Cuando hablamos de contaminación lo primero que nos viene a la cabeza son el humo que despiden los tubos de escape, el que se eleva de las chimeneas de las fábricas, la boina de aire viciado y marrón, en definitiva contaminado, que pende sobre algunas de las ciudades más grandes y contaminantes del mundo, incluidas las españolas… Sin embargo, aunque se tenga menos en cuenta, la contaminación del aire de los espacios interiores es una realidad con un gran impacto en la sociedad actual.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo en 2020 fallecieron 3,2 millones de personas por el aire que respiraban en sus domicilios, de ellas, 237.000 niños menores de 5 años. Muertes, todas ellas, prematuras y derivadas de una realidad que precisa de un cambio: en 2019, el 99% de la población mundial vivía en lugares en los que no se respetaban las directrices de la OMS sobre la calidad del aire.
Alrededor de 2.400 millones de personas siguen cocinando y calentando sus hogares con combustibles sólidos (como leña, desechos agrícolas, carbón vegetal y mineral y excrementos de animales) y queroseno, en fuegos abiertos y cocinas con fugas. Además, diferentes productos del hogar y electrodomésticos emiten unas sustancias químicas cuyos efectos en la salud están siendo constatados.
Existen más de 900 productos químicos, partículas y materiales biológicos diferentes con efectos potenciales para la salud
Por ejemplo, el radón, un gas que se encuentra de forma natural en el suelo y en algunas regiones europeas, y que pueden difundirse por el aire interior, puede provocar cáncer de pulmón. Las partículas suspendidas que se encuentran en las calles también pueden entrar en los edificios y generar daños en los sistemas inmunitarios y cardiovasculares. Hongos y virus pueden desempeñar un papel en el desarrollo del asma y las alergias que afectan las vías respiratorias, principalmente en espacios húmedos o con moho.
La humedad del aire interior, de hecho, es muy importante controlarla. Como recoge la plataforma de Salud Pública de la Unión Europea (UE), con una baja humedad, se producen problemas en la piel como sequedad o sarpullidos, irritación ocular y sequedad nasal. Por el contrario, con una excesiva cantidad de vapor de agua en el aire aparece el moho, los hongos y crecen los ácaros del polvo. También hay otra serie de sustancias en las casas que se han relacionado con patologías graves, como el amianto, asociado al mesotelioma y otros problemas de salud.
MÁS INVESTIGACIÓN
Aunque la mayoría de los ciudadanos pueden tomar medidas para reducir su exposición a estos contaminantes de los interiores de los edificios, lo cierto es que gran parte de la solución depende de las decisiones políticas que se lleven a cabo. A nivel nacional, en España, contamos con distintas estrategias en las que se incluyen medidas en este sentido, como por ejemplo el Programa nacional de Control de la Contaminación Atmosférica, aprobado en 2019 o el Real Decreto para medir y controlar el radón aprobado en febrero de 2023. Esta última norma nace de la directiva europea 59/2013/EURATOM que obliga a los estados miembros a implantar antes de febrero de 2018 un Plan Nacional contra el radón. En este sentido, nuestro país va retrasado.
SCHER: “Dado que las concentraciones de estas sustancias son más altas en el interior que en el exterior, y las personas pasan más tiempo en estos espacios, la investigación es esencial”
A parte de esta necesidad de medidas, es necesario una investigación que permita guiar las políticas. Desde la UE reconocen la complejidad de evaluar los riesgos de la salud de la contaminación del aire interior ya que existen más de 900 productos químicos, partículas y materiales biológicos diferentes con efectos potenciales para la salud. Con todo, desde el Comité Científico de Riesgos para la Salud y el Medio Ambiente de la Comisión Europea (SCHER por su siglas en ingles), señalan que hay pasos que son posibles dar.
Un ejemplo que propone el comité es utilizar los principios con los que se realizaron las evaluaciones de riesgo para la salud de productos químicos, con aquellos contaminantes en ambientes interiores. Esto podría permitir ampliar una base de datos sobre los riesgos del aire interior y los agentes implicados que actualmente es muy limitada. Además, llaman a poner el foco en compuestos como el monóxido de carbono, el benceno o el naftaleno, debido a sus efectos adversos sobre la salud; también en el humo ambiental del tabaco, el radón, el plomo y los organofosforados.
Desde el SCHER denuncian la falta de información sobre los daños que la humedad y el moho de los edificios pueden causar en la salud o de los efectos que la combinación de diferentes contaminantes pueden tener. Asimismo señalan la necesidad de tener en cuenta en la investigación las vías de exposición para conocer su impacto. “Dado que las concentraciones de estas sustancias son más altas en el interior que en el exterior, y las personas pasan más tiempo en estos espacios, su estudio es esencial”, subraya el comité europeo.