Este 2023 era el año para dar respuesta a uno de los grandes desafíos que afronta la humanidad: los combustibles fósiles y su impacto en el cambio climático y la salud. Así lo determinó The Lancet Countdown el pasado 2022. Sin embargo, como destaca el último macroestudio publicado esta semana, la realidad es que “se encuentran pocos signos de tal progreso”.
En los últimos años las medidas de control han permitido reducir la mortalidad atribuida a los combustibles fósiles: desde 2005 se ha reducido un 15,7% los fallecimientos por esta causa, el 80% de este progreso derivado de las estrategias que países e instituciones han desarrollado, especialmente en el uso del carbón. Con todo, cada año la contaminación de PM 2,5 por el transporte por carretera genera 460.000 muertes en el mundo.
“El ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación siguen siendo muy inferiores a los necesarios para salvaguardar la seguridad de las personas”
La realidad es que en 2022 la contaminación por el uso de combustibles fósiles alcanzó un nuevo récord. “El ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación siguen siendo muy inferiores a los necesarios para salvaguardar la seguridad de las personas”, señala el informe, y como resultado los niveles de contaminación siguen creciendo y con ello sus efectos sobre el cambio climático.
CALENTAMIENTO MEDIO ANUAL DE 1,14ºC
El aumento de la temperatura del planeta, la sequía, las grandes inundaciones… en definitiva los eventos meteorológicos extremos son las principales manifestaciones del cambio climático, con efectos tanto en el ámbito sanitario, económico y social. Solo en verano de 2022 se produjeron 62.000 muertes en Europa por las altas temperaturas y las inundaciones extremas afectaron a 33 millones de personas en Pakistán y a 3,2 millones de personas en Nigeria.
A eso se suma “una sequía récord en el Gran Cuerno de África”, con 46,3 millones de personas afectadas;incendios forestales que arrasaron diferentes territorios, incluidos Europa y fenómenos climáticos “de evolución lenta, menos notorios pero profundamente dañinos, están alterando la distribución de enfermedades infecciosas, afectando la seguridad alimentaria, impactando la infraestructura esencial y socavando los determinantes socioeconómicos de la salud”.
“Los gobiernos continúan obstaculizando la transición hacia energías limpias y renovables al subsidiar los combustibles fósiles”
A medida que aumentan los riesgos para la salud relacionados con el cambio climático, indican los autores del estudio, “es esencial una adaptación local efectiva para proteger la salud y la supervivencia humanas y reducir las inequidades en salud”. La realidad es que las desigualdades a nivel mundial de las medidas establecidas es importante: mientras que en Oceanía, Europa y América del Norte el 80-92% de las ciudades han implementado planes estratégicos, en África, América del Sur y Central, y Asia han sido el 62%, el 56% y el 51% respectivamente.
Asimismo, “los gobiernos continúan obstaculizando la transición hacia energías limpias y renovables al subsidiar los combustibles fósiles”. Ante esta realidad, el estudio, un año más, insta de forma imperativa a dar “una respuesta centrada en la salud en un mundo que enfrenta daños irreversibles”.