La inmensa mayoría de las mascarillas actuales no se biodegradan. Pueden permanecer durante cientos de años como una huella indeleble del daño que hacemos al medioambiente. Con el fin de dar una solución a este problema, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto con la empresa Bioinicia, ha desarrollado la primera mascarilla biodegradable del mundo queofrece las mismas propiedades de filtración, respirabilidad y ajuste que una FFP2.
Así, la mascarilla cuenta con una eficiencia de filtración frente a aerosoles de un 98% y protege tanto de contagiar como de ser contagiado. Por otro lado, tiene un tiempo de uso recomendado de unas ocho horas y se puede desinfectar con pulverizaciones de alcohol entre usos.
De acuerdo con el investigador del CSIC y líder del grupo de investigadores que ha desarrollado este “cubrebocas” junto a Bioinicia, José María Lagarón, este invento puede biodegradarse en cuestión de 22 días. Sin embargo, esto no quiere decir que esté pensada para ser abandonada en cualquier cuneta. Está pensada para ser reciclada de forma orgánica. Debe depositarse en un contenedor marrón de residuos orgánicos, de forma que sea trasladada una planta de compostaje.
La mascarilla del CSIC y Bioinicia se biodegrada en 22 días bajo condiciones de compostaje industrial
Así lo explica el investigador: “La mascarilla que tenemos se biodegrada bajo condiciones de compostaje industrial. Hay que quitarle las gomas y el clip nasal. Es el cuerpo de la mascarilla lo que se biodegrada o composta con los mismos ciclos que la materia orgánica. De esta forma, en 22 días se ha transformado en CO2, agua y abono”.Aún con todo, si no se manda a reciclar, la mascarilla se biodegrada, pero más lentamente. Aunque, como recuerda José María Lagarón, no fue creada con ese fin: “Una manzana se biodegrada en la calle, pero no le dices a la gente que tire la manzana en cualquier lugar. Sabemos que esta mascarilla no se va a acumular en los vertederos. De todas formas, en caso de que se cayese accidentalmente, aún se descompone con un poco de temperatura y humedad. No se van a quedar como las normales durante cientos de años flotando por ahí”.
Y todo gracias a que, a diferencia de un “cubrebocas” tradicional, no está hecha de un plástico derivado del petróleo, sino de materias primas naturales. Más en concreto, se compone de un derivado del maíz y un polímero que producen los microorganismos en la naturaleza.
Así, la mascarilla desaparece porque los microorganismos la reclaman como suya, se la comen. “Es biocompatible y bioasimilable, el organismo lo digiere. Incluso el filtro tiene ciertas propiedades nutricionales”, detalla el investigador del CSIC. Quien destaca la necesidad de un avance como este, aunque llegue un poco tarde: “Ya tenemos una acumulación de residuos muy grande de mascarillas, que pueden perdurar unos 400 o 500 años”. Y ese no es el único problema. “Con el tiempo se rompe en fragmentos más pequeños hasta convertirse en microplásticos. Los microplásticos se los comen los organismos vivos y finalmente llegan a nuestra dieta. Al menos ahora garantizas que estas nuevas mascarillas no se van a convertir en un contaminante permanente", remarca.