visto de nuevo con la Covid-19”
“Las pandemias prosperan en las desigualdades y exacerban estas. Hemos aprendido esto con el VIH, la tuberculosis y la malaria, y lo hemos visto de nuevo con la Covid-19”, expone Peter Sands, director ejecutivo del Fondo Mundial. “Para abordar las desigualdades, debemos ir más allá de las simples nociones de acceso igualitario y crear deliberadamente ‘desigualdades compensatorias’ en la prestación de servicios para concentrar los recursos en los más vulnerables. Nuestra nueva estrategia acelera ese enfoque al colocar a las personas y las comunidades al frente y en el centro de la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria, con una mirada más fija en la eliminación de las barreras relacionadas con los derechos humanos en los servicios de salud”.
A pesar de la fotografía mostrada por el informe, este también recoge algunos casos en los que las desigualdades son bajas o en los que las brechas se están reduciendo a través de las mejoras rápidas en la cobertura de atención a los grupos más desfavorecidos.
El documento ilustra además el impacto que supondría la eliminación de las desigualdades. Por ejemplo, si los países mejorasen el nivel de pruebas de VIH de todas las mujeres embarazadas, el nivel general de pruebas aumentaría del 40 al 64%.
En el caso de la tuberculosis el porcentaje de familias que tienen que hacer frente a elevados costes derivados de la enfermedad se reduciría al menos un 50% en la mitad de los países (de un promedio ponderado actual del 61% a un promedio potencial del 38%).
Si hablamos de la malaria, las familias que buscan atención para los niños con fiebre, la eliminación de las desigualdades económicas significaría una mejora del 26% en el promedio ponderado de 28 países.