La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa de que más de 700.000 personas se quitaron la vida en 2019 y muchas intentan hacerlo. El suicidio se erige como un verdadero problema de salud pública que puede ocurrir a cualquier edad. En 2019 se posicionó como la cuarta causa de defunción en el grupo etario con edades comprendidas de entre 15 y 29 años a nivel global. En la población general, un intento de suicidio no consumado es el factor individual de riesgo más importante.
La OMS alerta de que el suicidio no es exclusivo de los países de altos ingresos. Nos enfrentamos a un problema de salud con una elevada incidencia en todas las regiones del mundo. De hecho, más del 77% de los suicidios ocurridos en 2019 tuvieron lugar en países de ingresos medios y bajos.
La publicación de estos datos realizada por la OMS a principios del mes de septiembre revela que el 58% de los suicidios que se registraron en 2019 se produjeron en personas con edades por debajo de los 50 años.
Desde la agencia de salud de las Naciones Unidas inciden en la imperiosa necesidad de poner en marcha planes y estrategias orientadas a prevenir el suicidio. La OMS advierte de que, aunque el vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales (en particular, la depresión y el consumo de sustancias) está bien documentado en los países de altos ingresos, muchos casos se dan en personas que lo cometen impulsivamente en situaciones de crisis en las que su capacidad para afrontar las tensiones de la vida, como los problemas económicos, las rupturas de relaciones o los dolores y enfermedades crónicos, está mermada.
Además, se ha demostrado de forma significativa que vivir conflictos, catástrofes, actos violentos, abusos, pérdida de seres queridos y sensación de aislamiento puede generar conductas suicidas. Las tasas de suicidio también son elevadas entre los grupos vulnerables y discriminados, como los refugiados y migrantes; los pueblos indígenas; las personas lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales; y los reclusos. El principal factor de riesgo es, con diferencia, un intento previo de suicidio.
En cuanto a los métodos de suicidio las estimaciones indican que el 20% se producen por autointoxicación con plaguicidas, la mayoría en zonas rurales agrícolas de países con medios y bajos ingresos. Otros métodos comunes son el ahorcamiento o los disparos con armas de fuego.
En 2019 se posicionó como la cuarta causa de defunción en el grupo etario con edades comprendidas de entre 15 y 29 años a nivel global
La OMS enfatiza en la idea de que es posible prevenir los suicidios mediante la adopción de medidas a nivel de la población, de determinados grupos poblacionales y del individuo. Este es el punto de partida de su guía para prevenir el suicidio bautizada como “LIVE LIFE” («Vive la vida») en el que se recomiendan las siguientes intervenciones de eficacia demostrada que se basan en la evidencia:
- Restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (por ejemplo, los plaguicidas, las armas de fuego y ciertos medicamentos).
- Educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio.
- Desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida.
- Detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento.
Todas estas medidas deben complementarse con intervenciones básicas como un análisis de la situación, la colaboración multisectorial, la sensibilización, la creación de capacidad, la financiación, la vigilancia, y el seguimiento y la evaluación.
Tan solo unos 80 Estados miembros de la OMS disponen de datos procedentes del registro civil de calidad que pueden emplearse para realizar estimaciones directas sobre las tasas de suicidio
“Las actividades preventivas exigen la coordinación y colaboración de varios sectores de la sociedad, incluidos los de la salud, la educación, el empleo, la agricultura y la ganadería, el comercio, la justicia, el derecho, las fuerzas del orden, la política y los medios de comunicación. Esas actividades deben ser amplias e integrales, dado que ningún enfoque puede atajar por sí solo una cuestión tan compleja”, exponen desde la OMS.
La agencia de salud de la ONU destaca también algunos obstáculos y dificultades en la lucha global contra el suicidio. Uno de los más preocupantes es la histórica estigmatización asociada al suicidio que se traduce en problemas a la hora de poner en marcha acciones de prevención. Aumentar la sensibilización entre la población y romper con los tabús existentes es primordial.
Se suman otros problemas como la triste realidad sobre la disponibilidad y calidad de los datos globales relativos al suicidio: claramente insuficientes. Tan solo unos 80 Estados miembros de la OMS disponen de datos procedentes del registro civil de calidad que pueden emplearse para realizar estimaciones directas sobre las tasas de suicidio.
“Para prevenir eficazmente el suicidio es preciso intensificar la vigilancia y hacer un seguimiento de los casos consumados y los intentos de suicidio. Las diferencias entre los países relativas a los patrones, las tasas y las características de los suicidios, así como a los métodos utilizados, ponen de relieve la necesidad de que cada país mejore la integridad y la calidad de sus datos y la rapidez con que se obtienen”, demanda la OMS.
“Con ese fin, se deben hacer constar los suicidios en los registros civiles y los intentos no consumados en los registros hospitalarios, y se han de realizar estudios nacionales representativos que recopilen información sobre intentos de suicidio notificados por la propia persona”, concluye.