Ahora con la vuelta a la rutina, llegan menos horas para dormir y horarios más complicados que provocan que la falta de sueño se vaya notando. Cada vez somos más conscientes de la necesidad de descanso y un sueño reparador para poder afrontar el día a día, porque, como demuestra un estudio realizado por la Universidad Jagiellonian en Cracovia, los efectos de la falta de sueño tienen consecuencias neuroconductuales que cuesta superar.
En concreto, la investigación publicada en la revista 'Plos One', señala que una retricción de sueño durante 10 días de un 30% de lo que el individuo necesita normalmente provoca "un deterioro unánime" de las medidas de actigrafía (distribuciones de descanso y duración de actividades), de comportamiento y las de amplitudes de latencias, mapas del cuello cabello y espectros de potencia de los estados de reposo (EEG). Y recuperarse de ello puede llevar más de una semana de descano y sueño extra.
Durante la investigación se constató que medidas como la actigrafía cambiaban de forma significativa según comenzaba la restricción de sueño, volviendo a los valores inciales de forma parcial en el momento de reposo. En el caso de las respuestas precisas y omisiones, estas aumentaban según crecía la restricción del sueño, pero volvían a la normalidad el primer día del periodo de recuperación. La respuesta neural se atenuó tanto durante como después de la pérdida de sueño.
El cerebro se adapta a la falta de sueño y realiza cambios para mantener un cierto rendimiento estable, más reducido de lo normal. Sin embargo, estos cambios perduran más allá de la semana de descanso
El estudio constata investigaciones anteriores que reflejan que el cansancio y la falta de sueño produce: peor rendimiento, dificultad para concentrarse y una mayor cantidad de errores. Ya que la falta de sueño produce el llamado "fenómeno local del sueño". "Una parte del cerebro queda inactivo en periodos de vigilia por sufrir privaciones de sueño", señalan los investigadores. Esto produce peor rendimiento cognitivo, conductual y motor.
Además, el cerebro se adapta a la falta de sueño y realiza cambios para mantener un cierto rendimiento estable, más reducido de lo normal. Sin embargo, estos cambios perduran más allá de la semana de descanso. Por eso los investigadores concluyen que "las consecuencias neuroconductuales de la privación parcial crónica del sueño no se pueden superar fácilmente y duran mucho más de lo esperado".