La epilepsia es una enfermedad cerebral no transmisible y crónica que puede afectar a personas de todas las edades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en todo el mundo alrededor de 50 millones de personas padecen epilepsia por lo que se trata de uno de los trastornos neurológicos más comunes a nivel global. El organismo internacional de las Naciones Unidas señala que cerca del 80% de los pacientes viven en países de medios y bajos ingresos de los que tres cuartas partes no reciben el tratamiento que necesitan.
La Asamblea Mundial de la Salud adoptaba este año el denominado como “Plan de Acción Global Intersectorial sobre Epilepsia y otras enfermedades neurológicas 2022-2031”, con el objetivo de reducir los riesgos asociados a la epilepsia y mejorar la calidad de vida de las personas que la padecen. En este documento se incide en la necesidad de mejorar los datos en términos de diagnóstico y tratamiento de la epilepsia. Y es que hasta el 70% de las personas que la padecen podrían vivir sin convulsiones gracias a un diagnóstico y tratamientos adecuados.
El tratamiento de la epilepsia puede ser muy rentable ya que apenas supone cinco dólares anuales y reducir la carga económica y social que supone esta enfermedad. A pesar de esto existe una brecha importante en el acceso global al tratamiento que se traduce en que más del 50% de las personas con epilepsia en la mayoría de los países de medios y bajos ingresos no están recibiendo el tratamiento que necesitan.
Ante esta fotografía la OMS ha publicado una serie de recomendaciones orientadas a la adopción de políticas nacionales que establecen que la reducción del impacto global de la carga de la epilepsia debe considerar las causas potencialmente prevenibles de ciertos tipos que representan, aproximadamente, una cuarta parte de todos los casos de epilepsia. Entre estos destacan factores de riesgo perinatal, lesiones cerebrales traumáticas, accidente cerebrovascular e infecciones del sistema nervioso.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las acciones destinadas a mejorar el diagnóstico y tratamiento de las personas con epilepsia son los factores estructurales como la desigual provisión de servicios de salud debido a la falta de recursos, el acceso deficiente a profesionales sanitarios capacitados, las comorbilidades y la referida brecha de acceso a los tratamientos.
Más del 50% de las personas con epilepsia en la mayoría de los países de medios y bajos ingresos no están recibiendo el tratamiento que necesitan
El informe de la OMS critica la preocupante escasez de neurólogos a nivel mundial, especialmente significativa en los países con menos recursos y en las áreas rurales. De acuerdo con los datos del Atlas de Neurología de la OMS publicado en 2017 se estiman 0,03 neurólogos por cada 100.000 habitantes en los países de medios y bajos ingresos. En el caso de los países con altos ingresos la cifra se eleva hasta los 4,74 neurólogos por cada 100.000 habitantes. Además, solo el 23% de los países cuentan con neurólogos en zonas rurales donde las personas que sufren epilepsia únicamente son tratadas por profesionales de Atención Primaria.
En los países con menos recursos se suman además el desconocimiento existente sobre la enfermedad y el estigma asociado, por lo que se requiere una mayor concienciación y educación, así como redes de asistencia sanitaria de calidad que garanticen el correcto diagnóstico y tratamiento, ya que en muchas regiones los curanderos o religiosos suelen ser el primer contacto de las personas afectadas por la epilepsia.
Al igual que sucede con muchas otras enfermedades la falta de tecnología reduce las posibilidades de diagnóstico. En los países con menos recursos no se cuenta con electroencefalografías lo que limita notablemente el diagnóstico de la epilepsia. Se añade el escaso acceso a medicamentos anticonvulsivos que restringe gravemente la provisión de atención ininterrumpida y de buena calidad que puede resultar en convulsiones recurrentes y con control deficiente que reducen la calidad de vida de las personas afectadas.
El documento de la OMS recoge en este sentido que, según una encuesta realizada en 46 países, menos del 50% de todas las farmacias contaban con existencias de medicamentos anticonvulsivos. Los problemas de suministro, barreras regulatorias y la variación en los patrones de prescripción restringen de forma continúa el acceso a medicamentos anticonvulsivos asequibles y de calidad.
La OMS enfatiza en la necesidad de conocer la realidad de las personas que padecen epilepsia ya que aproximadamente la mitad también viven con otros problemas relacionados con su salud física y mental. Estos no solo reducen su calidad de vida sino que les sitúan en un mayor riesgo de exclusión social. Entre las condiciones de salud mental más habituales que presentan las personas con epilepsia se encuentran la depresión (23%) y la ansiedad (20%) que, además, exacerban las convulsiones.