La exposición a altos niveles de contaminación generados por el tráfico a una edad temprana puede traducirse en cambios estructurales en el cerebro, de acuerdo a una reciente investigación cuyos resultados han sido publicados en PLoS ONE.
El estudio, realizado en Estados Unidos por el Imaging Research Center del Cincinnati Children´s Hospital Medical en Ohio, revela que los escáneres cerebrales efectuados a niños de 12 años que viven a menos de 400 metros de una carretera principal, muestran una reducción de su corteza cerebral y una disminución del volumen de materias gris.
“El mensaje que queremos lanzar es que la calidad del aire que respiramos es muy importante, especialmente para nuestros hijos”, explica el autor principal del estudio Travis Beckwith, investigador del citado centro.
Tener una corteza cerebral más delgada y una menor cantidad de materia gris puede sugerír que existen menos células cerebrales y, por lo tanto, una reducción de las conexiones cerebrales.
“Esto, a su vez, puede alterar o afectar a diferentes funciones según dónde se produzca y cuándo ocurra. Una pregunta que aún no hemos respondido es si estos resultados se producen porque el cerebro no se desarrolla de forma adecuada o porque las células cerebrales se están muriendo debido a la exposición de la contaminación”.
El investigador indica que, si se trata de un problema de desarrollo, es posible que el cerebro pueda encontrar nuevas formas de reconectarse. Pero si la contaminación está matando las células, los cambios que se produzcan en las funciones cerebrales “serán importantes e incluso permanentes”.
"Una pregunta que aún no hemos respondido es si estos resultados se producen porque el cerebro no se desarrolla de forma adecuada o porque las células cerebrales se están muriendo"
La investigación señala que las áreas del cerebro que parecen verse más afectadas son la corteza motora y sensorial primaria. “La corteza motora es la responsable de planificar y ejecutar los movimientos”, mientas que la sensorial primaria “está involucrada en los sentidos táctiles, en cómo sentimos las cosas”, explica el investigador poniendo como ejemplo aspectos como la percepción de la temperatura o la identificación de los objetos a través del sentido del tacto.
Pero la contaminación no afecta únicamente al cerebro. El cerebelo, responsable de importantes ajustes en el control motor y que también puede desempeñar un papel vital en la regulación de las emociones y el comportamiento, también puede verse afectado.
Para determinar de forma más precisa los efectos de la contaminación en los niños los investigadores realizaron escáneres de resonancia magnética en 135 niños que participan en el estudio sobre Alergias Infantiles y Contaminación del Aire de Cincinnati. Se trata de un estudio elaborado a largo plazo ya que los menores se seleccionaron con seis meses de edad para poder analizar el impacto de la contaminación en las primeras fases de la infancia.
Motivo por el que a los pequeños se les han realizado revisiones médicas como parte del estudios cada año entre los uno y cuatro años de edad, a los siete años y a los 12. En cada visita, sus padres o tutores legales debían completar cuestionarios sobre su bienestar general y características de la vivienda familiar. A los 12 años se ha evaluado la capacidad de lectura, función ejecutora, salud mental, inteligencia y otros aspectos relacionados con el desarrollo cognitivo. También se les ha realizado una resonancia magnética.
La exposición a la contaminación de los niños se ha evaluado utilizando los datos de una red de medición de los niveles de contaminación a través de 27 puntos de la ciudad de Cincinnati.
Después de valorar otros factores que pueden influir en el desarrollo cerebral como son el coeficiente intelectual de los padres y el nivel económico de las familias, los investigadores han determinado que los niños expuestos a niveles altos de contaminación tenía un córtex más delgado en comparación con aquellos niños que habían crecido expuestos a menores niveles de contaminación.