El descanso de calidad es fundamental para garantizar una buena salud y, en el caso de los niños, el correcto desarrollo. Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) varían en función de la edad de la que hablamos. En los lactantes (menores de un año) hasta los tres meses de edad deben tener entre 14 y 17 horas de sueño de buena calidad incluyendo las siestas, mientras que se recomiendan entre 12 y 16 horas en el caso de los niños de entre cuatro y 11 meses. Entre el primer y el segundo año de vida la OMS establece de 11 a 14 horas de sueño de buena calidad, incluyendo las siestas y unos horarios regulares tanto para dormirse como para despertarse. El tiempo de sueño de calidad se fija entre las 10 y las 13 horas (incluyendo siestas y horarios regulares para dormirse y despertarse) para los niños de entre tres y cuatro años.
La evidencia científica ha demostrado de forma fehaciente que el sueño inadecuado o de mala calidad se asocia con una amplia gama de resultados adversos para la salud física y psicológica en bebés y niños pequeños. En los últimos tiempos ha aumentado el interés sobre la asociación del sueño con índices de salud más globales como la calidad de vida, un concepto ampliamente utilizado en cada vez un mayor número de definiciones y medidas y que abarca la salud física, mental y social. Esta perspectiva y el papel que juega el sueño de calidad en la misma todavía tiene un largo camino por recorrer en términos de investigación. Recientemente la revista JAMA Network ha publicado un estudio que trata de responder a cómo la falta de sueño afecta a la calidad de vida relacionada con la salud de los niños.
El trabajo en concreto se trata de un análisis secundario de un estudio focalizado en la monitorización de la alimentación y la calidad del sueño en niños que se sometieron a semanas alternas de restricción y extensión del sueño. Se ha desarrollado entre octubre de 2018 y marzo de 2020 con una muestra total de 100 niños (52% niñas) con edades comprendidas entre los ocho y los 12 años residentes en Dunedin (Nueva Zelanda). Los participantes no presentaban condiciones médicas subyacentes y sus padres y/o tutores legales afirmaron que el sueño de los niños era normal. El análisis de los datos se realizó entre el 4 de julio y el 1 de septiembre de 2022.
"Estos hallazgos destacan que garantizar que los niños duerman los suficiente y con un sueño de calidad es un problema importante para la salud infantil"
Tal y como se explica en la referida cabecera científica durante la semana de restricción del sueño los niños se fueron a dormir 64 minutos más tarde, y la compensación del sueño (hora de despertarse) fue de 18 minutos más tarde. Esto significa que los niños tuvieron 39 minutos menos de sueño total durante la noche en comparación con la semana de extensión del sueño en la que el tiempo total de sueño fue de 71 minutos más.
Las características iniciales del sueño mostraron que los niños recibieron un tiempo de sueño medio total de ocho horas y 59 minutos por noche, con un alto nivel de eficiencia del sueño. Los niveles de higiene del sueño iniciales fueron calificados como elevados.
Los resultados del análisis muestran que incluso reducciones relativamente pequeñas en la duración del sueño nocturno pueden tener un efecto considerable en la calidad de vida relacionada con el sueño. Los niños a los que se les redujo en 39 minutos el sueño nocturno provocó reducciones significativas en su bienestar físico, bienestar general y capacidad para adaptarse de forma óptima en el entorno escolar.
“Si bien estas diferencias generalmente pueden considerarse pequeñas, no pueden ser triviales ya que las reducciones en múltiples aspectos de la calidad de vida relacionada con el sueño se observaron después de sólo una semana de menor sueño. Por eso creemos que estos hallazgos son clínica y estadísticamente significativos y requieren confirmación a largo plazo”, exponen los autores. Argumentan además que sus resultados son difíciles de comparar con la literatura existente ya que el grueso de esta está compuesto por estudios que involucran a niños con problemas del sueño.
“Nuestro trabajo demuestra que después de solo una semana durmiendo 39 minutos menos por noche los niños reportaron una calidad de vida relacionada con el sueño significativamente más baja en términos de bienestar, capacidad física y capacidad para desenvolverse en el entorno escolar. Estos hallazgos destacan que garantizar que los niños duerman los suficiente y con un sueño de calidad es un problema importante para la salud infantil”, concluyen los autores.