Por su elevada incidencia (cada año se diagnostican más de 30.000 nuevos casos), su mortalidad, y su repercusión física, psicológica y económica en la población, el cáncer de mama es un importante problema de salud en España. Durante décadas, el tratamiento del cáncer de mama ha evolucionado para alcanzar el objetivo de “supervivencia y calidad de vida”. En ese proceso se han desarrollado tratamientos más eficaces y menos tóxicos, se ha aumentado la supervivencia a este tumor y mejorado la calidad de vida de los pacientes.
De hecho, según la Dra. Encarnación González, oncóloga médica del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, la tasa de supervivencia ha aumentado un 20% desde los años 70 y el 90% de los fallecimientos a causa de este cáncer se producen en fase metastásica. Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), actualmente la supervivencia media relativa del cáncer de mama tras cinco años es del 89,2% de forma global. El estadio en el que se ha diagnosticado el cáncer influye en la supervivencia. La supervivencia en el estadio I es de más del 98% y en cambio en los estadios IV la supervivencia desciende al 24%.
Para alcanzar estas cifras ha sido esencial la detección precoz, e indispensable en ello el programa de cribado de cáncer de mama. Hace 20 años que se inició el primer programa de cribado en España. Fue en Navarra y de ahí se extendió al resto de comunidades. Según diferentes estudios y ensayos clínicos aleatorizados, como el estudio ‘Detección de cáncer: evidencia y práctica en Europa 2008’ publicado en la revista European Journal of Cancer, la implantación de cribados mamográficos demostró una reducción de la mortalidad de entre un 20 y un 35%.
“La detección precoz, además del descenso en la mortalidad por cáncer de mama, permite también la aplicación de tratamientos menos agresivos, con un impacto pronóstico y en la calidad de vida de las pacientes (menor número de mastectomías y linfadenectomías, menor indicación de quimioterapia complementaria…)”, señala la Dra. Isabel Echevarría
“La detección precoz, además del descenso en la mortalidad por cáncer de mama, permite también la aplicación de tratamientos menos agresivos, con un impacto pronóstico y en la calidad de vida de las pacientes (menor número de mastectomías y linfadenectomías, menor indicación de quimioterapia complementaria…)”, explica para Consalud.es la Dra. Isabel Echavarría, oncóloga médico del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid y secretaria científica de la SEOM. De esta forma su implantación supone mayores beneficios y compensa el riesgo de sobrediagnóstico, sobretratamiento y afectación por resultados falsos positivos o falsos negativos.
La mamografía se ha convertido en la prueba de cribado más efectiva implantada en todas las comunidades autónomas. Como explican en el Ministerio de Sanidad, las mamografías se realizan cada dos años a mujeres comprendidas entre los 50 y 69 años. “Aunque en ciertas comunidades autónomas se inician a los 45”, señala la Dra. Echevarría. “Estas recomendaciones están basadas en ensayos clínicos que objetivaron una reducción en la mortalidad con la realización de mamografías en mujeres de 50 a 69 años, aunque parece que este beneficio podría extenderse a aquellas de 70-74 años así como a las de 45 a 50 años”, añade.
En el caso de cáncer con riesgo hereditario, que se estima que constituye un 5-10% del cáncer de seno, los cribados se ajustan a sus características clínicas y familiares. “Puede consistir en la realización de mamografías más frecuentes, o puede combinarse también con la realización de otras pruebas de cribado, como la resonancia magnética mamaria, en aquellas mujeres con muy alto riesgo de desarrollar un cáncer de mama”, explica la experta.
LA COVID Y LOS CRIBADOS
En 2017, según datos facilitados por la Dra. Isabel Echevarría, la cobertura del programa de cribado de cáncer de mama fue del 81,5%. Con una implantación del 100% el cribado de mama ha sido durante estos años una práctica común entre la población de riesgo. Sin embargo la Covid irrumpió en la atención sanitaria como un tsunami y paralizó la mayor parte de la atención a enfermedades que no fueran la Covid-19, incluidos los programas de cribado.
Según datos del Ministerio de Sanidad, el porcentaje de población no invitadas a participar en los cribados de cáncer de mama durante 2020 fue de entre el 18% y el 60%
Según datos del Ministerio de Sanidad, el porcentaje de población no invitadas a participar en los cribados de cáncer de mama durante 2020 fue de entre el 18% y el 60%, existiendo desigualdades entre comunidades autónomas. A su vez aumentó el porentaje de personas que, habiendo sido invitadas a participar en el cribado, no acudieron a su cita por miedo al contagio por coronavirus. “La realización de los programas de cribado se vio afectada por la pandemia de la Covid-19, tanto por su suspensión temporal en los momentos críticos de la pandemia, como por una menos adherencia de la población por miedo a acudir a los centros sanitarios en ciertos momentos de la pandemia”, coincide la doctora.
Tras la peor etapa de la pandemia y el confinamiento, por suerte, el cribado de cáncer de mama se ha podido retomar más rápidamente. Durante el marco de la Escuela de Salud Pública de Menorca celebrado a finales de septiembre, la coordinadora de la Estrategia de Cáncer de la Dirección General de Salud Pública y Participación de Baleares, Carmen Sánchez-Contador, destacó que la gran mayoría de comunidades autónomas reiniciaron los servicios en junio o julio de 2020.
Pese a ello el funcionamiento de los cribados sigue estando condicionado y elementos como el miedo al contagio de la población al participar en este tipo de programas, la falta de recursos y las diferentes olas que se han presentando a lo largo de los meses siguen afectando al programa. “Es importante concienciar a la población sobre la importancia de los programas de cribado actualmente disponible, y su impacto favorable en la mortalidad por cáncer”, concluye la Dra. Echevarría.