La meteorosensibilidad es una alteración física y psicológica que sufren algunas personas frente a cambios de variables meteorológicas como la humedad, la temperatura, la presión atmosférica o el viento. “Estos cambios pueden dar lugar a la aparición de dolencias físicas y estados psicopatológicos que aparecen como consecuencia de variaciones en la actividad neurotransmisora central”, explica Mar Gómez, licenciada en Ciencias Físicas por la Complutense de Madrid, y experta en meteorología y geofísica, medio ambiente y energías renovables.
“El confort climático, que es el estado de la atmósfera en el cual la mayoría de las personas tenemos una sensación neutra en nuestro organismo respecto al ambiente atmosférico, responde a temperaturas que suelen estar entre los 20 y los 25 ºC, una humedad relativa entre el 40 y el 70 %, poco viento, ausencia de contaminación y presiones atmosféricas normales, es decir, 1.013,25 milibares”, explica la autora del libro Meteorosensibles.
La física indica que “cuando estos valores se ven alterados, aparece el llamado estrés meteorológico y las personas que sufren meteorosensibilidad pueden empezar a notar algunos cambios en su salud, especialmente si estas variaciones son muy drásticas”. Hoy en día, se estima que el número de personas meteorosensibles está creciendo constantemente. “En Europa se han publicado algunos datos estadísticos que revelan que, en Alemania, el 54,5% de la población es sensible a los cambios de tiempo y en Polonia este valor se sitúa entre el 50 y el 70%. En Canadá, la tasa relevante asciende al 61%. En general se estima que entre el 30-60% de la población es meteorosensible”, cifra la experta.
“El número de personas meteorosensibles crece constantemente”
Pero estos cambios no afectan a toda la población por igual. “Normalmente la incidencia es mayor en las mujeres, por un tema hormonal y en las personas de edad avanzada porque es más probable que tengan patologías que se puedan agravar por los cambios de tiempo”, señala Gómez. “Las diferentes variables que pueden afectarnos, pero no nos afectan a todos de igual manera ni con la misma incidencia”, destaca.
Entre esas variaciones se encuentra la presión atmosférica. “Ésta puede afectar a personas con enfermedades reumatológicas y a personas que padecen migrañas, agravando sus síntomas”, afirma la meteoróloga. “Las temperaturas al alza pueden generar fatiga, golpes de calor, alteraciones cardíacas, dolores de cabeza, deshidratación o calambres. Además,cuando la temperatura rebasa un umbral crítico y se considera ola de calor, aumentan en general las tasas de mortalidad por agravamiento de otras enfermedades, especialmente en grupos que pueden ser más vulnerables, como los ancianos y los niños”, añade.
La especialista indica que también hay una relación entre la elevada contaminación en las grandes ciudades y el aumento de las enfermedades, no solo respiratorias, como la neumonía, sino que “está demostrado que la contaminación atmosférica urbana aumenta el riesgo de padecer cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares”, revela Gómez.
AFECCIÓN A LA SALUD MENTAL
El viento producido por el fenómeno conocido como efecto Foehn puede alterar la ionización del aire y producir agotamiento, cefalea, hiperactividad o falta de coordinación, e incluso puede afectar al trastorno afectivo estacional y aumentar el riesgo de suicidios. “Lógicamente, no nos sorprende demasiado que en mayor o menor medida muchos nos podamos ver afectados físicamente por alguna dolencia o malestar debido a un cambio en el tiempo o por la alteración de ciertos parámetros atmosféricos. Pero sorprende más que nuestro estado de salud mental pueda verse alterado por la meteorología, y más aún si es por algunas variables o fenómenos que no son tan habituales o de los cuales no somos ni siquiera conscientes”, explica Mar Gómez.
Como ejemplos, la física menciona: “Se han encontrado relaciones entre el aumento de la temperatura exterior y el incremento de urgencias hospitalarias psiquiátricas en un estudio realizado en Tarragona en el año 2009. En Canadá, el número de pacientes que se presentan a los servicios de emergencia por problemas mentales y psicosociales es mayor en momentos de aumento de temperatura y humedad. Asimismo, en Israel se encontraron más ingresos psiquiátricos en pacientes con esquizofrenia cuando hacía un tiempo más caluroso. Además, se ha determinado que las condiciones de salud mental pueden empeorar durante una ola de calor, más que cualquier otra condición de salud crónica, como puede ser la cardiovascular o la respiratoria. Además el calor y el ambiente seco pueden producir un incremento en el número de homicidios, asesinatos, suicidios, conducta agresiva o delitos sexuales”, alerta.
“El viento provocado por el efecto Foehn puede alterar la ionización del aire y producir agotamiento, cefalea o hiperactividad”
“Quizás los momentos en los que hay más movimiento atmosférico como pueden ser la primavera y el otoño pueden darse cambios bruscos de tiempo, pero en realidad en cualquier momento del año podemos vernos afectados”, apunta Gómez que sostiene que depende más bien de la variable meteorológica que del calendario: “El calor extremo nos afectará más en verano, la carencia de horas de luz solar en otoño e invierno, los cambios de presión y humedad con llegadas de borrascas y tormentas…”.
Y nos preguntamos si el cambio climático ha afectado a la incidencia de la meteorosensibilidad, a lo que la experta responde: “Puede que la incremente, sobre todo en relación al calor extremo y a los efectos directos en la salud física o mental como agotamiento, desánimo, apatía y falta de concentración entre otras.
Pero sobre todo, el cambio climático desempeña un papel fundamental en el establecimiento y expansión de las enfermedades zoonóticas, que son enfermedades o infecciones causadas por virus, bacterias, parásitos, hongos o priones, y que pueden transmitirse entre humanos y animales. “La destrucción de los hábitats de ciertas especies puede dar lugar a una mayor interacción de animales con personas y provocar posibles futuras enfermedades. Además el aumento de temperaturas y variación en las precipitaciones, puede alterar el hogar de ciertos mosquitos, transmisores de enfermedades como el dengue, la malaria, la fiebre del Nilo Occidental, el zika o el chikungunya. Es posible que estas enfermedades puedan aparecer en regiones donde antes no se encontraban y desaparecer de regiones que solían verse afectadas por ellas”, apunta la experta que concluye: “El cambio climático afecta a la salud mental con ecoansiedad y solastalgia, dos formas de angustia y estrés existencial causadas por el cambio ambiental”.