Los ancianos han sido uno de los grupos más vulnerables frente al SARS-CoV-2. En los peores meses de la pandemia los infectados y fallecidos dentro de este grupo poblacional se han contado por miles. Afortunadamente, la mayoría de los países les han priorizado en sus estrategias nacionales de vacunación.
La Covid-19 ha puesto de relieve la vulnerabilidad de las poblaciones envejecidas ante las enfermedades emergentes. Esta susceptibilidad a la enfermedad y mayores tasas de mortalidad suponen un desafío importante para el desarrollo de vacunas y agentes inmunoterapéuticos. A medida que nuestra edad avanza, las condiciones de salud asociadas con el envejecimiento (particularmente las enfermedades no transmisibles como cardiopatías, enfermedades autoinmunes, cáncer y enfermedades metabólicas y autoinmunes) combinadas con los tratamientos de estas enfermedades y la senescencia inmunitaria, afectan de forma sustancial a las respuestas que nuestro organismo desarrolla ante las vacunas y las enfermedades infecciosas.
Numerosos estudios han demostrado que la eficacia de las vacunas disminuye de forma significativa con la edad. Una situación cuyo origen radicaría en la progresiva disminución relacionada con la edad de las respuestas inmunitarias innatas y adaptativas. Pero sabemos también que algunas personas mayores están protegidas por vacunas que, por norma general funcionan mal en otros grupos poblacionales. Un perfecto ejemplo lo encontramos en el caso de la vacuna Shingrix desarrollada contra el herpes zóster que reporta un 90% de eficacia en personas mayores de 70 años.
La comunidad científica debe poner el foco en estos aspectos diferenciales y profundizar en las distintas respuestas inmunitarias que los seres humanos generan según su edad. La Covid-19 ha sido y es un duro recordatorio de la realidad a la que nos enfrentamos a corto y medio plazo. Según recientes estimaciones realizadas por Naciones Unidas para el año 2050 habrá más del doble de personas mayores de 65 años que niños menores de cinco años. Para el referido año, la cantidad de personas mayores de 65 años a nivel mundial superará a la cantidad de personas con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años.
A largo plazo será necesario pasar de invertir principalmente en la investigación de enfermedades específicas a apuntar de forma simultánea recursos suficientes que permitan avanzar en la decodificación del sistema inmunológico humano, particularmente, entre las poblaciones envejecidas
Los expertos dan la voz de alarma: el envejecimiento global creará problemas de salud pública generalizados. Una situación que se traducirá en un drástico incremento de la carga de las enfermedades no transmisibles y expondrá nuestra vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas. De acuerdo a los datos recogidos por New England Journal of Medicine, se prevé que el número de muertes relacionadas con la resistencia a los antibióticos alcance los 10 millones anuales para 2050, superando a las muertes provocadas por el cáncer.
El cambio climático podría poner a más mil millones de personas en riesgo de contraer enfermedades tropicales transmitidas por vectores y las enfermedades potencialmente pandémicas surgirán con mayor frecuencia. Motivos por lo que la protección de las poblaciones que envejecen será fundamental para mantener la salud pública y la bioseguridad a nivel global.
Se necesitan nuevos estudios innovadores centrados en investigar las razones por las que algunas personas presentan respuestas más fuertes ante las vacunas o enfermedades para poder prevenir enfermedades. Una empresa que requerirá de un enfoque global y una visión radicalmente nueva. Es el momento de comenzar a emplear la tecnología para descifrar los principios de la inmunidad efectiva en poblaciones que envejecen.
“Si los investigadores estudian cohortes de personas mayores de forma longitudinal y global, sondeando su sistema inmunológico con vacunas autorizadas para distinguir a las personas con respuestas efectivas de las que no las tienen, mediante la aplicación de tecnología de vanguardia en los campos de la biología de sistemas y la inteligencia artificial, debería ser factible identificar biomarcadores para una inmunidad efectiva que luego podría aplicarse a poblaciones vulnerables”, explican varios expertos en la citada cabecera.
A largo plazo será necesario pasar de invertir principalmente en la investigación de enfermedades específicas a apuntar de forma simultánea recursos suficientes que permitan avanzar en la decodificación del sistema inmunológico humano, particularmente, entre las poblaciones envejecidas. Un esfuerzo que podría contribuir de forma positiva al desarrollo de nuevas vacunas, diagnósticos y tratamientos no solo para la Covid-19, sino también de cara a la aparición de futuros patógenos emergentes y enfermedades no transmisibles derivadas del paso tiempo, la principal causa de muerte. “Necesitamos una acción audaz lo antes posible para ayudar a toda la humanidad a vivir una vida más larga y saludable”, concluyen los expertos.